VII.

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Degusté el café que me había hecho esa mañana para desayunar, aún vestida con el pijama de seda, y bebiéndolo tranquilamente mientras Fynn todavía dormía en su cuna

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Degusté el café que me había hecho esa mañana para desayunar, aún vestida con el pijama de seda, y bebiéndolo tranquilamente mientras Fynn todavía dormía en su cuna. Había sido una buena noche; de esas en las que dormía plácidamente y tan solo se despertaba para comer.

Charles acababa de irse a la fábrica para trabajar en el simulador, no sin antes traer el desayuno de una de las mejores pastelerías de la ciudad. Había comprado unos croissants de mantequilla que me quitaban el sentido cada vez que les daba un bocado. Eso sí que era empezar bien el día.

El timbré de casa sonó, y yo cerré los ojos con fuerza, temiendo que acabase con la tranquilidad de la que tanto estaba disfrutando. Pero no fue así. Fynn no se había percatado de aquel sonido. Suspiré profundamente antes de levantarme a abrir.

Y cuando lo hice tuve que sostenerme en el marco de la puerta para no tambalearme. Allí estaba Max. Después de casi una semana sin dar señales de vida, había vuelto. Lo había hecho sin avisar, pero había venido.

Durante los últimos días, yo ya había perdido la esperanza de que quisiese siquiera conocer al pequeño Fynn. En cierto modo, me había dado por vencida. Y no culpaba a Max. Entendía que no quisiese saber nada de nosotros. Entendía incluso que tampoco quisiese saber nada de su hijo. Yo había hecho todo mal, así que ni siquiera tenía derecho a reclamarle nada.

Pero aún así, después de todo el dolor, de lo mal que lo había hecho, allí estaba él; frente a mi puerta, con las manos metidas en los bolsillos, moviendo sus pies de manera nerviosa y mordiéndose el labio inferior.

-No sé si vengo en buen momento... -susurró cuando nuestros ojos se encontraron por primera vez.

-Sí, claro -respondí algo titubeante. -Charles acaba de marcharse a la fábrica.

-Lo sé. He estado esperando dentro del coche a que se marchase -respondió entrando en casa cuando yo me hice a un lado. El simple hecho de imaginar a Max dentro de su coche, esperando pacientemente a que el monegasco abandonase la casa para ser él el que entrase, me envió un escalofrío a lo largo de toda la columna. -Me gustaría hablar -dijo volteándose hacia mi cuando yo cerré la puerta.

-Claro -dije con un hilo de voz. Sabría que me costaría un mundo tener una conversación con él. No creía que jamás llegase a estar preparada para hablar abiertamente con Max. Después de todo el dolor, yo había perdido las ganas de luchar y él parecía haber perdido la esperanza.

-Siento cómo me marché cuando me dijiste... eso -se disculpó sentándose en el sofá, apoyando los codos sobre sus propias rodillas y entrelazando sus manos. Era más que obvio que estaba nervioso, que habría pensado en infinidad de ocasiones en cómo empezar aquella conversación.

-No tienes que disculparte. Entendí tu reacción -contesté sentándome yo también en el sofá, dejando una distancia prudente entre nosotros. Lo último que quería hacer era incomodarle.

The Fight | Max Verstappen & Charles Leclerc (Salvation Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora