XI.

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¿Estás bien?

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¿Estás bien?

Te noto raro.

Casi no has comido. ¿Qué te pasa?

¿Te encuentras mal?

¿Quieres ir al médico?

Todavía resonaban en mi cabeza las palabras de Annie. Había sido incapaz de contarle la verdad, de decirle que había estado a punto de caer en la tentación. Si no hubiese sido por Lexie, habría sucedido.

Pero lo cierto era que me sentía como una auténtica mierda. Ni siquiera era capaz de mirar a Annie a los ojos. Siempre que lo hacía, recordaba aquel momento con Lexie; aquel en el que habíamos estado a punto de ser los de hacía un año.

Y a pesar de todo el miedo, de lo complicado que era, estaba delante de su puerta una vez más. Quería ver a Fynn, pero también quería verla a ella. Sería inútil decir que no era así. Debía admitirlo de una vez por todas. Me moría por Lexie. Me moría por ella y por la familia que aún podíamos ser.

Toqué el timbre y esperé pacientemente a que me abriesen. Charles ya se había marchado. Había estado esperando dentro del coche a que él se largase para poder entrar en aquella casa. Charles y yo ni siquiera nos habíamos dirigido la palabra desde que me había unido a Ferrari.

La puerta se abrió, y al otro lado de esta apareció Lexie. En su rostro se reflejó la sorpresa al verme allí. Quizá no esperaba verme de nuevo tan pronto después de lo que había estado a punto de suceder la última vez que había estado en aquella casa. Hasta yo me sorprendía a mi mismo por el valor que le estaba echando a todo. En cualquier otro momento, o quizá con cualquier otra persona, no lo habría intentado. Con Lexie era diferente.

-Siento haber tardado. Estábamos en el jardín -se excusó echándose a un lado para dejarme pasar.

A paso rápido, se dirigió hasta el fondo del salón, allí donde había una enorme cristalera que, al abrirla, daba paso al jardín trasero de la casa. Allí estaba Fynn, sentado en una pequeña hamaca para bebés junto a la mesa donde su madre había puesto dos tazas de café.

-Hice uno para ti -me ofreció al sentarse. Le devolví una sonrisa, sentándome frente a ella.

Y entonces, después de mucho tiempo, hubo un silencio de los que incomodan de verdad, de los que temes romper por miedo a cómo pueda empeorar la situación. Miré a Fynn que, envuelto en una pequeña mantita azul, me miraba sonriente desde su hamaca. No lo pensé dos veces y lo tomé en mis brazos. Él era el único capaz de hacer que un día de mierda mejorase.

Y fue entonces cuando me fijé en ella; más concretamente en su cuello. Allí había una evidente marca de que ella y Charles se lo habían pasado bien las últimas horas. Aparté la mirada de inmediato, centrándola en el café que tenía sobre la mesa y que necesitaría para poder sobrellevar aquella mañana.

The Fight | Max Verstappen & Charles Leclerc (Salvation Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora