XXIII.

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Me aferré a la mano de Max mientras ambos sonreíamos como idiotas y él, de vez en cuando, escribía algún que otro mensaje en la pizarra que le había comprado el día anterior

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Me aferré a la mano de Max mientras ambos sonreíamos como idiotas y él, de vez en cuando, escribía algún que otro mensaje en la pizarra que le había comprado el día anterior. Como había imaginado, perdía la paciencia cada vez que intentaba hablar y no era capaz de hacerlo. El tubo del respirador había rasgado ligeramente su garganta y todavía le dolía al simplemente tragar la comida que le traían.

Y cualquier otra persona estaría hundida después de lo sucedido, pero él no parecía estarlo. Todo el rato sonreía y preguntaba cuándo podría ver de nuevo a Fynn. Habían sido tantas las veces que había insistido que le había pedido por favor a Juls que trajese al pequeño.

Y es por eso que, en cuanto vio entrar a mi amiga a la habitación con nuestro hijo en brazos, juro que se le iluminó la mirada y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. Durante los días que él había estado en coma, había pensado en aquel instante: en si sería posible, en si Fynn podría abrazar a su padre de nuevo. Así que ese día, viendo cómo Juls le entregaba al pequeño y él lo abrazaba mientras Fynn liberaba alguna que otra risa, tuve que morderme el labio inferior para no llorar.

Pero lo cierto es que ese día las lágrimas serían de alegría. Ya no había tristeza en mi. Ya no había lugar para ella. Porque los días en los que había pensado en todo lo que podría pasar, en cómo sería todo cuando Max despertase, había aprendido a relativizar. Todo importaba muy poco cuando lo mirabas en perspectiva. Quizá nuestra vida no era perfecta; quizá podríamos haber hecho todo de una mejor manera, pero estábamos juntos y aquello era lo más importante.

-Mi niño... -susurró con la voz ronca, haciendo que yo fuese incapaz de seguir conteniendo las lágrimas.

Fue entonces cuando Juls me abrazó y yo me dejé llevar. Simplemente lloré sobre su hombro, dejando salir todo aquello que había estado conteniendo durante días. Toda la presión, toda la ansiedad, la tristeza... Todo aquello empezó a salir mientras me abrazaba a ella con fuerzas.

-Ya está todo bien, Lexie... -susurró en mi oído mientras acariciaba mi pelo lentamente, dejando que me desahogase.

Y juro que no sé cuánto tiempo estuve así, porque cuando me di cuenta y Juls abandonó la habitación para irse a casa, ya era prácticamente de noche. Max en ningún momento había soltado a Fynn, ni siquiera cuando el pequeño tuvo que comer. Había sido él quien le había dado el biberón, quien le había quitado los gases y quien le había acunado en sus brazos hasta que se quedó dormido.

-Lex... -susurró Max con la voz todavía tomada, haciéndome un pequeño gesto para que me acercase a él.

Lo hice de inmediato, acariciando su cabello rubio, peinándoselo con mis propios dedos. Pude ver cómo cerraba los ojos, disfrutando de aquel gesto, de cómo sus mechones rubios se colaban entre mis dedos.

-Me voy a retirar.

Aquellas simples palabras me dejaron absolutamente congelada. No supe cómo reaccionar, qué decir ni qué pensar. Era como si mi cerebro no fuese capaz de procesar lo que acababa de escuchar.

The Fight | Max Verstappen & Charles Leclerc (Salvation Parte 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora