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Dos amigos con aspiraciones diversas, esos son Khaotung  de veintidós años y Mark de diecinueve, quiénes tienen sueños bastante ambiciosos pero poca suerte en sus vidas.

La de Mark es la de abrir su propio restaurante de comida rápida y la de Khaotung, la de llegar a ser un gran empresario, además de tener un gran coche y una enorme mansión con piscina

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La de Mark es la de abrir su propio restaurante de comida rápida y la de Khaotung, la de llegar a ser un gran empresario, además de tener un gran coche y una enorme mansión con piscina.

Mientras esperan a que sus sueños se cumplan, viven juntos en un apartamento de cincuenta y cinco metros cuadrados, por el que pagan un alquiler, más los gastos, en el que se les va la mitad de su sueldo de camareros.

...—Tengo que encontrar algo rápido, Mark... Si tengo que servir otro plato de esta asquerosa lasaña o tengo que dar más explicaciones a esos estúpidos clientes, me dará un infarto... Estoy harto de mentir con que la comida no es mala

—Que exagerado eres, Khao.. La comida no es tan mala, si te quieres quejar de algo, quéjate del sueldo... Eso si es una auténtica porquería

—¡Joder!, no me digas que has comido de la bazofia que servimos—habló exasperado el mayor—... ¿y aún respiras?.... Eres tremendo... buag...¡que asco!

—Pues si, la he probado y tampoco es tan asquerosa. Solamente es que las hay mejores—dijo tranquilamente  Mark encogiéndose de hombros.

—Bueno como sea...yo no me licencié en empresariales para acabar trabajando en esta mierda—gruñó Khaotung.

—Si lo sé, este empleo solo es  a la espera de algo mejor

—Si, así es pero eso fue hace seis meses pero ya me harté de esperar. Quiero que cambien las cosas

—¿Estás dispuesto a dejar esto y volver a pasarlo mal, mientras no encuentras algo?—preguntó asombrado Mark

—No, tendré que seguir hasta que encuentre algo pero sé que ahí fuera tiene que haber un lugar para mí... estoy seguro

—Bueno pues mientras buscas tu lugar, vámonos a casa que estoy muerto de cansancio, amigo

—Si vámonos, regresemos a nuestra pequeña y barata pocilga

El más joven sonrió resignado, ante las monótonas y desesperadas protestas del mayor.

—Realmente tú no has nacido para ser un hombre mediocre, ¿Eh?

Esa noche como muchas otras, Khaotung no pudo dormir, ya que no soporta vivir así, él creía que su signo en la vida era ser alguien importante.

Deseaba tener dinero, lujos, codearse con la clase alta y tener tórridos romances con celebridades​ del mundo de la televisión, de la moda o del cine.

Se negaba a aceptar su vida pues el ser un triste don nadie que trabaja de camarero de un asqueroso antro y mal vivir en una caja de zapatos, no iba con su persona pero era lo que se podía permitir.

Estaba dispuesto a hacer lo que fuese necesario para llegar a lo más alto y no le importaba mentir o pisotear a más de uno para alcanzar esa deseada oportunidad.

Sin embargo, cada vez que había intentado conseguir un puesto a medida de lo que había estudiado, tras acabar la Universidad con muy buena nota, nadie le había dado la oportunidad.

...- Maldita sea, mañana me compraré todos los periódicos que me alcance el dinero que me queda en la cartera y buscaré un empleo acorde a mis sueños. Nada de camarero, ni barman, tampoco dependiente, ni repartidor, ya he pasado por todos esos empleos y no me han acarreado más que acabar con dolor de espalda y nada ahorrado.

Al abrir el día, este bajó a la calle y se compró un ejemplar de cada periódico que había en el quiosco y luego tras regresar a casa, se sentó en el sofá para buscar con ansias ese empleo que lo estaba esperando y entonces rodeó unos cuantos que le interesaron para después visitarlos.

Así estuvo quince días en los que no encontró nada que no fuese como becario en una empresa de cosméticos, unos cuantos como chico de los recados en empresas de telecomunicaciones o uno como guía de un museo, nada que le convenciese de aceptar, ni nada que le abriese las puertas a sus sueños.

Finalmente, luego de ese tiempo ya no tuvo  más dinero pero encontró tres que pintaban bien pero cuando acudió a las entrevista, en uno pedían experiencia, en otro no daban opción de ascenso y en otro eran muchas horas para lo que pagaban... nada mejor que lo que ahora tenía.

Finalmente tendría que aguantar más de lo pensado en el restaurante de Will Sailim, un chef venido a menos tras el fallecimiento de su mujer, la cual era quien realmente llevaba el negocio.

Ese era el infierno diario de Khaotung, quien estaba perdiendo la esperanza de obtener algún día el trabajo deseado y vivir al fin como creía merecerse.

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3. El nuevo secretario - FirstKhao - 1era Parte TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora