Epílogo

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Orión

Han pasado dos semanas desde que llegamos a la cúpula. Miles de agujas, sueros, doctores, exámenes y medicamentos han entrado y salido de esta habitación sin parar. Tanques de oxigeno, muestras de sangre, tapabocas. El olor a limpio y alcohol ya comienza a cansarme, y ni hablar de lo serios que son los doctores. No quiero ni imaginar cómo ha sido para Iris todo este proceso de desinfección y cuarentena.

Dos semanas sin verla, sin escucharla, sin saber si está bien. Catorce días sin dormir por el remordimiento de que la traje sin querer a un lugar peligroso y completamente hostil para ella. Podrían estar experimentando con ella en este momento, torturándola o quién sabe qué. He estado postrado en esta cama por todo este tiempo, pero no me he rendido. Fingí que me sentía bien para salir a caminar por el área médica y poder verificar que estuviera bien, pero como era de esperarse los guardias me devolvieron de inmediato. Los doctores dicen que la enfermedad está muy avanzada en mi sistema y que debería mantenerme en reposo, además, que pude haber contraído alguna otra cosa en mi tiempo afuera de la cúpula que podría suponer un peligro para los Nero.

A mi la verdad no me importa un carajo, necesito ver a Iris lo más pronto posible.

Al inicio de la cuarentena, el abuelo me prometió que vería a Iris inmediatamente se acabara el tiempo de desinfección, pero nunca comentó cuánto tiempo tendría que esperar. Tengo muy buena paciencia, eso lo acepto, pero dos semanas sin que me digan ni una sola información sobre Iris, ya comienza a desesperarme.

Por el televisor se reproduce un programa de lo más aburrido, cuando uno de los doctores entra a la habitación, se acerca a los aparatos conectados a mi cuerpo y revisa unas cuantas cosas. Sé que esto tomará tiempo. Son demasiados cables por todo mi cuerpo, uno para cada parte vital: cerebro, pulmones, corazón, sangre, riñones, estómago e incluso en la herida de mi abdomen.

Paso los canales sin mucho interés mientras el doctor hace su deber. Me detengo en el que proyecta la película de Enredados y no puedo evitar sonreír al recordar que uno de los primeros datos que Iris me dijo sobre ella, fue el de su cabello. Bromeé con él parecido a la película y ella no entendió ni una sola cosa de lo que dije.

Conforme avanza la película, mi sonrisa se hace más y más notoria, y ni hablar de la del doctor, quien detiene el chequeo para observar la película. Claramente no lo voy a delatar u obligar a continuar con su trabajo, a lo mejor no tiene mucho tiempo de descanso.

-Es buena, ¿cierto?- comento.

-Si, era la favorita de mi hija- dice sin borrar la sonrisa de su cara.

Él continúa con su trabajo y en cuestión de minutos se levanta de la silla y cierra el cuaderno de anotaciones.

-Con respecto a la desinfección, todo está perfecto- dejo de observar la película y le presto completa atención- Pero debes continuar en cuarentena, Orión. La enfermedad no mejora y...

No continué escuchando. Sé lo que significa, tendré que quedarme más tiempo aquí, recibir tratamiento que no sirve y esperar por la esperanza de que hallen la cura antes de que muera. Tal vez ahora sería rápido gracias a que tienen a Iris, pero no puedo permitir que la drenen por salvarme. Nunca me lo perdonaría.

Así que me incorporo en la cama y comienzo a arrancarme todos los cables y agujas de mi cuerpo. El doctor a mi lado se asusta de inmediato.

-Orión, no puedes salir- dice contundente.

Sus palabras solo son ruido para mi. Tengo que ver a Iris ahora, verificar que no estén experimentando con ella y hacerle prometer que no hará nada estupido por salvarme.

Bajo de la cama demasiado rápido y un mareo repentino me hace caer al suelo, pero me incorporo de inmediato. Ni siquiera me coloco los zapatos, salgo disparado de esa habitación sin importarme que el doctor esté llamando a los guardias.

Recorro todo el área médica, interrumpo pacientes, exámenes, tomas de sangre y por poco operaciones en proceso. Esquivo enfermeras, doctores, guardias y hasta sillas de ruedas pero sigo sin encontrar a Iris.

En una de mis tantas huidas, volteo en un pequeño pasillo y me escondo en un cuarto de aseo para tomar aire. La enfermedad ha llegado por completo a mi pulmones y cada vez estos funcionan peor. No puedo respirar. Trato de buscar algún tanque de oxígeno de emergencia aquí adentro pero me es imposible. Solo hay implementos para limpiar.

Me siento y comienzo a controlar mi respiración. Poco a poco, mis pulmones comienzan a llenarse de aire nuevamente y sin gastar más tiempo valioso, salgo del cuarto y comienzo a buscar en las habitaciones del pasillo.

Casi al final del pasillo, entro en una habitación completamente oscura, la cama está rodeada por una cortina blanca y el aire se encuentra más frío de lo normal. Me acerco a la cortina, la muevo y ahí está. Su cara se encuentra serena y tranquila, nada de ceño fruncido por pesadillas. Hay cicatrices reemplazando las heridas de las aventuras que tuvimos y sus pecas son más notorias por el frío.

No quiero despertarla pero necesito hablar con ella antes de que me encuentren.

-Iris...- digo en voz baja.

Ella abre los ojos lentamente y se incorpora en la cama.

-¿Si?

-Que alivio que estés bien, pensé que te estaban haciendo exámenes o algo peor.

Una sonrisa tímida se asoma por su rostro.

-Gracias, pero, ¿cómo sabes mi nombre?

- ¿A qué te refieres? Soy Orión, ¿no me reconoces?

Ella niega con la cabeza. Estoy completamente confundido, entiendo que la enfermedad me haya cambiado un poco la apariencia física, estoy más delgado y mi piel es mucho más pálida, pero no soy una persona diferente.

-No conozco a ningún Orión, lo siento- suelta y mi mundo se viene abajo. 

*....*

Ahora si, nos despedimos de Sin Rastro 1, pero como podrán ver habrá segunda parte, así que tendremos mucho más de Iris y Orión, y quien sabe, tal vez de otros personajes. 

Les agradezco de ante mano el inmenso apoyo que me han dado con la historia, espero les haya gustado demasiado. No fue fácil escribirla, la imaginación no fluía en ocasiones pero logramos culminar de la mejor manera.

Hasta el próximo libro XOXO

Sin RastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora