Capítulo 1 (Los sueños son solo eso, sueños)

157 39 37
                                    

Me cuesta respirar, no veo nada y el calor que emana de mi cuerpo es repugnante. Elegí el peor lugar para esconderme de ese desagradable animal, pero ante la supervivencia todo es válido. Me encuentro debajo de un puñado de rocas suplicando para que no me encontrara, aunque bueno, en un desierto no hay muchos lugares para esconderse y los animales son listos, muy listos a mi parecer.

Solo es cuestión de segundos para sentir como su pesado cuerpo se posa sobre la roca encima de mi cabeza. Trato de moverme para escapar pero me es imposible, es como si mi cuerpo fuese una estatua. Paralizada por el miedo, escucho y siento como las pesadas patas del animal caminan hasta encontrar un punto débil de la roca para romper.

Todo en mi campo de visión se vuelve nublado ante la repentina y abrupta ruptura de la parte superior de la roca. Mi cuerpo continúa aún sin responder y mi inminente destino se acerca. La palabra corre es lo único que se cruza por mi mente en estos momentos y el miedo se incrementa en cuánto escucho los alaridos del animal; sonidos extraños mezclados entre aullidos y sufrimiento humano. No sé si es un animal o un genocidio lo que tengo encima. Es aterrador. Y en cuanto el animal aparece por el agujero todo se torna negro y siento como el alma sale de mi cuerpo.

Me levanto sobresaltada, bañada en sudor y con la respiración agitada. Miro a todos lados para cerciorarme de que la criatura no fuese real. Tengo los ojos desorbitados y el corazón a punto de salirse de mi propio pecho, me obligo a calmarme y recordarme de que solo ha sido una pesadilla, una de las tantas que tengo todas las noches.

Después de todos estos años sigo sin encontrar una razón lógica de por qué siempre tengo que despertar de esta manera. He enfrentado tantos animales evolucionados y mutados por los desastres naturales, que ya nada me da miedo. Pero por algún motivo, mis sueños se tornan en pesadillas repugnantes que exploran todas y cada una de las diferentes posibilidades de muertes que pueden suceder por culpa de los animales y está, en definitiva, ha sido de las más fuertes hasta ahora.

Sin aún poder regular mi respiración, me siento sobre la orilla de la cama, cierro los ojos y me concentro en mi entorno. La sábana tiene una textura grumosa con ciertos hilos sueltos. Mi cabello rojizo, agarrado en una coleta casi desecha, toca mi espalda y parte de mi cara. Todo mi cuerpo se encuentra frío y sudoroso haciendo que la ropa se pegué a mi piel. Con la planta de mis pies puedo sentir que el suelo está frío, sucio de polvo y con algunas pequeñas piedras. El colchón se hunde cada vez más con cualquier mínimo movimiento que hago, pero eso es por la vejez. El viento entra por las ventanas rotas y puedo asumir que levanta las pequeñas telas que están ahí para cubrir la luz. El olor a viejo del edificio impregna la habitación y el ruido de las personas afuera empezando su día me trae por completo a la realidad.

Teniendo en cuenta las cosas que me rodean, abro los ojos y comienzo a hacer una lista mental de seis verdades para terminar de calmarme.

Es de día.

Estoy despierta.

Los sueños son solo eso, sueños.

Nunca hubo una criatura encima de mi.

Los animales no pueden imitar el sufrimiento humano.

Si no me muevo ya, llegaré tarde.

Y con eso, finalizo mi relajación con el corazón y la respiración más estable. Sin darle más importancia a mi pesadilla, me levanto y me preparo para salir.

Camino hasta el pequeño armario viejo y desgastado que está a un costado de la habitación, junto a otras cajas llenas de chatarra que traigo del trabajo. Saco mis botas y guantes de cuero, una blusa y pantalones frescos, adiciono telas delgadas sobre mi cabeza para contrarrestar mi cabello rojizo con la brillante luz del sol y partes del cuerpo que la ropa convencional no alcanza a cubrir. Me aseguro de llevar gafas, mascarilla para respirar y mi navaja en caso de que tenga que defenderme.

Sin RastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora