Capítulo 4 (Cuida lo que dices)

66 27 25
                                    

Al día siguiente, nos arreglamos para salir de casa y empezar con lo que pronto sería nuestra rutina por varios días. Preparamos nuestras maletas con prácticamente nada ya que el proveedor nos dará todo lo que necesitamos, aun así, empacamos unas cuantas botellas con agua y suficiente carne seca para una semana. Damen agregó su navaja de la suerte y Max unas cuantas vendas.

Aunque ayer había logrado calmarme un poco, hoy continuaba aún un poco ansiosa. Es difícil dejar de pensar que esta puede ser una de mis últimas misiones, la posibilidad de morir en está es mucho más alta que en cualquier otra misión que he estado y el simple hecho de que nadie vuelve del Bosque Gris me pone los pelos de punta. No quiero ser otra historia más donde alguien no sobrevivió. Además, puede que mi vida sea un asco trabajando en el Hueco y puede que seguir siendo esclava del Tío sea una tortura, pero enserio ansío con el alma algun día ser libre de él, de mis pensamientos y de perseguir la verdad sobre la muerte de mi padres. De igual manera deseo que Max y Damen vuelvan con vida. Seré su líder en esta misión, su vida está en sus manos y no soportaría sobrevivir y que ellos no lo logren.

Salimos del apartamento, bajamos por las escaleras contra incendios hasta la calle y comenzamos a adentrarnos a la Ciudadela caminando bajo el picante sol de la mañana. Llevamos con nosotros máscaras para respirar en caso de alguna tormenta de arena y telas que nos cubren el cuerpo de los rayos del sol. Sin importar que solo hace unas horas amaneció, el calor y la sensación de pesadez en el aire son insoportables.

Después de la casi destrucción de toda la humanidad, se pensó que la tierra se reconstruiría por sí sola, equilibrando todo en su interior, desde seres vivos, hasta el ambiente y los desastres naturales. Todo volvería a su normalidad. Pero ya han pasado mil años y, en realidad, todo sigue empeorando. Es posible creer que antes de que todo mejoré tendrán que pasar algunas catástrofes peores, podría decirse que es todo lo contrario a la frase célebre "la calma después de la tormenta", aquí es tormenta tras tormenta y nada de calma a la vista.

Aun así, los seres vivos hemos logrado adaptarnos a estos cambios drásticos, algunos mejor que otros. En el desierto, por las noches las temperaturas pueden llegar hasta casi menos diez grados bajo cero y en el día éstas pueden superar los cincuenta grados. Aquí tenemos diferentes estrategias para combatir las fuertes temperaturas, ya que se presentan más muertes por cambios climáticos y de supervivencia, que por ataques de animales.

Del océano no puedo decir mucho, los Nero son protegidos por una cúpula que sobresale de la superficie del agua. Su aire, agua, comida y cualquier otro suministro son artificiales. Nunca se les ve salir, ni pescar, ni abrir una puerta para recibir aire fresco. Básicamente viven en una cárcel de cristal. Las únicas veces que hacen presencia en el desierto, son para investigar o tomar muestras del terreno, pero nunca lo hacen por mucho tiempo. Así que, si esta vez están buscando algo en el Bosque Gris es porque es muy importante como para arriesgar la vida de sus soldados por tanto tiempo fuera de su cúpula, lo cual, me inquieta aún más.

***

Entre más nos alejamos de la Ciudadela, a Max se le notaba más confuso. Por algún motivo ha llegado a la conclusión de que conseguiríamos nuestras armas en el Hueco y, bueno, es entendible que no conozca al proveedor, pues es básicamente un secreto para el resto del desierto. Pensé en explicarle a Max a dónde nos dirigimos pero sus expresiones de confusión me traen cierto goce, así que decido mejor esperar. Damen, por supuesto, ya sabe hacia dónde nos dirigimos, es un camino bastante conocido para los dos, además el proveedor y él son buenos amigos, gracias a que nos entrenaba de pequeños.

<< Damen lleva media hora intentando aprender una patada sencilla, pero cada vez que trata cae al suelo sin pegarle al tronco del árbol grande y seco que tiene enfrente. Al principio, yo era su objetivo, pero después de treinta intentos, decido sentarme y observar cómo Kiyoto corrige su patada una y otra vez.

Sin RastroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora