Capítulo 18

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– ¿Qué pasa? –

Alec frunció el ceño, viendo como el brujo se apretaba el puente de la nariz, como si le doliera. Algo que Alec ya había notado días atrás.

– Estoy bien...–

– No me digas que estás bien, Magnus, – Alec le interrumpió, mirándole a los ojos desde el otro lado del sofá. – Has estado evitándolo desde hace algunos días, cuando te pregunto que pasa. No me dices que pasa. –

– Alexander, estoy bien, – Magnus insistió. – Solo es un dolor de cabeza. Que viene y va, nada serio. No tienes que preocuparte. –

– Bueno, pues voy a preocuparme, – Alec dijo, dejando la tableta y prestando completa atención a Magnus. – Esta es la primera vez que mencionas un dolor de cabeza desde... que te conozco. Quizá Catarina pueda ayudar. –

– Cariño, aprecio tu preocupación, pero estoy bien, – Magnus repitió, sentándose sobre el regazo de Alec. – Solo es un dolor de cabeza, nada más. Aunque es muy lindo que te preocupes por mi, – dijo, acariciándole el cabello.

– No intentes cambiarme de tema, – Alec dijo, apretando las caderas de Magnus. – Estás escondiéndome algo, y lo sabes. –

Magnus suspiró de nuevo. – Estoy intentándolo, Alexander. He pasado siglos escondiéndome de la gente, solo mostrando una parte de mi. No me va a salir todo bien a la primera solo porque... estamos juntos. –

Alec acarició la mejilla de Magnus. – Lo siento. No espero que lo hagas todo bien. Solo quiero que hables conmigo, que arreglemos las cosas juntos, – Alec se sintió culpable por como le había exigido hablar. – Cariño, es solo que si estás enfermo o algo...–

– ¿Qué puedo hacer para probarte que estoy bien? – Magnus dijo, cerrando los ojos y recargando su frente contra la de Alec. – Que solo es un molesto dolor de cabeza. No me hagas tener que amarrarte para distraerte, – Magnus bromeó, desabotonando el primer botón de la camisa de Alec. A pesar de sus preocupaciones, la respiración de Alec se aceleró. – Parece que te gusta la idea. –

– Jódete, – Alec jadeó.

Magnus desabotonó el botón, y besó los labios de Alec. – Me gustaría hacerlo. –

Magnus chasqueó los dedos, haciendo que Alec cayera sobre unas almohadas, y Magnus arriba de él. – ¿Puedo amarrarte, Alexander? – Magnus tomó las manos de Alec y las puso sobre su cabeza.

– Si, – Alec contestó inmediatamente, besándole. Sintió como Magnus sonreía, antes de que la ropa de Alec desapareciera. Un momento después, Magnus apareció unas cuerdas de seda alrededor de las muñecas de Alec, sujetas a la cabecera.

– ¿Cómo se sienten? – Magnus preguntó, acariciando el pecho desnudo de Alec.

– Bien. No están muy apretadas, – contestó con la polla dura de la excitación.

– También quiero amarrar tus piernas, cariño, – Magnus dijo, abriéndole las piernas, y mirándole a los ojos.

– Como tu quieras, – Alec contestó, sin voz. – Pero... ¿para qué? – Alec masculló, viéndole con duda

– Me gustaría ver cuanto puedes aguantar, cariño. Quiero ver cuanto puedes aguantar con mi boca, mis manos, mi polla. Quiero ver cuantas veces puedes correrte. –

Alec estaba completamente duro. Quería todo eso. – Si... si... puedes atarme. –

Magnus sonrió, conjurando otras cuerdas de seda y amarrando las piernas de Alec a la cama, abiertas para él. Alec estaba más que sonrojado, encontrándose tan expuesto a la mirada de Magnus.

Deseo (Malec +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora