Gina
Gina miró el rostro de su prometido con impaciencia. Que Edward no hubiera apreciado lo hermosa que se veía no importaba, él no era nadie para ella. Pero en cambio, Chris sí que tenía buen gusto, siempre hacía algún que otro comentario sobre lo que vestía. Seguro que su silencio aquel momento se debía a que estaba buscando la forma más romántica de halagar a su princesa...
—¿Qué demonios llevas puesto? —es lo que salió de su boca.
—¿Perdón? —respondió Gina extrañada, ya que pensó que no había escuchado bien.
—¿Qué haces llevando ese vestido? Por favor Gina, eres una princesa. Deberías ir más elegante no tan...
—¿No tan... qué?
—Tú sabes a lo que me refiero. Apuesto a que ni siquiera llevas cancán. Y el corsé no se ve demasiado ajustado... ¿Es que Emy no estaba para atenderte o qué?
Gina recordó que fue Christian quien recomendó a Emy para ser su sirvienta. Dijo que ella era alguien con mucho gusto. Pero a Gina sí le gustaba aquel vestido, ella sí se veía bonita...
Quizás no tengas buen gusto.
¿Había sido mala idea confiar en Beatriz? ¿Qué había de malo en la ropa que había elegido?
—¿No crees que me veo bien? Como... una noche estrellada. —Gina bajó la mirada hacia su falda, muerta de vergüenza.
—¿Qué tendrán que ver las estrellas con la ropa...? —dijo Christian suspirando —Mañana quiero que ese vestido desaparezca.
Gina se sentía abochornada, no había causado la impresión que esperó... Y Christian se dio cuenta del cambio de actitud de Gina por lo que, sujetando delicadamente la barbilla de la princesa, añadió con un tono más suave: —Pastelito, esa ropa hace que parezcas una cualquiera. Hazme caso, te ves muchísimo mejor en los vestidos que sueles llevar. Los volantes y encajes son lo que deberías llevar una princesa.
Gina, sintiendo aquello como un gesto de cariño, asintió en silencio. Christian se preocupaba por su imagen. Tenía razón: la princesa no podía vestir como alguien cualquiera.
—Gracias por las rosas —susurró.
—Un mero detalle. Y bien, ¿has tenido noticias sobre el asesino? ¿ese guardaespaldas tuyo va a quedarse mucho más?
—Hasta que padre no lo vea adecuado, supongo que seguirá conmigo —contestó Gina fríamente, al recordar su última interacción con Edward. —¿No podemos cambiar de tema? Hablemos sobre nosotros.
—¿Nosotros? Hasta que ese guardia no desaparezca, no tenemos demasiado para hablar. Quizás con un poco de suerte la próxima víctima sea él...
—¡Christian! ¡No digas eso! —exclamó Gina, nerviosa.
—Tú no debes decirme lo que puedo decir o no. Además ¿a ti qué te importa? ¿Acaso ahora aprecias más a un guardaespaldas que a mí, tu futuro marido? ¡¿Si la víctima fuese yo no te importaría?!
Christian había ido aumentando el tono a medida que hablaba a uno más amenazante, además estaba muy cerca de Gina y le había agarrado de la muñeca, obligándola a prestarle atención. Gina sentía su agarre, cada vez más fuerte. No sabía cómo podría controlar la situación.
—Claro que me importaría si alguien tratase de hacerte daño... No deseo eso, solo quiero que seas feliz. Yo...
—¡Eres tú la que me hace daño!. Pasando tiempo junto a otro hombre no me haces feliz. Gina ¿No lo logras comprender? ¡Ni siquiera has sido capaz de decir que me quieres una sola vez! ¿A qué estás esperando? ¿a decírselo a él? —el agarre hacía mucha presión.
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La corte de los traidores
RomanceEn el reino de la Aurora, la vida de Gina parece una utopía: un inminente matrimonio con el amor de su vida, la adoración del pueblo y una felicidad aparentemente inquebrantable. Sin embargo, bajo la brillante superficie de su mundo perfecto se esco...