Edward
"...Buenas tardes, la veré en el almuerzo."
El General admitía que no había tenido un buen comienzo con la princesa, la misma a la que iba a tener que proteger a partir de ahora, siguiéndola como si fuera su sombra. Pero Edward no iba a arrepentirse de su actitud, cuando podía verse tan claro como el agua que la princesa era arrogante como ninguna otra. Pero quién iba a culparla, toda la alta nobleza del reino se creían muy superiores al pueblo.
Toda la alta nobleza menos...
Su despedida con la princesa le importaba muy poco a Edward, lo único en lo que podía pensar era en las palabras del rey.
¿Un asesinato a un Conde? ¿por qué?. Y más importante ¿qué Conde?
Edward caminaba a grandes zancadas por Palacio, pero la impaciencia le pudo y en cuanto creyó oportuno echó a correr, atravesando los enormes portones de entrada al castillo y llegando rápidamente a las caballerizas, en las que velozmente ensilló a su caballo, uno de los más rápidos de la Aurora, y retomó su camino perdido en sus pensamientos.
Había como cinco Condes en la Aurora, quizás su Majestad se llevaba bien con todos ellos... No tenía por qué ser él... No podía ser él...
"¿Pero y si ha sido él?"
Edward creía en el destino. Creía en la gente buena, por eso no podía concebir que a él le hubiera pasado algo... Simplemente, no podía aceptarlo.
Continuó cabalgando hasta que, sumido en una profunda preocupación, llegó al lugar que buscaba. Un sitio envuelto en una calma demasiado inquietante para el bullicio al que tenía a Edward acostumbrado: La mansión del Conde más poderoso de la Aurora.
La mansión de su abuelo.
Dejó a su corcel atado en la argolla de la entrada, como de costumbre hacía, y se encontró las verjas abiertas, esperando a que el general entrase. Al hacerlo, continuó con sus buenas costumbres limpiándose el barro de los zapatos, antes de poner un pie sobre la moqueta, que poseía una leve capa de polvo, indicando que hacía unos días que no se limpiaba.
"Igual que hacía unos días que Edward no visitaba a su abuelo. Estaba tan ocupado comandando..."
El joven General comenzó a impacientarse. ¿Por qué no había nadie en la casa? ¿Dónde estaban todos los sirvientes del Conde, para decirle que todo estaba bien? ¿Por qué Edward no pudo hacer nunca un hueco para visitar a su abuelo?
Su nerviosismo no hacía más que aumentar. Su corazón latía ferozmente, y comenzó a vociferar.
—¡¿Hay alguien ahí?! —gritó con toda la fuerza que su desesperación pudo darle —¡Abuelo! Abuelo dónde está... —sollozó. —¡Si hay alguien en la casa, más te vale salir si no quieres vértelas con...!
—¿Mi General? ¿qué hace usted aquí? —dijo de repente una voz joven a la espalda de Edward.
El General se volvió para descubrir a uno de sus soldados, a quién desesperado, le pidió explicaciones.
—Señor... hallaron el cuerpo de el Señor Conde hace unas jornadas. Tenía noticias de que su Majestad se lo dijo... Pero desconocía que tuvierais parentesco. —tras un incómodo silencio, el joven soldado no supo mas que decir un vacío "Lamento mucho la pérdida, mi General."
Pero Edward ya no escuchaba más que un difuso murmullo. No pudo remediarlo y calló de rodillas a la moqueta, sintiendo un dolor tan profundo en su pecho que no le dejaba respirar. Sentía que se ahogaba con sus propias lágrimas, que era un peso que se sumergía en un oscuro mar, de camino a tocar fondo.
Creyó escuchar cómo su soldado le ofrecía ayuda, preocupado. Pero Edward, sin saber cómo reaccionar, le gritó que se marchara, que le dejase hundirse solo en su miseria. Y su soldado obedeció resignado.
Luego sintió sus pasos alejarse, y cómo se cerraba una puerta tras un crujido. Y al fin se vio solo, completamente solo. Y tras una sacudida, no pudo reprimir más esos sentimientos que habían comenzado a atascársele en la garganta para prohibirle respirar. Y aquel joven y valiente General lloró, lloró para tratar de librarse de aquel horrible dolor que le tensaba el cuerpo y le nublaba los sentidos, y para acabar con un sentimiento tan nuevo como horrible que comenzaba a hervir en su interior: se sentía deseoso de venganza. El General estaba desolado. Sabía que el soldado probablemente iría a su casa, a charlar contrariado con su familia sobre lo que le había ocurrido con su General. Pero Edward no podía. Ahora estaba completamente por su cuenta, privado de la única persona que en algún momento se preocupó por él. Y todo por culpa de un bastardo... Un bastardo que Edward juró en silencio encontrar, y hacer pagar por haberle arrebatado la única familia que tenía.
"Levántate. Lucha por él"
Su corazón parecía querer regodearse en su pena, pero sin atenderle, Edward se incorporó despacio, y se limpió las lágrimas con el puño. Debía obedecer a su cabeza, porque ahora no solo tenía que proteger a la princesa, sino que tenía que iniciar una investigación.
Tenía que cazar a un asesino.
...
Este capítulo es bastante más cortito que los anteriores, y no descarto la idea de actualizarlo próximamente, para añadirle más detalles y matices.
Pero la idea general de esta parte es lo que has leído. ¿Qué te parece? Yo creo que Edward se está metiendo en terreno pantanoso con esa investigación...
Así termina este ss, nos vemos la semana que viene con otra actualización!
Un abrazo, Carla <3
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La corte de los traidores
RomantizmEn el reino de la Aurora, la vida de Gina parece una utopía: un inminente matrimonio con el amor de su vida, la adoración del pueblo y una felicidad aparentemente inquebrantable. Sin embargo, bajo la brillante superficie de su mundo perfecto se esco...