Edward
El General no podía dejar de fantasear con el rostro de Gina antes de bajarse del carruaje. Esa expresión tan hostil, ese descaro al rechazar nuevamente su mano...
Pero antes de aquello, ella misma había tratado de conversar con él.
¿Quería o no la princesa relacionarse con alguien como Edward? Ya ni él mismo estaba seguro de si había actuado bien, pero aún seguía tratando de convencerse a sí mismo de que tenía que alejarse de Gina.
—Es egoísta y presuntuosa. Una niña mimada
Pero también se ve tan bonita cuando está tranquila...
—Pero eso no cambia nada. Además, está prometida. Y no puede hacer nada para agradarme. Ella es simplemente trabajo.
¿...Trabajo?
—Trabajo. Sólo eso.
Tras aquella corta conversación con su subconsciente, el General sacudió la cabeza, como tratando de deshacerse de aquellos pensamientos. Volvería al castillo a seguir investigando, y luego regresaría a por Gina sin mediar palabra con ella. Un plan sin fisuras.
O quizás sí había una. O incluso dos.
Al pasar por la habitación de la princesa, mientras iba en dirección al despacho donde había iniciado su búsqueda, escuchó unas voces femeninas que se colaban bajo la puerta. Alguien estaba discutiendo.
Edward se planteó el entrar de golpe para poner orden allí dentro, pero de pronto, escuchó una noticia que le impactó.
—¿Por qué has vestido así a la princesa, pordiosera? ¿Acaso no sabes que a su prometido no le gusta que vista así? ¡¿Y tú pretendes trabajar para la princesa sin saber información tan importante?!
—Sé muchas cosas Emy. —respondió la otra voz, pausada. —quizás sea nueva dentro de Palacio, pero fuera de estos muros los rumores vuelan ¿sabías? Por ejemplo, se dice por ahí que le tienes envidia a tu princesa, y yo creo que debe ser cierto para vestirla como a una niña pequeña... Se dice también que estás cansada de vivir a su sombra, de servirla... ¿Qué no harías para por fin ser tú quien reciba la luz, verdad? Por ejemplo... un escándalo. O no. No serías capaz de llegar a tanto... ¿Cierto, Emy, que tú nunca estarías envuelta en nada relacionado con el prometido de tu princesa?
—No hables de lo que no sabes... —siseó Emy bajando el tono.
—Oh, créeme. Sé perfectamente de lo que hablo.
—¿Acaso crees que vas a poder extorsionarme, nueva? Tú aquí no eres nadie... Más te vale mantener la boca cerrada o me encargaré de que vuelvas al agujero de donde has salido.
Bea, en lugar de dejarse intimidar, esbozó una sonrisa nada acorde a sus dulces rasgos, y en voz firme, declaró: —Si ya logré escapar de "ese agujero" una vez, no dudes de que seré capaz de volver a hacerlo. Más te vale dejar a Gina tranquila.
Y dicho aquello, Bea comenzó tranquilamente a organizar el dormitorio, mientras Emy salía de allí hecha una furia. Pero al abrir violentamente la puerta, la sirvienta se encontró con el General, el cual la miró con espanto. ¿Que ella qué? ¡¿Que el prometido de Gina qué?!
Tengo que ir con ella.
Dejando a la sirvienta asustada, pues no sabía cuánto había escuchado el General, Edward salió disparado, para llegar junto a la princesa lo antes posible.
—No debí de haber sido tan cortante con ella. Ninguno de mis problemas son su culpa... Suficiente tiene ella con ese desgraciado de su prometido...
Prometo que yo te protegeré, princesa.
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La corte de los traidores
RomanceEn el reino de la Aurora, la vida de Gina parece una utopía: un inminente matrimonio con el amor de su vida, la adoración del pueblo y una felicidad aparentemente inquebrantable. Sin embargo, bajo la brillante superficie de su mundo perfecto se esco...