Lección 26: Hojas de otoño

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Maratón 9/10 🐰

Aun no puedo creer lo que acaba de suceder. Aun no creo que haya podido ser tan cruel pero…Muerdo mis uñas al punto de hacerme daño. Estoy desesperada y marco el número de Mei y de Aaron a la vez.

Ha salido mal, ha sido un desastre, no sé qué pensar y la tomo con el espejo de mi cómoda. Hace solo unos minutos él estaba aquí. Hace solo unos segundos yo era feliz pero ahora…ahora después de haber dicho esas palabras, después de haberlo alejado de mí casi sin una explicación…después de haber discutido y gritado hasta enrojecer los dos.

Ahora ni siquiera astillar el espejo y arrancar las cortinas va a servirme de consuelo. Me dejo caer sobre la alfombra de rodillas. Las esquirlas de cristal se adhieren a mi carne pero eso solo es un leve cosquilleo en comparación con la maza que ha quebrajado mi alma.

Me abrazo a mí misma, pues tengo demasiado frío. ¿Por qué, por qué tuve que decirle así? Me recrimino mientras el lejano tono de mi celular indica que alguien ha dado con mis llamadas. No me importa y sorbo más lágrimas mientras me dejo caer finalmente sobre la alfombra. Me niego a cerrar los ojos mientras recuerdo su rostro a la perfección.

—Todo estará bien. Solo serán dos semanas, nena. No tienes por qué estar así. Sabes, he estado pensando en el fin de semana que tendremos libre ¿Qué te parece si nos escapamos a Japón? Sí, nunca has ido y en este tiempo todavía están en hanami, será genial ver los cerezos contigo. También podemos…

Él seguía haciendo planes que yo me encargaría de retorcer en cuanto el avión despegara de Seúl. Por eso tragué el nudo que desde la mañana se había formado en mi garganta y traté de no decirle, al menos no ahora.

¿Y ya le dijiste? ¿Vas a permitir que crezca una mentira de ese tamaño? Te harás más daño ocultándoselo.

Las palabras de Mei y de mi hermano volvían como hachazos a mi cabeza. No podía, era injusto verlo haciendo planes, deseando un futuro que yo no podría darle ni en millón de años.

Si amas de verdad no te importará destruir por amor.”

Otra fase, otras voces, el rostro de mi madre, mis manos ensangrentadas, la oscuridad. Los ojos morenos de él. Sus manos sobre mi cuerpo. La noche en el centro comercial, el día que nos conocimos. Todo como un batido de flashes y sentimientos diseñado para hacerme morir.

—No.

—¿Eh? Disculpa nena, pero no entiendo qué…

—Es simple—dije zafándome de su abrazo y tratando de parecer firme cuando me desmoronaba por dentro—No iré contigo a Japón ni a ningún lugar después de hoy. Nuestro camino termina aquí. Simplemente se acabó.

Veo la palidez contorsionar sus facciones. Hay un momento en el que tratamos de articular palabra pero nuestro cuerpo no reacciona. Queremos quedarnos al lado de la persona que amamos, pero no lo decimos. Queremos gritarle que pare de hacernos daño pero no lo hacemos. Nuestras articulaciones se paralizan, nuestro raciocinio se lo traga la tierra. En fin, nos convertimos en piezas de lego que abandonan el puzzle de un solo golpe. Perdóname, por favor.

—Nena…yo… ¿Qué hice mal? Fue por lo de hoy. Le pediré perdón a Rapmon, de rodillas ¿Fue Aaron? ¿Es tu padre? Haré lo que sea, solo déjame…no digas de nuevo que…

Negué mientras peleaba porque sus manos no me tocaran más. No quería un abrazo, no quería un gesto réplica de lo vulnerable que éramos, solo quería que terminara, solo quería que sufriera lo menos posible, aunque yo fuera la encargada de despedazarle el alma y arrancar lo poco de humano que quedaba en la mía.

—Lo siento, Min, lo siento, esto nunca debió haber sucedido. Tú…yo…nada de esto era parte del acuerdo. Pero…sé que no tenemos la culpa y menos tú. Por favor, no lo hagas más difícil. No me obligues a hurgar más profundo en mi herida, por favor.

—¿Y qué se supone que haga? Te dejo ir y aplaudo en la distancia. Joder, Lena pensé que eras más que esto. ¿Cómo puedes alejarte de mí ahora? Después de tantas promesas, después de haberte encontrado finalmente…nena, yo voy a estar muerto en vida si tú me abandonas ahora. Yo no voy a poder superarte aun si vuelvo a nacer. Sabes, sabes perfectamente cuánto te amo, cómo te amo. Lo que sería capaz de hacer. Yo… no quería decírtelo por miedo a tu reacción y también porque ese día las cosas no salieron como planeamos pero…diablos, no tengo un anillo…yo…

Yoongi hincó su rodilla derecha y tuve miedo de atragantarme con mis propias lágrimas. Estaba viviendo la estampa de una película dramática en vivo y a todo color.

No, no, no. Gritaba mi alma. No puedes hacer esto. Yo no soy lo que crees, yo no te merezco y nunca seré capaz de alcanzarte.

—Lena, por Dios, por lo que más quiera en esta vida, no me digas que no antes de escucharlo. No es una decisión precipitada. He querido pedirte matrimonio desde que fuimos a Daegu. Sé que aún es muy pronto pero yo estoy convencido de que no encontraré a alguien como tú ni en mil años. Quiero que seas mi compañera para siempre, que pintes mi vida con tu sonrisa y tu mal genio. Que seas la madre de mis hijos y la señora de mi casa, que alcances todas esas metas que solemos discutir después que hacemos el amor, que me enamores cada día como sueles hacer. Que cantes en la ducha solo para mí o que me dejes dibujarte las pecas que tienes en las mejillas. Quiero un futuro contigo, mi amor, pero no puedo concebirlo si no estás en mi presente, así que dame una razón, solo una de verdad para que yo desista. ¡Esto no puede ser mentira Lena! ¡Tú no puedes dejarme de haber amado así nada más! ¡Lena, por favor, te lo suplico de rodillas, Lena!

Yo no podía hablar, yo no podía hacer nada más que acariciarle la cabeza mientras él se aferraba a mis rodillas. No sé cuánto tiempo estuvimos así. Hasta que me desplomé sobre la alfombra.

Dejé que me abrazara, dejé que su boca cubriera la mía por una última vez y cuando tuve sus ojos frente a los míos. Cuando vi el tamaño de la herida que estaba creando en su corazón, me sentí miserable.

No podía, no merecía dejar en la oscuridad a una persona así. Sonreí en lo que debe haber sido una mueca horrorosa. Yoongi me limpiaba las lágrimas en vano. Me conocía tan bien que asustaba. Sabía que mi silencio solo podía significar una cosa.

—Entonces… ¿No vas…no vas a darme otra oportunidad? —el ruego terminaba de fragmentarme el corazón en pequeños pedazos, pero tenía que ser fuerte para el próximo paso, el más temido, el más letal para los dos.

—No pienses en mí muy a menudo—murmuré sobre sus labios y me obligué a besarlo con tal de que no viera como colocaba ese pendiente en el bolsillo de su sudadera—No es tu culpa. Tarde o temprano iba a suceder. No hay nada que puedas hacer. Te amo y por eso te dejo ir ahora. Sé que otra aparecerá para hacerte feliz. Les desearé lo mejor.

—Solo tú puedes decirme eso, Lena Park. Acabas de condenarme de por vida y aun así eres tan dulce. Te odiaré y amaré a partes iguales, mi mocosa de ojos azules.

Yoongi se fue después de más lágrimas y besos salobres. No se dio cuenta que le había devuelto la promesa o sencillamente no se había querido percatar de que estaba dispuesta a sepultar todos los recuerdos a fin de no dañarlo más.

La lluvia no había hecho más que arreciar desde que me quedé sola. Era peor que sentir la nieve en tus huesos, era como ver esos troncos podridos en el otoño, llenos de muerte y miseria, carentes de hojas y esperanzas.

Yo, como esas vanidosas hojas de otoño que se pasean entre los parques y casas, que decoran avenidas y patios, yo estaba dispuesta a desaparecer.

•FIT ME•© JK #2BSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora