Yakuza

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Con el lento pasar de los días, Katsuki Bakugo comenzó una amistad cercana con el ex-líder Overhaul. Amistad que no pasó desapercibida por la familia Shigaraki. Debido al pasado que compartían la familia puso mucha atención en ambos, pronto se dieron cuenta que no había nada de qué preocuparse. Aquellos que alguna vez fueron un estorbo ahora solo eran un par de imbéciles bajo sus órdenes, que desaparecian por las tardes solo para emborracharse en algún bar escondido en la ciudad.

Poco a poco, sin que alguien apenas pudiera notarlo, Katsuki se volvió parte de las filas de Overhaul como otro de sus fieles guardaespaldas. Asistía a las reuniones de entregas y escuchaba en silencio, seguía al yakuza a cada evento, sin que eso fuera un problema para los Shigaraki.

“Es divertido, no pienso quedarme sentado esperando”, había respondido Katsuki cuando los Shigaraki lo cuestionaron sobre sus razones para seguir a Chisaki.

Y de esa forma, un mes amargo se esfumó.

Aquella noche era agitada, tendría lugar una fiesta de esas que les fascinaban a los yakuzas. Alcohol del más fino traído de cada rincón del mundo, servido por mujeres hermosas; todo dispuesto en uno de los hoteles más lujosos de la ciudad.

La música bañaba la estancia, los invitados se paseaban, todo marchaba a la perfección. En una esquina del amplio salón el escuadrón de Chisaki se reunió alrededor de su mesa rebosante de licores, simplemente observando y charlando entre sí.

—Ese gordo de allá es un político Americano, le gusta venir aquí por mujeres y drogas —murmuró Overhaul, apuntando su mirada al hombre de traje sentado al otro extremo del lugar, con una mujer en cada pierna.

—Y viene con medio ejército americano cuidándolo —señaló Katsuki.

Tenía razón, la sala estaba repleta de guardias, ellos mismos eran prueba de eso. En cada rincón, en cada columna, sin importar a donde se pudiera mirar había un hombre que cumplía ese papel, si ponías atención era fácil distinguirlos.

—¿Vienen aquí para gastar los fondos de sus países? —habló Katsuki—. Ya sé donde terminan mis malditos impuestos.

—No jodas, ¿pagas impuestos? —preguntó uno de los hombres en su mesa, causando con su comentario que las risas y las burlas estallaran.

—No molesten al señor bien portado —bromeó Overhaul.

Y con las risas discretas de su jefe, las carcajadas estallaron nuevamente. Fue el cese de la música lo que los hizo callar, el barullo de la fiesta también se apagó por un instante, y todas las miradas fueron a la cima de las altas escaleras, al lugar donde apuntaban las luces.

El jefe Shigaraki apareció en el lugar sujetando la cintura de Deku. Los aplausos se hicieron presentes, pues ese hombre por sobre todos los invitados era el más importante, el único que no podía faltar en la galante reunión por ser él a quien le debían la riqueza que todos poseían. El yakuza saludó con una sonrisa y bajó las escaleras junto con su acompañante.

—Como quisiera una sola noche con Deku —murmuró uno de los hombres en la mesa—. Esa zorra me la pone dura con solo verla.

—Como si alguna vez tuvieras oportunidad cabrón —dijo otro—, además, ¿que podría tener que no tenga otra zorra?

—Debe chuparla muy bien si solo la reservan para los mejores clientes, ¿no crees? —dijo un tercero.

—Imagina lo bien que se ha de mover para que lo reserven para presidentes y políticos —insistió el primero en hablar—. Ojalá algún día pueda darle una cogida rápida.

—Ya cierren la boca —ordenó Overhaul, quien al igual que Katsuki había mantenido su mirada fija en Shigaraki—. ¿Qué tanto miras, Katsuki?

—Policías.

No me salves, solo corre [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora