Con el incidente, la seguridad del tranquilo Musutafu se vio expuesta, pues a pesar de las evidencias, los cuerpos encontrados y las balas, no hubo ningún responsable, ni un solo testigo, por eso la seguridad aumentó incluso por las noches y los padres de la modesta ciudad se volvieron más estrictos con el control de los adolescentes. Eso mantuvo las carreras clandestinas apagadas, al menos por un tiempo.
Tras el incidente, Katsuki e Izuku pasaban más tiempo juntos, por las mañanas en la escuela y por las tardes atendiendo el negocio del señor Torino, a veces atendían clientes, otras se paseaban por las calles con una camioneta de entregas, y como Izuku lo prometió, un par de veces estacionaron en lugar prohibido o se saltaron un semáforo cuando nadie los veía. Al tratarse de Katsuki y su fama de ser bueno tras el volante no fue difícil convencer a las autoridades de dejarlo conducir entre las calles de Musutafu.
Sus semanas transcurrían entre tareas y trabajo, una vida pacífica, una rutina tranquila que seguir y Katsuki parecía feliz por ello, aunque Izuku sabía que el rubio estaba tan acostumbrado a la adrenalina que una vida tranquila no era lo ideal para él.
Cada día después del trabajo, Katsuki dejaba a Izuku en la puerta de su apartamento, aún si eso significaba llegar tarde a las citas con su novia.
Después de una larga semana de agotadores exámenes, otro viernes por fin había llegado y ahora que no tenían carreras clandestinas o actos ilegales en los que meterse, los estudiantes pensaban como matar el tiempo en los fines de semana.
Izuku estaba sumergido en el inventario, revisando paquetes y anotando a la velocidad del rayo en su libreta, mientras suaves murmullos escapaban de sus labios. Al mismo tiempo, Katsuki llevaba y traía cajas de la carga reciente, hasta que el tono personalizado de su grupo de chat con la clase 3-A lo alertó, terminó por botar la caja que llevaba para leer los nuevos mensajes.
El pecoso tenía serios problemas con el inventario, por lo que no pudo notar los pasos lentos de Katsuki.
—Hey Izuku —susurró justo en su oído.
Katsuki se alejó divertido cuando el pecoso soltó un grito agudo.
—¡Kacchan, no hagas eso, tonto! —gritó enfrentando a Katsuki.
—Te llamé un par de veces y no respondiste, es tu culpa —dijo encogiéndose de hombros.
—No te acercas así a las personas, pudiste matarme del susto.
—Has sobrevivido a más, no exageres. Como sea, nos invitaron a una fiesta esta noche —dijo mostrando su celular—. Así que, ¿te recojo a las ocho?
—No he dicho que iría, después de todo no creo que mamá me deje salir tan tarde…
—No tiene porque saberlo… —se interrumpió cuando vio la mirada severa que puso Izuku— Es broma, yo puedo ir a pedirle permiso, esta vez prometo regresarte a casa temprano… a la una o dos quizás…
—Eso no es para nada temprano, Kacchan.
—Vamos, será divertido —se giró para buscar en una de las cajas que había dejado—. Mira, te ayudaré a buscar qué ponerte… qué tal algo como esto —dijo extendiendo frente a Izuku un corto y escotado vestido rojo, algo que inmediatamente sonrojó las mejillas del pecoso.
—Es lindo —insinuó continuando la broma de Katsuki—. Si mamá me ve salir con eso, nos matará a ambos.
—En serio, no tiene porque saberlo…
—Ya te dije que no, deja de bromear con eso, Kacchan —se quejó, siendo incapaz de contener una risilla divertida.
—Esta bien, puedes ir con tu playera de anime favorita, solo acompañanos.
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No me salves, solo corre [KatsuDeku]
FanfictionBakugo Katsuki, uno de los hombres de negocios más importantes de Japón, recientemente vive atormentado por una vorágine de recuerdos de sus épocas juveniles. Uno de esos recuerdos en especial lo mantiene en vela cada noche, aquel chico de su infanc...