Favores

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La noche era plena, la música estruendosa y el ambiente con olor a tabaco opresivo. Se halló de nuevo en el segundo piso del Sakura Palace, en una mesa escondida entre las sombras, detrás de la mesa principal donde el jefe y sus hombres de mayor confianza bebían.

Estaba sentado en torno a una mesa donde los hombres de Chisaki, sus más recientes colegas, jugaban al póquer y bebían. Él simplemente observaba sumido en sus pensamientos.

En algún momento, cuando Dabi y Toga salieron de la sala, solo Deku y el jefe permanecieron en el lugar, entonces fue su momento de poner en marcha aquello en lo que llevaba pensando todo el día. Ante la mirada perpleja de sus acompañantes fue a sentarse en la mesa principal frente al jefe, sin pedir permiso ni sentir miedo por la imponente presencia del líder criminal.

—Muy buen trabajo el de hoy, Bakugo —saludó el jefe levantando su copa—. Estoy muy satisfecho.

—Gracias…

—¿Y a qué debo tu visita ahora?

—Sé como funciona esto, es un favor por otro, a eso vine.

El jefe clavó sus fríos ojos en él, junto a una extraña sonrisa que provocaba escalofríos.

—¿Y qué puedo hacer para devolver el favor?

—Una noche con Deku —dijo sin más, poniendo su propia mirada fría en la zorra que estaba sentada sobre el regazo del jefe.

Shigaraki rió a carcajadas, celebrando tal como lo había hecho Dabi.

—¿Te lo dije o no?, nadie se puede resistir a esta hermosura —festejó el jefe— Tú ganas, Bakugo, un favor por otro, pero me temo que nadie tiene una noche completa, te daré solo algunas horas.

—Eso es suficiente.

Shigaraki asintió con una sonrisa, de entre su ropa sacó la ya acostumbrada caja con píldoras de color rosa brillante y Deku obedientemente la recibió, a pesar de lo que ya le costaba mantenerse consciente.

El jefe llamó a Midnight, una de las mujeres más fieles a él y le pidió que ayudara a Deku a prepararse, pues ya había pasado por un par de hombres esa noche. La mujer obedeció.

Media hora después Bakugo fue llevado a una de las habitaciones en el tercer piso, custodiada por dos guardias que se encargarían de la seguridad de Deku y del cumplimiento del horario. La habitación era amplia, apenas iluminada por un rastro de luz que se colaba de la calle, lo que dejaba ver un atisbo de las tantas obras de arte que decoraban el lugar, como si esa habitación fuera el museo del Sakura Palace y Deku fuera su mejor obra.

Hablando de Deku, la puta favorita de Musutafu, estaba tendido sobre la cama, apenas vestido con un corsé y unas bragas de color tan rosa como su cabello. Se retorcía buscando algún contacto, gimiendo bajo. Resultaba curioso como esa zorra que podía levantar un arma y disparar sin pensar se mostrara tan dócil y obediente.

Bakugo se arrastró sobre la cama, por encima de ese cuerpo angelical, sujetó las mejillas de Deku con fuerza y odio, pues ese maldito monstruo era un títere más de los Shigaraki.

—¿Qué tienes tú de importante? —gruñó fiero contra los brillantes labios carmesí— ¿Por qué de entre todos los imbéciles que pueden darme información tenía que venir por ti?

—Por diversión… —murmuró Deku—, puedo hacer lo que tú quieras por dos horas… Ser tu niña buena, tu puta, o la amante más tierna… solo pídelo.

—Jamás podrías ser lo que yo quiero…

—Pruébame, Katsuki… dime lo que quieres y lo haré…

No me salves, solo corre [KatsuDeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora