Belas.

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Nerida.

--Cre-creo que deberíamos... po-poner algo de luz --dije mientras Daiana me ayudaba a ponerme de píe. La verdad deseaba que pensase que había resbalado o que me tropecé con algo, pues no sabía como reaccionaría si se hubiese dado cuenta que mis piernas simplemente perdieron fuerzas justo en el momento que me di cuenta que mi cara chocó contra sus...

"Te maldigo cerebro".

--Claro --respondió la pelinegra--. Creo que no tengo linterna... pero si belas, están en la cocina.

Apenas podia ver algo frente a mi nariz, nisiquiera podía distinguir los contornos del rostro de Diana, lo cual era una pena, ella era de verdad hermosa "¿Porqué caracoles pienso eso?".

--Te-tengo mi teléfono --al momento de despertar en el sofá no estaba segura si aún tenía alguna de mis cosas conmigo, pero por suerte siempre tuve la costumbre de guardar mi cecular en mi sostén--. Por suerte no se mojó o se le murió la batería.

Encendí el teléfono, la batería estaba casi llena pero no había nada de ceñal. "Espero que no se preocupe por mi o esté intentando llamarme". Activé la linterna de este y se lo di a mi alta compañera.

Esta lo tomó, por un segundo me pareció que estaba viéndome de abajo a arriba, pero la luz no me dejó distinguir bien la dirección a la que apuntaban sus ojos.

--Mi ropa no te queda tan mal, aunque parece que estuvieras disfrazada de tienda de campaña --dijo y dejó salir una pequeña risa.

Su risa, si que era muy bonita. "Quiciera poder decirle que me gusta cuando ríe". No habían sido muchas las veces que la oí reír de forma no irónica, bueno, básicamente solo fueron dos veces mal contadas. Aún así, era una risa quería volver a oír.

--S-si... --solté una pequeña risa nerviosa--. Guíame Dai... di-digo Daiana --otra ves mis mejillas se volvieron calientes.

--Calma enana, llámame como gustes --comenzó a caminar y yo fuy tras ella--. Espero que no seas de las que le da miedo la oscuridad --soltó una pequeña risa.

Bajé mi mirada al suelo, intentado con todo lo que tenía no tropezar o resbalarme con algo.

--La verdad es que no, de-desde pequeña no lo he hecho --dije mientras seguía concentrada en no terminar con la cara en el el suelo, otra ves--. Di-digo, a esa edad le tenía miedo a muchas cosas, algunas aún me aterran, como... escorpiones, avispas... a-abejas no, esas son bonitas; también me asustan las alturas, estar vajo tierra, l-las multitudes, los ruidos fue-

De pronto la linterna se apagó, intenté decirle algo a Diana, pero el pánico me imbadio cuando sentí que mi boca era cubierta por algo.

--Por... dios... --la voz de Diana--. ¿Por donde te apagas?

Era su mano, "SU MANO". Me estaba tapando la boca con su mano, no era un agarre fuerte o algo parecido, simplemente había puesto sus dedos sobre mis labios, pero aún con eso, otra ves mi corazón empezó a latir con fuerza.

--No soy mucho de hablar y tal, no me... --sentí como me destapó la boca y luego oí dos paso--. Perdón por eso...

--¿Po-porqué te disculpas? --intentaba sonar lo más calmada posible, gracias al cielo estaba oscuro y era difícil que viera lo rojo de mis mejillas--. Yo soy la que no para d-

Un Invierno Lleno De ColorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora