18. Frida.

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Está de más decir que, ése mismo día fui a sacarle un juego de llaves de mi departamento...

Era delicioso escuchar la puerta abrirse, su mochila en el sillón, que ella se sentara en mi cama, me despertara a besos y me obligara a llegar a tiempo a clases, después de ese soborno al que no me negaba jamás. Llegaba a la misma hora, muy temprano, aunque a veces pasaba a la escuela antes, para enterarse de alguna novedad, y cuando yo le decía que había que irnos, me respondía -"El profe tal avisó que no vendrá, tenemos dos horas más, y aquí está la actividad que dejó de tarea"-, mientras alzaba la ceja (que ya marcaba el hoyuelo), con una mirada malvada y una sonrisa sensual... Se quitaba los zapatos (y yo le quitaba el resto de ropa), y nos metíamos en la cama un par de horas más... Nuestros compañeros no decían nada, pero, realmente no podíamos justificar el hecho de, algunos días llegar ambas oliendo al mismo jabón y con el cabello mojado, por ejemplo... Llegar juntas era un hábito, casi no hablarnos en la escuela, también, aunque yo siempre me sentaba a su lado en clases, menos en la del furcio de "san profe", para evitar pasar mal rato, ya que siempre me cambiaba de lugar el muy infeliz.

En el fondo, él sabía, nos había visto mirarnos de lejos, y sin hablarnos, nuestros gestos quedaban de acuerdo para cosas que nadie entendía, pero obviamente imaginaban.

Una tarde, estudiando en el departamento, me preguntó: -"Si tú mamá no te apoya, ¿cómo haces?"-. -"Frida me mantiene"-, respondí alzando los hombros mientras mordía un pedazo de fruta que comíamos mientras estudiábamos. Su ceja se alzó, sus ojos se entre cerraron.

-"¿Y, quién es Frida, mi amor?"-...

-"Ah, la traje conmigo, duerme bajo mi cama, y sólo sale en casos de emergencia"-. Su color en el rostro estaba cambiando, empezó a recoger sus libretas y a guardarlas. -"Me tengo que ir"-, -"Oye, oye, oye, ¡espera!"- me reí y la agarré del antebrazo.

-"¿Quieres conocer a Frida?, te la voy a presentar, pero no hoy, ok?. La próxima semana quiero un día completo, para que convivas con ella, y déjame decirte que fue la mujer que me mantuvo con vida mientras estuve lejos de ti, y siempre va a formar parte de mí"-. Y antes de que se levantara toda rabiosa, le dije,- "¡mira!, aquí duerme"-, sacando una maleta pequeña de debajo de la cama. Su ceja se levantó de nuevo, abrió la boca sin decir nada y cuando intentó abrir la maleta la detuve. -"Ah no, la vas a dejar presentarse como le gusta, ten paciencia"-. Me dió risa ver cómo se hincaba y se asomaba bajo la cama, y después me dijo -"No me van los cuernos, ¡te advierto!"- reí y le dije -"amor, eres tauro, por supuesto que te van, pero no por mi culpa"-. Le di un beso, dejamos de estudiar y la llevé a la parada de autobús. Un auto pasó y bajó la velocidad. Era "san profe", y en cuanto ella lo vio detenerse, se puso rígida.

-"¿A donde va usted, Rebecca?"-.
-"No, ya viene"- me reí descarada, tratando de que entendiera el tipo mi doble sentido y el veneno de mi expresión.
-"Vamos, la acerco a su casa, su mamá me preguntó por usted, y le dije que ya había salido hace rato"-, ¡me devolvió el veneno el desgraciado!.

Becky me miró, apretó fuerte mis brazos y sólo moviendo los labios dijo "confía en mí". Asentí, y la vi subirse al auto. El tipo rió y sacudió la mano en despedida, yo hice lo mismo y le dije -"Saludos a su esposa, profe, y tú, te veo mañana va?, recuerda, tenemos que ir a ver a Frida la próxima semana"-.

Y llena de rabia fui a cambiarme de ropa, y me fui a entrenar, tenía que aprender a sacar todo más positivamente.

El día esperado llegó. Evitábamos acumular faltas, pero una vez al mes, nos saltabamos las pocas clases del día. Al menos ese día no le veíamos la cara al "noviecito" de Becky, de lo contrario, hubiese hecho lo imposible por evitarnos eso también.

Becky llegó a las nueve de la mañana, como acordamos. Las cortinas estaban corridas, cuando entró al departamento, una voz le dijo desde la cocina -"asegura bien la puerta"-. Había una nota mía en el sillón que decía -"Te presento a Frida, no la maltrates, diviértete mucho, te veo luego"-, Becky no se asustó, pues la voz le resultó familiar.

-"Pégate a la pared, y cierra los ojos, ábrelos cuando te diga"-. Se escuchó su mochila caer en el sillón, unos segundos después Frida preguntó -"¿lista?"- a lo que Becky respondió con un simple "sí". Comenzó a sonar musica de Barry White, unos tacones empezaron a sonar calmadamente desde la cocina, un perfume exquisito invadió las fosas nasales de Becky, quién sintió que una presencia imponente se acercaba demasiado, demasiado a ella, y colocaba su mano izquierda contra la pared. Cerca de sus labios sintió un aliento y una voz susurrando -"ya puedes abrir los ojos"-, sus ojos se abrieron como platos ante una mujer unos cinco centímetros más alta que ella, con lentillas de color gris, que daban la tonalidad entre verde y azul, con un vestido de terciopelo negro, con abertura en la pierna, tacones altísimos, cabello suelto, maquillaje ligero, impecable, aretes plateados de aro, que hacían juego con la pulsera de su muñeca, y una gargantilla de plata, sencilla y elegante en su cuello, esa piel suave y bronceada que emanaba calor, aroma delicioso y sensualidad mezclados le agitó la respiración y la hizo tragar dificultosamente.

-"Me invocaste, aquí estoy. Soy Frida, y por lo visto, te acabas de convertir en mi única debilidad también".

Comencé a bailar sensual pegada a su cuerpo (sí, dije comencé, por qué Frida en realidad era el personaje de mi trabajo ese, que me hizo ganar mucho dinero y conocer lugares y tener hombres a mis pies, siempre peligrando, pues ni Frida ni yo nos habíamos entregado a nadie y mucho menos por dinero, pero, siempre hubo gente importante alrededor).

Toqué sensual y lentamente su barbilla, le di un beso en la comisura de los labios, levanté sus brazos y la atrapé contra la pared. Besé su cuello tan ligeramente que sentí un gemido salir de su boca, bajé sus brazos, me giré sobre mis tacones, me agaché frente a ella y fui subiendo sensual, pegando mi trasero a ella, contoneandolo de un lado a otro. Tomé sus manos y en cuanto las puse en mi cintura, tembló y dió un brinco.

La jalé suave, la senté en el sillón, y a media luz, la siguiente canción comenzaba. Fui quitando y regresando el vestido lentamente, a ratos colocaba mi tacón derecho a su lado, quedando abierta de piernas frente a ella, que no cerraba la boca ni parpadeaba. El vestido se deslizó hasta el piso por fin, lo arrojé lejos con uno de mis tacones, me puse a horcajadas sobre ella, llevé una de sus manos a mi pequeño, muy pequeño sostén, y la otra al broche de mi tanga. Comencé a besarla, de labios a mentón, la oreja, el cuello, moviendo mis caderas sobre ella, Becky balbuceaba y gemía sin poder moverse. Temí por su sano juicio, tomé su rostro entre mis manos -"¿Estás bien?"-. Me bajé de ella, fui a buscar mi vestido y una mano atrapó mi antebrazo, volvimos a quedar de pie, me llevó lento a la cama, nos sentamos, me quitó suave los tacones, acarició mis piernas desde el tobillo hasta los muslos, se recostó, me jaló de la nuca con ella y preguntó -"Ésto no cuenta como cuernos, verdad?"-, me reí y dije, -"al contrario, bienvenida a mi otra mitad, y a la primera vez de Frida"-, -"¡Si no me haces el amor ahorita, me va a dar algo!"- Dijo gimiendo. -"te va a dar algo, pero te va a gustar"-, dije, y ya estaba tocando entre sus piernas y sobre la ropa, desabroché su pantalón, la desprendí entre besos de cada prenda, y le hice el amor tapando su boca para evitar esos gritos pidiendo "más, más, no pares, más fuerte, quiero otro, mete otro!, Diooos!" que me encantaban, pero que yo sabía que iban a ser más fuertes está vez, ya que, después de saborear su intimidad y entrar en ella, gruñó mientras me pedía meter otro dedo más, al final fueron cuatro dedos, con mi boca entre sus piernas, un orgasmo con la espalda arqueada, un grito ahogado de -"¡te amo tanto!"- reducido por la almohada que ella misma puso en su cara.

Le tocó el turno a Frida, y Becky fue el primer mortal en hacerla suplicar por más, repetir su nombre, gemir desesperada, apretar las sábanas entre sus dedos, fue la primera y la única en hacer suya esa parte de Freen, hasta el día de hoy, Frida le ha sido fiel.

Una vida cualquieraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora