Lorenzo.

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Estaba por regresar a buscarlo, pero primero tocaron mi puerta, me tembló la panza al pensar que era el Gallero que había tenido el mismo pensamiento que yo, abrí emocionada la puerta, hasta que vi mi puta suerte.

¡Vaya! Hasta que te encuentro... me dijo el hijo de la chingada.

Mis piernas comenzaron a temblar apenas vi al hijo de su pinche madre que me había engañado y había jugado con mis sentimientos días antes.

¡Lárgate cabron!.- Le grite dando pasos pausados hacia atrás y una sonrisa malévola se plantó en su rostro al verme nerviosa, comencé a temblar más, sabia de lo que Lorenzo era capaz de hacerme.

-Se te hizo fácil pendeja, escaparte de la hacienda.-Chisto los dientes.- Pero no de aquí.-Negó con la cabeza.

-¿Que queres? Déjame en paz, ya no tengo nada contigo.-Le dije con seguridad.

-¿Que qué quiero?.-Por un momento quedó un silencio sepulcral en la habitación.

-Matarte.-Dijo y yo me quede fría ante su respuesta. Creí que como los demás saldría con que quería quedarse conmigo por mi don, por la pinché ambición que se creaban los hombres al querer tenerme a su lado, lo que siempre ha sido la causa de mis pinches problemas.

-Ándale cabron, atrévete a intentar tocarme y te mato yo primero.-Le levante la mano y con valentía di un pasó adelante. Había divisado en la mesita a lado de mi cama la botella de tequila medio vacía que había quedado de la noche anterior.

En un momento de arranque se me hizo buena idea correr, romperla y quedarme solo con el cuello de la botella, Lorenzo me alcanzó me tomo del cabello, forcejemos un instante hasta que pude romper la botella y le encajé el resto de esta en la pierna derecha, se dobló de dolor y llevo ambas manos sobre la herida, soltándome, yo corrí para una orilla de la habitación mi pecho estaba agitado.

-¡Hija de la chingada ahora si ya valiste madres, pinche puta!.-Grito con dolor.

Recordé que la misma daga con que le había rajado el brazo estaba en el tocador, corrí por ella y la tome con mis manos temblorosas.

-¡Ándale cabron, nomas acércate!.- Lo amenace con arma en mano.

Lorenzo fingió estar tan adolorido que se sentó a la orilla de la cama, llenando todas las sabanas de sangre, cuando quise cruzar el cuarto y salir corriendo por la puerta, el cabron se levantó corriendo y me aventó contra el ropero de madera gruesa que estaba a un costado mío dándome un madrazo en la cabeza y descolocándome de mi postura, este aprovechó pa quitarme la daga de la mano, todo me daba vueltas.

-Vamos a ver de que lado salen más correas pinche puta.-Me amenazo con mi propia daga mientras me encontraba tirada en el piso.

Había sido el golpe tan fuerte que lo mareado no más no se me quitaba, mis piernas se sentían débiles, la mirada se me nublaba y mi cuerpo no paraba de temblar.

-¡Suelta esa Daga!.- Se oyó detrás de él al unísono un revólver siendo cargado, y de inmediato sentí que la suerte estaba echada de mi lao.

Pude ver que el cabron se giró lentamente con las manos en alto como rindiéndose, me tranquilice un poco.

-¡No cabe duda, que hoy es mi día de suerte! Al parecer hoy voy a matar a dos pájaros de un tiro.- Mencionó Benavides quedando frente a frente con el Gallero.

-Ya dejé a la Caponera en paz, ella no le hace ningún mal a naiden.-El gallero tomo aire bastante nervioso,  el sudor recorría su cara se podía mirar que temblaban sus manos, colocó su dedo índice en el gatillo de la pistola.

-¿Y tú quien chingaos te crees pregonero pendejo?.-Se oyó a un Lorenzo bastante lleno de rabia y rencor, y el silencio nuevamente invadió el cuarto, Dionisio miró un poco pa abajo, como si se estuviera en un... en un tipo de trance, como si se estuviera arrepintiendo de lo que estaba apunto de hacer, sus ojos más que reflejar valor y valentía, se veían llenos de temor y angustia, se veía muy asustado pues.

Lorenzo tiro una risotada al ver la imagen del Gallero un poco cabizbaja y se le echo encima, Dionisio gracias a Dios salió del trance en el que se encontraba y reaccionó rápidamente haciéndose hacia atrás y ambos salieron de la habitación gritándose de cosas.

Yo aun mareada por el golpe en la cabeza como pude me puse de pie, y corrí pa fuera.

-¡Ándale pendejo dispara! ¡Dispara si muchos huevos tienes!.- Grito Lorenzo con la cabeza en alto mientras que Dionisio tembloroso lo apuntaba con el arma.

Si yo fuera la que tuviera el arma ya le hubiera vaciado la pistola pa dejarlo como coladera al hijo de su pinche madre.

Dionisio caminando hacia atrás resvalo al bajar el primer escalón de las escaleras por poco y caía, de su mano resbaló el revólver, Lorenzo corrió y lanzó un primer golpe el otro lo esquivó, el cabron de Benavides tomó la pistola y ambos bajaron las escaleras rápidamente quedaron al centro del patio, mis manos temblaban de miedo.

Dionisio me miro rápidamente estando yo en la planta alta del hostal, conectamos miradas y solo pude unir mis manos como haciendo una oración por salvar la vida del Gallero, no quería mirar lo que estaba por pasar. El gallero tomó aire y se quitó su sombrero.

-Ya Benavides déjanos en paz.-Dijo con la voz entre cortada.

Benavides soltó una risotada.

-¿Tu crees que tus pinches palabritas pendejas me van a hacer cambiar de opinión y déjale el camino libre a esa puta?.-Me miró con odio. Estás muy equivocado pregonero, muy equivocado. En esta vida... dicen por ahí, que un clavo saca a otro clavo y por lo visto yo ya tuve quien me quitara lugar. ¿O no?.- Nos miró a ambos con una falsa sonrisa.

-¿De que hablas cabron?.-Le grite desde arriba.

-No te hagas pendeja Caponera, ¿Porque este muerto de hambre te defiende a capa y espada? De segurito que ya hasta se revolcaron en la cama.-Negó con la cabeza y mire al gallero, su cara era otra totalmente, estaba que se lo llevaba la chingada, lo vi tomar aire y corrió tirándole un madrazo a Lorenzo en la espalda, este cayó al piso aventando lejos el revólver.

Pero Lorenzo se levantó rápido siguiendo dando lata, ambos intercambiaron varios golpes, Dionisio tenía un camino de sangre que salía de su boca hasta su cuello, y otra rajada en su ceja, Benavides sangraba de la cabeza, tenía un golpe en el pómulo y la rajada que le había echo yo minutos antes lo estaba haciendo perder mucha sangre, cojeaba.

Ambos tirados en el piso cuál perro y gato, apeñuscados dándose de madrazos, aproveche y corrí pa abajo, agarre la pistola que estaba ahí abajo de una maceta.

-¡Ahora si cabron, ya te llevo la chingada!
¡Hijo de tu puta madre!.-Grite apuntándole a Lorenzo.

Secundino, Javier y Candelario llegaron en el mero momento en que le iba a vaciar la pistola al cabron de Lorenzo.

-¡Caponera, No lo hagas!.-Grito Candelario, Lo mire con la pistola en manos y lágrimas en los ojos, estaba harta de ser objeto de los hombres.

-No vale la pena que te manches las manos de sangre Bernarda.-Dijo Secundino, se acercó a pasos pausados y con cuidado me quito la pistola, mis ojos ya hacían tirando chorro de lagrimas de rabia y coraje, porque siempre me quieran ver la cara de pendeja, las limpié rápidamente con irá. Le volví a arrebatar la pistola y le disparé a Lorenzo.

El Gallo De OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora