La Huida.

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Peine su cabello descubriéndole el rostro, sus ojos verdes me encantaba mirarlos.

-Tas hermosa.-Me dijo sonriendo y le dio un ligero toque a mi nariz.- ¿Como amaneciste?.-

-Bien, feliz ¿Y tú? Seguro tas igual.-Seguí acariciando su cabello.

-Estoy rete feliz, feliz de comenzar una nueva vida juntos los dos.-Lo mire con ternura y luego bese su cachete.

-Hay algo que quiero decirte.-Le dije y me levanté despacio sentándome en la cama, y el hizo lo mismo, se paró y tomó su camisa y calzones del piso y se los puso, tomó mi camisón que estaba en el pequeño silloncito para luego ir a lado mío, me pasó la prenda y me la puse.

-Dime, ¿Qué pasó pues?.-Tomó mi mano entre la de él y beso mi hombro mientras me miraba.

-Yo...-Lo mire, las manos me sudaban y mi cuerpo temblaba el me miraba con total atención hasta que alguien tocó la puerta, casi tirándola.

-¡Caponera! ¡Patrón!.-Se oyó tras la puerta de nuestro cuarto, ambos nos asustamos y miramos confundidos, Dionisio me pasó la bata de dormir para ponérmela y enseguida corrió a abrir la puerta.

-¿Que pasó pues?.-Le dijo al peón que estaba ahí parao. El hombre apenas y podía respirar.

-Hace un rato vieron a Lorenzo Benavides en el centro de San Marcos.-Apenas pronunció y sentí como la sangre me bajo hasta la punta de los pies, abrí los ojos como platos asustada.

-¿Que?.-Dije desde el otro lado del cuarto.

-Pero, ¿Tan seguros que era ese cabron?.-Insistió dudando de la situación.

-Patrón era él, no hay duda, venía con otras cinco personas bien empistoladas.-Asintió el hombre tragando saliva.

Mi cuerpo comenzó a temblar más de lo normal y por mi cabeza paso lo peor, es cierto que nunca nada ni nadie me había intimidado hasta que conocí de lo que Lorenzo es capaz, pose mi mano en mi vientre y enseguida reaccioné.

-¡Amonos!¡Dionisio amonos!.-Le grite a Dionisio mientras corrí despavorida al ropero a tomar ropa y una maleta.

-Avísales a todos que nos vamos, no podemos quedarnos de ninguna manera sino ese cabron nos va a matar .-Le dijo Dionisio al peón el asintió y salió corriendo como alma que lleva el diablo, él comenzó a vestirse y después colocó algo de ropa en una valija, me ayudó a cerrar la mía y luego el tomó una pistola que tenía guardada y yo mi daga.

-No tenía planeado una cosa así después de nuestra boda.-Me detuvo por un momento Dionisio algo asustado y confundido.

-No tenemos de otra.- Le dije dando de hombros. El acarició mi rostro con pena y tres balazos interrumpieron nuestro momento. Ambos nos asustamos dando un pequeño brinco, parecía que los balazos provenían de fuera de nuestro cuarto.

-No, no perate ahí.-Me indicó apuntando para la esquila del cuarto a un lado del ropero de madera gruesa y yo me escondí ahí.

Dionisio con cuidado abrió la puerta de nuestro cuarto y sacó la cabeza observado lo que pasaba afuera. Me hablo con la mano que me acercara a él y me tomó de la mano, ambos echamos a ver si no había naiden que nos estuviera esperando pa meternos un balazo ahí afuera y cuando no vimos nada, ambos corrimos por el pasillo al llegar al zaguán me detuvo de golpe había alguien en el comedor podía oírse ruido como si estuvieran rompiendo todo lo que había en la vitrina.

El Gallo De OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora