La Espera.

599 52 27
                                    

Secundino no tardo mucho en llegar con el médico, realmente me encontraba muy susceptible, así que mejor decidí salir del cuarto mientras le hacían la curación a Dionisio, tenía demasiadas ganas de vomitar, así que en un descuido vacíe todo lo que mi cuerpo había recibido el día anterior en una de las macetas que estaban ahí por el pasillo.

Uno de los peones se acercó a ayudarme dándome la mano mientras yo aun devolvía todo.

-¿Caponera se siente bien?.-Dijo el joven Víctor.

-Si, si nada sério, solo que ver así a Dionisio me dejo un poquito mal.-Limpié la comisura de mis labios con mi brazo y luego me senté en la baquita afuera de mi cuarto esperando que el doctor terminara.

Después de un rato, salió el médico de mi cuarto.

-¿Como está Dionisio doctor?.-Le pregunté poniéndome rápidamente de pie.

-El señor Pinzon se encuentra estable, la bala se había quedado incrustada en el hombro pero logré sacar el casquillo y un poco de pólvora con gran éxito, le di un par de medicinas para el dolor y mantenerlo dormido un par de horas y descanse un poco, ahora solo le encargo que su esposo mantenga reposo un par de horas quizá un día más.-

-A Dio gracias que todo esta bien.-Mire hacia arriba agradecida.

-Pero entonces, ¿No puede viajar ahora?.-

-Desafortunadamente no, Secundino me ha confiado el momento tan desafortunado por el que están pasando, y sinceramente no veo conveniente que en estos momentos Dionisio se mueva mucho. Sin problema mañana por la noche podría venir a darme una vuelta y decirles si ya puede viajar o aún no.-Mencionó el viejito con su maletín en mano. Y yo solo asentí.

-Ta bueno doctor como usted nos diga.-El asintió y enseguida antes de irse salió Secundino, quien se ofreció para llevarlo de regreso a su consultorio.

Entre a nuestra recámara, la ropa de Dionisio totalmente llena de sangre estaba tirada en el piso a un lado de nuestra cama, él estaba recostado cobijado hasta la parte de las costillas y su hombro y parte de su brazo estaban vendados.

Lo mire detenidamente, realmente nadie nunca, ta listo pa una pérdida, yo no sé qué hubiera echo si Lorenzo le hubiera quitado la vida por mi culpa a Dionisio. Acarició su mano, y me acuesto cuidadosamente del lado contrario a la herida para evitar lastimarlo. Colocó mi cabeza en su pecho oyendo su corazón latir y siento alivio, alivio de que solo fuera una simple herida, me quedó unos segundos pensando en lo que hubiera pasao, martirizándome y enseguida me quedo dormida hundida en mis pensamientos entre el embarazo y Dionisio.

Sentí como acariciaban mi cabello, sus dedos acariciaban mi cachete, parpadeo un par de veces y luego me incorporo mirándolo un poco más sereno.

-¿Como te sientes?.-Le dije apenas lo vi, él me sonrió leve.

-Mejor, si tú estás aquí conmigo.-Respondió bajito cruce cuidadosamente mi brazo para abrazarlo otra vez.

-¿Tu cómo estás, te hizo daño?.-Se alarmó mirándome de pies a cabeza.

-Estoy bien,  a Dio gracias que Justina me llevo con ella y pos tú, más que nada que te aventaste a él.-Le dije apenada.

-No iba a permitir que te hiciera algo, no me lo perdonaría.-Mencionó acariciandome una vez más la cara.-¿Que dijo el doctor?.-Pregunto lanzado una mirada pa su herida y yo le conté todo lo que me había dicho afuera.

-Bueno entonces, ni hablar pues, tendremos que esperar.-Se resignó.

Me levanté de la cama y me inquieté por un momento, di un par de pasos por el cuarto en absoluto silencio, mire por la ventana y luego desde ahí tome un poco de aire.

El Gallo De OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora