El Regresó.

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Los síntomas de mi embarazo cada día estaban más presentes, las náuseas, el vomito, los mareos y la falta de hambre me tenían un poco mal con el día a día.

Dionisio todo el tiempo mientras podía me ayudaba a cuidar de la Pinzona, ahora estaba más chilloncita de lo normal, a veces ya no sabíamos ni que tenía, las muchachas del servicio quienes evidentemente habían tenido más de un hijo me decían que es algo normal en los bebés cuando la madre está de encargo. Que eso de la lloradera con el tiempo se le iba a pasar.

Una noche después de Cenar, le cante a la Pinzona su canción para dormir y la pusimos en su cunita, me acerqué a Dionisio y me abrazó por atras acariciando mis brazos.

-Caponera, ¿No cree que deberíamos hacer uso de la que ahora es nuestra hacienda?.-Me preguntó bajito.

-Pues fíjate que no sería mala idea.-Me miró emocionado.

-Creo que ahora que Benavides salió de nuestras vidas, podemos ser muy felices en esa hacienda, aparte así podríamos estar mucho más cerca de La Tequilera fácilmente podríamos ir y venir diario.-Mencionó.

-Es cierto.- Yo podría seguir haciéndome cargo de la cantada junto con los muchachos.-Dije ilusionada.

-Bueno todo a su momento pues.- Me dijo, y luego me abrazó un poco fuerte con alegria.

-Entonces comenzaré a arreglar todo para irnos pa allá lo antes posible.-Asentí y el beso mi mejilla.

Los siguientes días Dionisio salía por ratos muy prolongados pues era tanta su ilusión de utilizar la hacienda que sus ventas de ganado y gallos aumentó. También varias veces visitó la hacienda que ahora es de nuestra propiedad, él quiso cambiar totalmente los interiores de cada una de las habitaciones en la casa, decía que no quería que se siguiera sintiendo como casa de los Benavides, contrato gente pa que todo quedara bien en poco tiempo.

También le dio su manita de gato a la Tequilera pues quería seguir con la cantina, la música, la bebida y el juego.

Varias veces llegó a preguntarme acerca de la decoración para nuestro nuevo nidito de amor como él decía. Dejo que yo escogiera a mi gusto la mayoría de la casa, solo no me dejo meter mano en su despacho y en el tema de las caballerizas y gallineros, el granero y el molino viejo.

Secundino y Dionisio se esforzaban por integrar en todo a Remígio quien poco a poco fue ganándose la confianza de ambos, varias veces lo dejaron cerrar tratos importantes, y cada que podía Remígio me agradecía haberlo jalao pa nuestro lado.

-Gracias Caponera.-Se movió el sombrero como gesto amable.

-No tienes nada que agradecer Remígio, el trato que recibías allá no lo mereciste.-Sobe su espalda.

-Nunca me cansare de agradecerles a ti principalmente, a Dionisio, y a Secundino que en tan poco tiempo se han convertido en personas muy importantes pa mi.-Sonrió con los ojos aguados y yo me lance a abrazarlo.

El cariño que le había tomado a Remígio era algo sincero, había encontrado en él un compañero, un buen amigo, siempre estaba al pendiente mío y de la Pinzona. Cuando Dionisio salía y él se quedaba en casa convivía mucho con nosotras, la Pinzona siempre se carcajeaba cuando él la cargaba.

Le escribí una carta a Justina y los muchachos contándoles sobre la situación que vivíamos actualmente en casa, lo de la mudanza y sobre mi encargo.

"Esperamos tener noticias de ustedes pronto, para poder ponernos de acuerdo y regresar a lo que más nos gusta, por lo que comenzó todo.

Les mandamos muchos abrazos y besos en sus cachetes, con amor. La Caponera."

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⏰ Última actualización: Jul 22 ⏰

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