Las Monjas.

443 45 9
                                    

El doctor había venido a revisar a Dionisio, lo vio muchísimo mejor debió a las curaciones que le estuve haciendo en la herida, esta vez ya nos dijo que si podíamos viajar, así que organizamos todo y les avisamos a todos que la mañana siguiente partiríamos para Jalostotitlan un pueblito pequeño que queda como a 3 horas en coche, Secundino nos había echo favor de hablar con un conocido allá pa que nos prestara una hacienda, ahí seguro no pensará en buscarnos el cabron de Lorenzo.

Por la mañana salieron todos a despedirnos y desearnos buen viaje, Secundino nos seguiría después de hacerse cargo un par de días de la hacienda, y los muchachos se irían entre mañana y pasado para Cuquio.

Partimos camino a Jalos, esta vez me tocó manejar a mi, lo hice con la mayor precaución que pude para no lastimar a Dionisio. Al llegar al pueblito me estacioné en una calle cerca a la plaza principal dónde encontramos una fondita para comer algo.

Al salir, nos sentamos un momento en la plaza veíamos a su gente caminar por el andador, Dionisio ni yo nunca habíamos venido pa esté lado así que decidí preguntarle la dirección de la hacienda a un par de monjitas que iban pasando por el lugar.

-Buenos días hermanas, disculpen la molestia, pero andamos buscando el camino pa la hacienda los Acahuales.-

-Buenos días hija, claro, aunque es un poco confuso de llegar.-Se miraron ambas, y la otra monjita también hablo.

-Yo diría que mejor les acompañémos, para que no tengan ningún problema en llegar, claro... si no hay ningún inconveniente ¿Verdad?.-Y yo negué enseguida.

-Claro que no hay ningún problema, pa luego es tarde, entonces amonos.-Les indiqué que me siguieran y pase a la banquita donde había dejado sentado a Dionisio.

-Les presentó al Señor Dionisio Pinzon mi marido.-Les dije a las dos y ambas se agacharon como gesto amable.

-Mucho gusto señor Pinzon.-Dijeron al unísono.

Dionisio me tomó de la mano y caminamos hasta llegar al auto nos subimos y las monjitas rete amables me fueron indicando pa donde darle, cuando llegamos a la entrada quedamos un poco sorprendidos esta hacienda es demasiado bonita y grande, me baje y abrí el gran portón de hierro forjado que se encuentra a la entrada, volví a subir al coche y entramos por el camino, un par de metros más adelante nos encontramos con la casa color amarillo de dos pisos, al frente había un jardín lleno de plantitas y noté que justo a un lado de la hacienda había una capilla, al pasar por ahí las monjitas se persignaron y nosotros también.

Paré el coche ahí mismito frente a la puerta principal, bajamos del auto y abrí la pesada puerta de madera, al interior había varios caminos que al centro desembocaban en una fuente todo eso rodeado de naturaleza, por las orillas se podían recorrer sus pasillos, había un titipuchal de puertas.
Una a una las fuimos abriendo, las monjitas nos acompañaron a recorrer el lugar estaban igual de sorprendidas que nosotras.

Recorrimos al menos todo el interior, ambos pisos y todo estaba muy bonito. Llegamos a la sala y yo les pedí sentarnos por un momento últimamente me canso con todo. Estaba un poco agitada así que tomaba aire respirando profundo.

-¿Hija te encuentras bien?.-Pregunto una de las monjitas.

-Si es... solo que estoy de encargo y últimamente me canso muy rápido.-Me acerqué a Dionisio y él me besó la mano.

-Siéntate iré a ver si hay un vasito de agua por ahí.-Me sentó en su lugar.

-Pues felicidades por esa bendición de Dios.-Dijo la otra hermana y yo asentí.

El Gallo De OroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora