Aunque no lo parezca, al demonio Crowley le gustan muchas cosas. Principalmente el maravilloso ángel que le besa como si le estuviera condenando al infierno y vaya que Crowley ya estuvo ahí. Pero Azira lo besa así, con fuego, con desesperación y hasta podría decir que con rabia.
Aunque la mejor parte es cuando sube a su regazo y lo aplasta con ese fascinante culo gordo que tiene. Mierda, es el demonio más afortunado del cosmos. Sus manos cobran vida propia y aplastan las gruesas piernas que lo rodean y toman como prisionero. Aziraphale jadea contra sus labios y Crowley puede sentir como su cuerpo sube de temperatura y como su metafísica sangre viaja a un lugar en específico.
Justo en el momento en la luz de la mañana irrumpe en la habitación, es justo el momento en que Crowley irrumpe en el precioso ángel. Debería ser un crimen verse así, tan puro y angelical mientras está apoyado sobre sus rodillas y tiene el culo alzado. No debería ser permitido que luzca hermoso cuando sus cejas se arrugan y de su boca salen sonidos devastadores.
—Oh, Crowley... —el ángel murmura contra la almohada y el demonio sigue empujando, buscando dentro del divino ser aquel punto mágico que lo quiebra y lo vuelve una temblorosa masa de amor.
Hay muchas cosas inefables y esos momentos es uno de ellos. El cuerpo del ángel pareciera vibrar y Crowley está siendo intoxicado en amor. Aplastante amor que lo presiona y lo empuja a lugares jamás imaginados. Su abstracto organismo colapsa y le regala un maravilloso orgasmo que incluye escalofríos, temblores y una posible arritmia cardíaca, sí él tuviera un corazón como tal.
—Mierda... —se desploma a un costado de un atento ángel. —Eso fue fantástico, querido.
Como el inglés que es, aunque realmente no es inglés sino celestial, Aziraphale tiene la desfachatez de sonrojarse. —Tú eres fantástico. —declara con demasiado orgullo.
Hay cosas que hacer, pero esos momentos post orgásmicos son maravillosos y sí Crowley fuera tan egoísta como muchos creen que es, detendría el tiempo ahí, justo en ese instante para permanecer con su ángel recostado en su pecho y viéndole con tanta devoción que podría morir, sí es que pudiera hacerlo.
Y aunque suelen tener interminables charlas después de una excelente sesión de sexo madrugador, Crowley empieza a batallar por tener los ojos abiertos. Luego los cierra, solo para descansar y seguir escuchando al ángel, pero está calientito al lado de su ángel y sinceramente la oscuridad parece lo suficiente tentadora para quedarse ahí un rato.
— ¿Crowley, cariño? —el mencionado hace un profunda respiración y abre los ojos. —Comienzas a preocuparme, ¿Estás totalmente seguro que estás bien?
Cuando sus pupilas se adaptan a la luz logra notar que el ángel luce recién duchado y estrena uno de los trajes que le ha obsequiado por sus seis mil veinte y tres años de conocerse. — ¿Eh? —es lo único que logra formular después de un par de segundos.
—En verdad te has quedado dormido, ¿Está ocurriendo algo? —insiste el ángel con el claro signo de preocupación en su rostro. — ¿O estás en tu época de hibernación?
—Creo que sí. —murmura tratando de sonar convincente. — ¿Ya te vas?
—Sí, solo paso dándole un vistazo al ganado y me voy. ¿Necesitas algo?
— ¿Por qué le dices ganado? ¡Son solos dos tristes vacas rescatadas! —se burla un poco saliendo de la cama usando aún su pijama de negra seda. —Cualquiera diría que...
El ángel se ha ido hablando sabrá Dios qué y Crowley decide entonces volver a la cama, a lo mejor sí está en su época de hibernación, aunque no está totalmente seguro que las serpientes/demonios hibernen. Existe la excepción que hizo en el siglo XIV, vaya que siglo de mierda, pero tiene demasiado sueño para seguir pensando.
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Azira-papá.
FanfictionDespués de seis mil años de relación, detener el fin del mundo, salvar al maldito Arcángel Gabriel y ayudarlo a escaparse con su novio, suponen que no hay más aventuras que vivir. O tal vez sí, faltaba la mejor de todas.