Harry Fell.

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No sabían a ciencia cierta que tantas habilidades había heredado el pequeño gran Harrison, o Harry para los amigos

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No sabían a ciencia cierta que tantas habilidades había heredado el pequeño gran Harrison, o Harry para los amigos. Porque cuando cumplió tres y recibió a su primera mascota, un felino de negro azabache y gigantes ojos verdes que bautizó como Pacha, se emocionó tanto que sus alas aparecieron por primera vez.

Entonces no quedaba duda que el pequeño era un ángel. 

Lo curioso era que una de sus alas era impolutamente blanca. Y la otra era de negro brillante. Aziraphale se asustó demasiado cuando notó como Harry se reía entre asombrado y algo confundido. Lo tranquilizaron cuando le mostraron que ellos eran igual a él. 

Aunque por supuesto, la vigilancia sobre el curioso niño aumentó al doble cuando este deseaba, naturalmente, experimentar con su nueva habilidad. Crowley y Aziraphale recurrieron a un milagro en conjunto para mantener su propiedad fuera de cualquier radar u ojos juzgones, sería bastante difícil explicar porque un pecoso niño pelirrojo puede volar. 

El ángel mayor tuvo la brillante idea de mostrarle a Harry cómo volar. Fue divertido las primeras horas, hasta que Harry decidió que más que volar, prefería nadar. Y sin más, a medio vuelo, sus alas se fueron y caía, entre fuertes carcajadas, al centro del lago. 

Aziraphale tenía excelentes reflejos, pero no logró evitar el chapuzón. 

— ¿Otra vez? —preguntó Harry mientras el ángel lo llevaba a la orilla. 

No hubo ninguna otra vez. Crowley lo vio todo desde su cómoda silla de playa y prohibió aquel ejercicio hasta asegurarse que Harry sea consciente que puede lastimarse. Y por supuesto, que Aziraphale también recordará que Harry puede LASTIMARSE.

Otro día, una calurosa tarde precisamente, mientras Crowley tomaba una larguísima siesta se manifestó otra nueva habilidad. Harry también era capaz de pegarse a las paredes, igual que la demoníaca serpiente. Así que mientras el demonio Crowley absorbía calor, su hijo decidió hacerle compañía.

Aziraphale estuvo a nada de derramar el té cuando vio a su pequeño pelirrojo caminar con pasos firmes y filtrarse entre los brazos de su papá. Crowley apenas reaccionó para abrazar a su hijo y prosiguió a seguir durmiendo sin caer en cuenta que ambos estaban pegados en la pared. 

En aquella magnífica experiencia, el tiempo parecía jugarles divertidas bromas. Porque a veces, cuando Crowley miraba como Harry, ya de cuatro firmes años, devoraba su cereal mientras miraba alguna tonta caricatura, no evitaba recordar que no fue hace mucho cuando se sentaba a alimentar al pequeño. 

Lo difícil que era cambiarle de ropa porque se retorcía como un gusanito y tanto Crowley como Aziraphale tenían que maniobrar y realizar aquella tarea con la máxima de rapidez. O lo mucho que lloró cuando los primeros dientes aparecieron y como Crowley tenía miedo de andar con las piernas desnudas por miedo a ser mordido. 

Azira-papá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora