Larguísimo.

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La intensidad de los colores son el recordatorio constante del nuevo cambio que ha sufrido. El reflejo del espejo sigue pareciendo impropio. Está vez lleva un clásico overol de lona negro y debajo un tallado suéter negro, de mangas largas y cuello de tortuga. 

El cambio es evidente con su nueva vestimenta. Pero está ocasión, es imposible reconocerse y no porque Aziraphale haya pasado más de tres horas viendo un tutorial de cómo colocar un peluca de manera perfecta. O sea, sí se nota por el rojizo cabello que cae sobre sus hombros. Respira profundo, es obvio que al menos ese día, no es él. 

— ¿Querido? —el ángel Aziraphale entra en su campo de visión. — ¿Estás bien?

El ángel, entusiasmado por el cambio, lleva un abrigo de celeste color que contrasta con la blanca camisa que lleva por debajo. Ha tratado de peinarse también, pero no le ha salido como ha esperado, los rizos han envuelto a enrollarse y han vuelto a su sitio. 

En el segundo que sus miradas se encuentran, es capaz de notar como el pulso del ángel se acelera un par de segundos. Aunque han transcurrido días, ambos siguen sin poder acostumbrarse a la ausencia de sus viperinos ojos. 

—Estás hermoso, Crowley. —lo dice con la mayor de las dignidades y el demonio sonríe auténtico. — ¿Estás listo ya?

Toma la cálida mano que su ángel le ha extendido y salen de la habitación. Tienen una de la citas más importantes en aquel asunto. El doctor Black los llamó hace unos días y les aseguró que tenía la solución para aquello y qué además, un chequeo extra no estaba mal. 

A pesar que el doctor Black ha sido enteramente profesional y muy adecuado, Crowley sigue prefiriendo presentarse ante él como una chica. O el intento de una. Aunque es bastante curioso verlo, lo que más temía había ocurrido y había sido el mismo doctor Black quién le había explicado que, Aziraphale tenía razón, era normal que le crecieran los pechos. 

Empezó despacio, una ligera comezón, un calambre por acá y un poco de humedad en uno de sus suéteres. Decir que no gruño, rugió y renegó cuando entendió qué sucedía otra vez con él, sería mentir. Se puso un poco loco y se oculto durante horas detrás de una pared. 

Aziraphale esperó paciente a que se acostumbrara al nuevo nuevo cambio y le obsequio un pequeño y hermoso ramo de blancas orquídeas. Crowley no sabía cómo procesar aquello, pero se tranquilizó cuándo notó que Aziraphale tampoco, solo trataban de respirar y adaptarse. 

—Dado que la situación no pasa de un embarazo común y corriente, y presenta los síntomas y desarrollo del mismo, obtuve la conclusión que sacarlo será igualmente de común y seguro. —declara el sonriente doctor. 

— ¿Y eso sería? —Aziraphale está al borde de la silla. 

—Podemos programar la intervención. —el médico luce hasta emocionado. —Una cesárea programada es lo mejor para esto tipo de situación... milagrosa. 

—  ¿Cesárea? —murmura Crowley.

— ¿Programada quiere decir controlada?

—Correcto. —el médico les muestra en su moderno portátil un gif donde se muestra el procedimiento. —Es un corte rápido, se retira el bebé, placenta y cualquier anomalía del cuerpo. 

Esto no es perder sus característicos ojos. ¡Ni siquiera es que tenga bubis! ¡¡Le van a partir a la mitad!!

— ¿Qué tan seguro es? 

—Los riesgos son menores a un quince por ciento. —aclara el médico. —Es rápido, seguro y totalmente confiable. 

Cuando la sesión concluye, Aziraphale respira profundo y pregunta al callado demonio en qué está pensando. —Estuviste peligrosamente callado. 

Azira-papá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora