—Cariño, ¿Dónde están esas diminutas galletas que vienen rellenas de queso dulce? —pregunta Aziraphale.
Pero Crowley no se mueve. Su atención ha sido capturada por un sujeto increíblemente alto, a un par de pasillos, que tiene curiosos tatuajes rodeando sus brazos y Crowley está casi seguro que vio uno de ellos moverse.
Aziraphale rueda los ojos, toma la vacía canasta de compras y reinicia su camino. — ¿Crees qué le gusten estos nuevos chocolates? No hay de su marca favorita.
El malvado demonio sigue sin moverse, el sujeto parece elegir algo en la sección de congelados y su perfecto rostro angelical, los enmarañados rizos dorados y los profundos ojos azules le dicen que lo ha visto antes.
—Basta, o te volverán a arrestar por creer que eres un acosador. —regaña el ángel tratando de tirar del brazo de su compañero.
Entonces el familiar sujeto sonríe hacia alguien que no logra ver y sigue eligiendo lo que parece la caja incorrecta. — ¿Es Adam?
La curiosidad invade al ángel y procede a espiar. — ¿En serio? ¿Qué hace en París?
Adam sonríe nuevamente y regresa un par de cajas congeladas al interior del frigorífico y saca otra par. Crowley está por marcharse, no le importa en absoluto qué anda haciendo el ex anticristo en París, pero un detalle, pálido y pelirrojo, lo paraliza.
La angelical mano de Aziraphale cubre su propia boca para evitar la exclamación cuando nota la pálida mano deslizarse por la cintura del alto sujeto que ahora es Adam, y no solo eso, sino que también recuesta la pelirroja cabeza en su pecho y murmura algo tan divertido que todos los dorados rulos del ex anticristo se agitan.
Crowley regresa sobre sus pasos, se oculta entre los estantes de frutas enlatadas y granos secos. — ¿Estoy alucinando?
Los ojos de Aziraphale están a punto de salirse de sus órbitas también. —Yo... no entiendo, ¿vimos lo mismo?
Entonces se deslizan con la mayor de las cautelas hacia el aérea de cajas de aquel pequeño supermercado parisino y notan que, efectivamente, su primogénito está de la mano con el ex anticristo mientras esperan que la amable chica les cobre, lo que parece ser, su cena.
La vacía canasta de supermercado queda a medio pasillo porque la milenaria pareja ha decidido regresar a su confiable habitación en el Ritz, por supuesto, para poder procesar con la mayor intimidad aquella impresionante revelación.
Mientras Aziraphale sirve generosos tragos de whiskey, es casi obligatorio hacer una rápida actualización.
Pareciera que fue ayer que Máximo Harrison Crowley Fell, o Harry para resumir, se fue a la universidad. Fue una lluviosa mañana cuando se despidieron y le dejaron en la puerta de la histórica universidad de Oxford. Pareciera porque fue hace cuatro años y actualmente, Harry se encuentra realizando su residencia y un post grado en la Universidad de Aix-Marsella, Francia.
Después de un larguísimo proceso de aceptación por parte de Crowley y unas merecidas vacaciones en Monte Carlo, se acostumbraron a la nueva vida familiar que incluía a Harry solo para fechas especiales.
Además, el orgullo que sentían por su hijo habían multiplicado su tamaño. Resultó que Harry tenía una fuerte empatía por los demás, eran increíblemente inteligente y casi presumía de ser el estudiante perfecto. Casi porque cuando cumplió diecinueve tuvo una salvaje fiesta con sus compañeros donde terminó siendo arrestado por conducta inapropiada en lugares públicos.
Era increíblemente fácil librarse de aquello, pero el fuerte estado de embriaguez del muchachito se lo impidió. Así que cuando sus padres fueron notificados, Harry Fell escuchó el larguísimo sermón que un molesto Aziraphale le dio por más de cuatro horas.
Sin contar el demoníaco milagro que Crowley hizo para aquel terrible y desafortunado accidente no perjudicara a su hijo y amigos.
¿Qué no usarían sus dotes para proteger a su pequeño? Claro.
En fin, Harry ahora es un funcional joven próximo a los veintiún años que sufre su residencia en una paradisiaca ciudad turística. Comparte un agradable apartamento con uno de sus muchos compañeros y según lo que informa todo marcha a la perfección.
Es el frío mes de Diciembre y en honor de su cumpleaños, han acordado reunirse en París. Planean una elegante cena, un par de obsequios y pasear un rato por la fría ciudad. Nada del otro mundo, nada difícil.
Aziraphale convenció a Crowley de viajar un día antes para tener todos los preparativos listos y, por supuesto, pasar una romántica noche en la ciudad del amor. Su cita terminó en una tranquila visita a aquel supermercado de veinte cuatro horas y llevarse la máxima sorpresa de sus vidas.
Está de sobra decir que no lograron conseguir el sueño de ninguna manera. Aziraphale camino tanto en la habitación que poco faltó para que hiciera un surco en el pulcro suelo de mármol o que se subiera a las paredes. Aunque Crowley si camino hasta por el techo.
Aparte de la inicial sorpresa que su hijo sintiera interés, más allá de lo amistoso por algún humano, es la ironía de qué cuando finalmente mostró interés por alguien, ese alguien no sea un humano.
¿Y porqué no les ha dicho?
¿No es Adam demasiado viejo para él? Aunque técnicamente hablando, hace un lustro que el chico dejó de envejecer.
¿A Harry le gustaban los chicos?
¿Por qué NO LES HABÍA DICHO?
—Tal vez lo hará en el desayuno. —asegura Aziraphale después de una larguísima noche. — ¿Eso no es alguna especie de incesto o algo así?
Crowley, que había metido el rostro en agua fría, se pone en alerta. — ¿Ahora de qué hablas?
—Adam es hijo del diablo, ¿no?
— ¿Y?
—Es decir, ¿tu hermano no-
—Lucifer y el diablo no son los mismo, ángel. —reniega rodando los ojos. —Por el buen Satán... ¿Cómo es qué ocurrió? ¿Por qué no nos dijo nada?
—Creí que le gustaban las chicas. —confiesa el ángel sin dejar de inspeccionar su reflejo. —Esto explica muchas cosas, ¿sabes?
Crowley libera el agua fría retenida en el elegante lavabo. —Ah sí, ¿cuál?
— ¿Recuerdas el otro día que dijo algo sobre no encariñarse con los humanos por qué son pasajeros y tú te pusiste muy feliz por eso?
El demonio sisea antes de asentir. —Adam sigue siendo inmortal...
—Renunció a su padre, no a su... todeza. —exclama el consternado ángel. — ¿Es malo? Es decir, ¿está bien que sean... eso?
— ¿De verdad me preguntas eso a mí? —el ceño de Crowley está totalmente arrugado. —Creí que sería un solterón toda su vida.
— ¡Eso es imposible! —reclama el ángel. —Y no le digas así, Crowley.
El demonio está listo para refutar cuando el mensaje de Harry llega y anuncia qué les está esperando en el restaurante.
—Finge normalidad. —ordena el ángel mientras toman el elevador.
Crowley alcanza a ver los deditos del ángel agitarse rápidamente, delatándole.
Cerca de una de las piscinas, en una redonda y blanca mesa, su más maravilloso milagro les espera con paciencia. Luce un elegante abrigo negro y su cabello resplandece en un rojo fuego. Hay un suave color en sus mejillas y las pecas brillan suavemente.
— ¡Harry! —exclama un emocionado ángel.
El chico los envuelve en un fuerte abrazo y les afirma que lucen fantásticos, como siempre, y que les ha extrañado muchísimo. Luce relajado, emocionada y casi podría ser un perfecto mentiroso si Crowley no fuera capaz de notar el ligero, pero constante movimiento, que tiene uno de sus meñiques, delatándole también.
Crowley tiene la mandíbula tan presionada qué comienzan a dolerle los dientes. — ¿Y... todo bien?
Es un microsegundo el que tarda Harry en asentir. —Genial. ¿Y la librería? ¿Cómo está Muriel?
Crowley se esfuerza en entender, verdad de Satán que sí.
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Azira-papá.
FanfictionDespués de seis mil años de relación, detener el fin del mundo, salvar al maldito Arcángel Gabriel y ayudarlo a escaparse con su novio, suponen que no hay más aventuras que vivir. O tal vez sí, faltaba la mejor de todas.