Habichuela.

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— ¿Estás bien? ¿Estás respirando? —han sentando al ángel Aziraphale porque se ha quedado paralizado. No hay registros de un ángel petrificado pero tampoco hay registros de lo que está sucediendo en Crowley, entonces ahora ya nada tiene sentido.

—Es... es- —tartamudea un poco más. 

—Lo siento mucho, tal vez debí avisar que vendrían. —se disculpa rápidamente. —Pero fui a buscar información en cuanto recibí tu mensaje y vine inmediatamente. 

—Descuida, tal vez también debí decirle quién era mi contacto celestial. —Crowley le resta importancia al asunto agitando una mano y haciendo aparecer un vaso de agua para su paralizado ángel. —Respira, querido, por favor.

Lleva un abrigo de color café sobre su remera blanca. Su barba está perfectamente recortada y sus ojos, de un indescriptible tono caramelo reflejan genuina preocupación y el más puro amor que pueda existir en todas las galaxias. Luce un poco avergonzado y sonríe sinceramente, tratando de transmitir seguridad. 

Le toma más de quince mortales minutos al ángel poder recobrarse de la impresión. — ¡¿Por qué no me dijiste que tú contacto celestial es el mismísimo Jesús!? —pregunta casi en murmuro cuando el joven pasea por la propiedad, observando los cientos de fotografías y leyendo los títulos de todos los libros. 

—Sinceramente, no tenía idea sí podría ayudarnos y no quería quedar como un tonto diciéndote que era amigo mío y que al final no pudiera venir. —explica cómo si fuera lo más obvio. —Hubiera hecho el ridículo. 

— ¡Y el ridículo he sido yo frente al hijo de mi jefe! —ahora exclama casi furioso. —Oh por buen.. Hola, hola. Perdón, hola, disculpa. —se levanta con pasos apresurados para poder alcanzarlos.

—Hola Aziraphale. —sonríe nuevamente. —Lamento el susto, por eso casi no salgo, es mucha la impresión. 

—No tiene que lamentar nada, señor. Yo- yo lo siento, es que-

Alto y sereno, levanta ambas manos. —Dejemos las disculpas, ambos somos culpables. 

—Claro. —el ángel trata de tranquilizar su agitada respiración. — ¿Puedo ofrecerte algo? 

—Oh, pues... ¿Cómo qué?

— ¿Una cerveza?

— ¡Crowley! —Azira regaña inmediatamente. —Uhm pues, ¿té?

Jesús sonríe y asiente. — ¡Maravilloso! He visto esos pastelitos que comen durante el té, llevan crema o algo así en medio, me parecen encantadores. 

El ángel corre a la cocina y el demonio suspira casi agotado. —Danos un segundo, ¿sí?

El invitado asiente cortés y sigue con la exploración en aquella agradable sala llena de recuerdos, libros y pequeñas plantas en sus respectivas macetas. En la cocina Aziraphale está a nada de quebrarse por los nervios y Crowley tiene que alzar la mano para que una perfecta tetera, tazas, pasteles y crema Clotted aparezcan con el mismo estilo que en el Ritz. 

El ángel suspira. — ¿Cómo?

— ¿Recuerdas que yo tuve que tentarlo? Bueno, ya sabes cómo soy, no lo hice. —se acerca a la mesa para asegurarse que todo este en perfecto orden. —Conversamos un rato, le acompañe en aquella prueba, estaba tan solo y un poco triste, era solo un chico...

Los ojos de Aziraphale parecen humedecerse. —Haz estado contra las reglas desde tiempos memorables, ¿no?

—Y antes de bajar, éramos muy buenos amigos allá en casa. —interrumpe el invitado concluyendo la explicación del diablo. 

Azira-papá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora