Linda.

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— ¡Esto es ridículo! —exclama el malévolo demonio Crowley. 

Aziraphale respira profundo. —Querido, yo... sí, es ridículo. 

El muy malvado demonio Crowley ha cumplido dieciocho semanas de sana gestación. Y aunque tuvo que renunciar a su clásica y bastante elegante vestimenta, no se queja tanto de los gigantes suéteres negros que el ángel ha conseguido para él.

En un intento de salir de casa y de su tristeza porque Aziraphale tuvo que regalar a sus dos queridas vacas y sus dos queridas ovejas, bajo el argumento que no podrán cuidarlas como se deben cuando el bebé llegue, decidieron hacer aquella actividad. 

—No creí que fuera tan grande. —exclama un preocupado ángel. 

Crowley bufa y muerde su lengua para detener el comentario que está a nada de salir. —Recuerdo haber oído eso an-

— ¡Hola! ¡Bienvenidos! ¿Buscan algo en especial? 

— ¡Jesús! —exclama, o mejor dicho grita, un espantando Crowley por la sonriente cara que ha salido de su costado.

—Oh, ¡sí, por favor! —Aziraphale se mueve rápidamente y casi abraza a la chica, que luce casi como adolescente, y le muestra en su móvil la interminable lista que ha elegido. —Necesitamos todo lo que está aquí.

La chica examina con rapidez y sonríe amable. —Ya veo, padres primerizos. 

Crowley sigue examinando aquel gigante almacén en Oxford Streets. Tenían una absurda y ridícula cantidad de accesorio pequeñísimos. Olía asquerosamente dulce y la música inducía al sueño. No sabía que los humanos dedicaran demasiado tiempo en los bebés. 

¿Para qué comprar tantas cosas? ¿No se supone que crecen en un par de meses y después aquello es totalmente innecesario?

La chica ha vuelto con un carrito de compras. —Para el primer bebé y lo más importante para un recién nacido es tener una buena cantidad de pijamas, calcetines, muselinas, pañales. —ella ha iniciado a caminar entre aquel monstruoso lugar y la pareja la sigue sin más opción.

— ¿Qué diablos es una muselina? —le pregunta Crowley a un muy concentrado ángel.

—Es como un especia de toalla que tiene muchas funciones. —la chica ha hecho su primer parada. —Sirve como babero cuando se le da pecho-

— ¡¿Se le da qué?!

—O como protección si regurgita cuando descanso sobre su hombro después de la comida. —la linda chica no se detiene con su explicación aunque Crowley haya perdido un poco más de color. 

— ¿Oíste lo mismo que yo, ángel? —inquiere Crowley. —Cuando se le da pecho, ¿oíste eso?

Aziraphale sonríe nervioso. —Sí, escuche. Sé que es una de las cosas más importantes durante los seis primeros meses de vida. 

La boca de Crowley está a un paso de desencajarse. — ¿Sabías eso? ¡Traidor!

—Supongo que ustedes recurrirán a la fórmula. —ella no parece inmutarse ante los arrebatos del pelirrojo. —Existen modernos biberones-

—Ah biberones, sí, eso. —Crowley exclama mientras rueda los ojos. 

— ¡Crowley! —pero Azira chilla casi de inmediato. —Leí un artículo que aseguraba que amamantarlos es lo mejor para ellos, para su confianza y-

El ángel no continúa porque la mirada que Crowley le lanza es más que paralizante. —Discúlpanos eh... ¿Cómo dijiste que te llamabas?

— ¡Linda! —exclama Linda mientras apunta a su dorado gafete.

Azira-papá.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora