38; Trauma

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Narrador

La pequeña estaba paralizada, una cantidad media de sangre había caído y la espada de su padre tenía sangre en la punta.

-¡Alteza!- McKenna fue el primero en reaccionar pues hasta el emperador estaba quieto, el peliazul se acercó a su primo y suspiro aliviado al ver solo la mejilla y parte izquierda del cuello cortada. No era un corte muy profundo lo que era aún mejor, en serio su primo le sacaba unos buenos sustos tanto que justo ahora había caído desmayado.

La princesa se acercó y al fin respiro al ver que no estaba tan lastimado. Se acercó a una sirvienta y le pidió que llamara a algún doctor.

-¿Se da cuenta de lo que ha hecho?- preguntó - A perdido el control de si mismo por su amante y lastimado a un príncipe heredero poniendo en peligro las relaciones diplomado!- grito enojada, esa sensación... Había vuelto -¡Todo por ella! ¡¿ES ACASO UN ESTUPIDO?!- respiraba aceleradamente.

No le importaba si acaba de insultar a su padre, ahora tenía otras prioridades y el había lastimado una de ellas.

Los murmullos no tardaron, estaban sorprendidos por la conducta de la princesa mientras que el emperador solo escuchaba

Ella había reunido mucho coraje y no se sentía mal. Al contrario era como quitarse un peso de encima.

No se dijeron ni una sola palabra hasta que llegó el medico y con ayuda de Heinrey que cargo a McKenna hasta su habitación, le diagnosticaron que tenía mucho estrés, le aconsejaron que duerma más, coma bien y no se sobreexplote en el trabajo.
También recibo la herida de Heinrey, la limpio y puso una especie de venda pequeña. Quedaría una pequeña cicatriz pero si se ponía alguna pomada para esto, desaparecería.

Cuando el médico salía McKenna ya había despertado y estaba regañando a su primo de cualquier cosa. La princesa había tomado por sorpresa a ambos cuando hizo una reverencia.

-Lamento mucho lo que hizo mi padre el día de hoy, acepten mis disculpas en nombre de el- estaba tan avergonzada del complemento de su padre hacia su amante como si fuera un niño protegiendo un juguete.

-No tiene porqué disculparse my Prince, usted no tiene la culpa, aparte también fue una víctima del comportamiento del emperador, así que levantase- ayudo a la princesa a enderezarse y para su sorpresa sus ojos estaban cristalinos -¿Esta bien?

-Asi es... Yo solo necesito pensar bien, con su permiso me retiro- se acercó a la puerta -Cuide a McKenna, yo estaré bien - seguido de esto salio de la habitación, necesitaba ir a su cuarto, necesitaba descansar. Empezó su camino caminando tranquilamente hasta que empezó a acelerar su paso hasta llegar a correr.

En su camino se encontró a Ergi.

-Oh, hola su alte...- fue ignorado, era curioso así que lo siguio vagamente pues sabía que iba a su habitación.

La princesa al llegar puso llave a su puerta y cayó. Se hizo bolita y empezó a llorar.

Debería estar acostumbrada pero le era imposible, tan solo necesitaba llorar está vez y ya no lo haría de nuevo.

Recuerdos: Eres una tonta.

-No lo soy.

Recuerdos: Eres una suertuda chillona.

-...

Recuerdos: Otros mueren de hambre y tu siempre tendrás comida caliente en tu gran comedor.

-No es mi culpa, trato de ayudar a los demás.

Recuerdos: No debiste nacer.

-Tal vez...

Soy la hija de la emperatriz |La emperatriz divorciada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora