Capítulo 5

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Entró en el dormitorio de Tom y la dejó bien extendida sobre la cama. Cogió el neceser que le regalaron a Tom cuando le compró la sombra de ojos, viendo que se lo habían llenado de muestras de maquillaje y cremas para la cara.

Sonrió y fue a dejarlo al baño, como si estuviera en su propia casa. Luego fue a la cocina y ayudó a Tom a poner la mesa. La comida se estaba haciendo en el horno y aún le quedaba unos minutos.

Estaba poniendo los platos cuando le dio por ver qué hora era. Maldijo por lo bajo, casi la 1 y él sin aparecer por el piso que compartía con Andreas. Estaría muerto de preocupación por él...

Dejó los platos sobre la mesa y echó una carrera al dormitorio de Tom. Se había descalzado de nuevo y en el bolsillo interno de su bota derecha además de sus armas de trabajo llevaba el móvil, pero apagado. No quería que nadie le interrumpiera mientras que estaba trabajando, el cliente se podía desconcentrar.

Se sentó a los pies de la cama y lo encendió mientras se mordía los labios, fijo que tendría varias llamadas perdidas de Andreas. Pero no pudo comprobarlo, el móvil estaba sin batería y tenía el cargador en el piso.

Maldijo de nuevo y se levantó. Regresó a la cocina y se quedó mirando a Tom.

— ¿Ocurre algo? —preguntó Tom preocupado.

Le había visto salir corriendo de la cocina y no sabía que le había dado.

—Necesito hacer una llamada—explicó con un hilo de voz—El móvil se me ha quedado sin batería, y...

—No hace falta que me expliques nada, tienes un teléfono en el salón y otro aquí en la cocina—explicó Tom.

Asintió sonriendo y cogió el que más cerca le quedaba. Se sentó en la encimera y descolgando el teléfono de la cocina marcó el único número que se sabía de memoria. Esperó a que se lo cogieran mordisqueándose la uña del pulgar sin darse cuenta.

—Andreas, soy Bill—saludó nada más descolgar.

Se mordió los labios al escuchar la riña merecida de su amigo, siempre que pasaba la noche fuera del piso le llamaba a primera hora de la mañana, no casi a la tarde dejándole muerto de preocupación.

— ¿Se puede saber dónde demonios te has metido? Llevo toda la noche sin dormir por tu culpa, sin saber si estás bien o te han asesinado y descuartizado—exageró un enfadado Andreas.

—Lo siento, se me pasó llamarte—resopló Bill—Sigo con el cliente de ayer, estaré con él una semana entera.

— ¿Cómo dices? —gritó Andreas.

—Lo que oyes, me pagará toda una semana solo por hacerle compañía—contestó Bill riendo, sin importarle que Tom estuviera cerca escuchando.

—Ya te puede pagar bien, eres muy especial y al término de la semana ya verás cómo te pide más—rió Andreas.

—Oye, se me ha terminado la batería del móvil y no tengo el cargador, podías acercarte y me lo traes—suplicó Bill.

—Claro, dime la dirección y te lo llevo esta tarde—accedió Andreas.

—No, esta tarde no que tenemos planes. Espera—dijo Bill quitándose el teléfono del oído—Tom, ¿puedo dar tu dirección? Necesito el cargador y...

Tom le cortó levantando una mano y se la dijo de inmediato. Vio como Bill la repetía al teléfono y se despedía. Mientras, él seguía con la comida. Sacó el estofado del horno y lo repartió en dos platos.

—La comida ya está lista—anunció con una sonrisa.

Bill le imitó y bajándose de la encimera se sentó en una de las sillas. Empezó a comer bajo la atenta mirada de Tom, hasta que se cansó.

Pretty BillDonde viven las historias. Descúbrelo ahora