Alejandro estaba en su mansión, furioso y frustrado. Habían pasado ocho meses desde que Elena se había escapado de él. Habían pasado ocho meses desde que había perdido a su reina. Habían pasado ocho meses desde que había jurado recuperarla.
Alejandro no había dejado de buscarla. Había usado todos sus recursos, todos sus contactos, todas sus influencias. Había rastreado cada pista, cada rumor, cada sospecha. Había ofrecido una gran recompensa, una gran amenaza, una gran promesa.
Pero no había encontrado nada. Nada que le indicara dónde estaba Elena, ni cómo estaba, ni con quién estaba. Nada que le permitiera acercarse a ella, ni hablarle, ni verla. Nada que le diera esperanza, ni consuelo, ni paz.
Alejandro se sentía impotente y desesperado. No podía soportar la idea de vivir sin Elena. No podía soportar la idea de que ella estuviera con otro. No podía soportar la idea de que ella lo hubiera olvidado.
Pero tampoco podía rendirse. No podía renunciar a su obsesión, a su pasión, a su amor. No podía renunciar a su reina, a su mujer, a su vida.
Alejandro estaba decidido a encontrar a Elena, cueste lo que cueste. Estaba decidido a recuperarla, quiera o no quiera. Estaba decidido a demostrarle quién era él, quién era el jefe, quién era el rey.
Alejandro estaba en su mansión, rodeado por sus hombres, sus armas, sus planes. Estaba listo para salir de ahí, para seguir buscando a Elena, para atacar a cualquiera que se interpusiera en su camino.
Pero antes de hacerlo, hizo una última llamada.
Llamó al doctor Sánchez.
El doctor Sánchez era un médico privado que trabajaba para Alejandro. Era un hombre discreto y eficiente, que se encargaba de cuidar la salud de Alejandro y de sus hombres. Era un hombre leal y confiable, que guardaba los secretos de Alejandro y de sus negocios.
Alejandro llamó al doctor Sánchez y le hizo una pregunta.
-¿Qué hay de nuevo? -preguntó Alejandro con impaciencia.
-Nada bueno -respondió el doctor Sánchez con pesar.
-¿Qué quieres decir? -preguntó Alejandro con nerviosismo.
-Quiero decir que no he encontrado nada -dijo el doctor Sánchez con decepción.
-¿Nada? -repitió Alejandro con incredulidad.
-Nada -confirmó el doctor Sánchez con tristeza-. He analizado todas las muestras que me has dado. He usado todos los métodos que he podido. He buscado todas las posibilidades que he encontrado.
-Pero... -intentó decir Alejandro.
-Pero no he hallado nada -lo interrumpió el doctor Sánchez con resignación-. No hay rastro de embarazo en ninguna de las muestras. No hay rastro de ADN del bebé en ninguna de las muestras. No hay rastro de nada en ninguna de las muestras.
-¿Cómo puede ser? -preguntó Alejandro con frustración.
-No lo sé -dijo el doctor Sánchez con desconcierto-. No tiene sentido. Debería haber algo. Algo que indicara que Elena está embarazada. Algo que indicara que el bebé es tuyo.
-Pero no hay nada -dijo Alejandro con desesperación.
-No hay nada -repitió el doctor Sánchez con pena-. Lo siento mucho, Alejandro. Sé lo mucho que deseabas tener un hijo con Elena. Sé lo mucho que te ilusionaste cuando te enteraste de su embarazo. Sé lo mucho que te duele esta noticia.
-No me lo creo -dijo Alejandro con negación-. Tiene que haber un error. Tiene que haber una explicación.
-No hay error -dijo el doctor Sánchez con certeza-. He hecho todo lo posible por encontrar algo. He repetido los análisis varias veces. He consultado con otros expertos. He revisado todos los datos.
-No puede ser -dijo Alejandro con rabia-. Tiene que haber algo. Algo que me diga dónde está Elena. Algo que me diga cómo está el bebé. Algo que me diga que el bebé es mío.
-No hay nada -dijo el doctor Sánchez con firmeza-. Lo único que hay es un misterio. Un misterio que no puedo resolver. Un misterio que solo Elena puede aclarar.
-¿Dónde está Elena? -preguntó Alejandro con ansiedad.
-No lo sé -dijo el doctor Sánchez con impotencia-. No tengo ni idea. Solo sé que está bajo la protección de la policía. Solo sé que está en algún lugar seguro. Solo sé que está lejos de ti.
-¿Y el bebé? -preguntó Alejandro con angustia.
-No lo sé -dijo el doctor Sánchez con impotencia-. No tengo ni idea. Solo sé que está dentro de Elena. Solo sé que está a punto de nacer. Solo sé que no es tuyo.
Alejandro se quedó sin palabras al escuchar esas palabras. No podía creer lo que escuchaba. ¿No era suyo el bebé? ¿De quién era entonces? ¿De otro hombre? ¿De un amante? ¿De un violador?
Alejandro sintió una mezcla de emociones destructivas. Sentía celos, odio, dolor, rencor... Pero también sentía curiosidad, sorpresa, duda, amor... No sabía qué pensar, ni qué sentir.
Alejandro se quedó en silencio por un momento, tratando de asimilar la situación. El doctor Sánchez lo esperaba al otro lado del teléfono, esperando su reacción.
-Alejandro, ¿estás ahí? -preguntó el doctor Sánchez con preocupación.
-Sí -respondió Alejandro con voz débil.
-¿Qué vas a hacer? -preguntó el doctor Sánchez con delicadeza.
-No sé -dijo Alejandro con sinceridad.
-Alejandro, sé que es una noticia dura y confusa -dijo el doctor Sánchez con comprensión-. Sé que no es lo que esperabas ni lo que querías. Sé que tienes muchas preguntas y pocas respuestas. Pero también sé que eres un hombre inteligente y fuerte. Sé que puedes afrontar esta situación. Sé que puedes tomar la mejor decisión para ti y para Elena.
-¿Qué decisión? -preguntó Alejandro con confusión.
-La decisión de seguir o no seguir buscando a Elena -dijo el doctor Sánchez con claridad.
-¿Qué quieres decir? -preguntó Alejandro con sorpresa.
-Quiero decir que tienes dos opciones -dijo el doctor Sánchez con seriedad-. Puedes seguir buscando a Elena o puedes dejarla ir.
Alejandro se quedó sin palabras al escuchar esas opciones. No había pensado en esa posibilidad. No había pensado en seguir o no seguir buscando a Elena. Solo había pensado en encontrarla y recuperarla.
-Seguir buscando a Elena significa asumir un gran riesgo -dijo el doctor Sánchez con honestidad-. Significa enfrentarte a la policía, a la justicia, a tus enemigos. Significa exponerte a ser capturado, encarcelado, asesinado. Significa obsesionarte con una mujer que no te quiere, que te odia, que te ha rechazado.
-Dejar ir a Elena significa renunciar a un gran amor -dijo el doctor Sánchez con tristeza-. Significa olvidarte de una mujer que te gusta, que te hace sentir, que te importa. Significa perder la posibilidad de estar con ella, de hablarle, de verla. Significa vivir con el recuerdo y el vacío de haberla perdido.
Alejandro se sintió abrumado por las palabras del doctor Sánchez. Se sintió confundido y angustiado por las opciones que tenía. Se sintió presionado y agobiado por la decisión que tenía que tomar.
-Doctor, no sé qué hacer -dijo Alejandro con desesperación.
-Alejandro, no te preocupes -dijo el doctor Sánchez con calma-. No tienes que decidir ahora mismo. Tienes tiempo para pensar y reflexionar. Tienes derecho a elegir lo que creas mejor para ti y para Elena. Tienes mi apoyo y mi respeto, sea cual sea tu decisión.
-Gracias, doctor -dijo Alejandro con gratitud.
-De nada, Alejandro -dijo el doctor Sánchez con amor-. Te quiero mucho.
-Yo también te quiero, doctor -dijo Alejandro con emoción.
Los dos se despidieron y colgaron el teléfono. Alejandro se quedó solo en la mansión, pensando en Elena y en el bebe
ESTÁS LEYENDO
La fuga de la reina
RomanceElena es una joven mesera que sueña con una vida mejor. Su sueño se convierte en una pesadilla cuando es secuestrada por Alejandro Rossi, el jefe de la mafia italiana, que se ha enamorado de ella. Alejandro la fuerza a casarse con él, sin importarle...