Los disparos resonaron en la casa, rompiendo el silencio y la tensión. Los tres cayeron al suelo, heridos y sangrantes. Los tres se miraron con odio y con amor. Los tres se dieron cuenta de lo que habían hecho.
Elena se llevó la mano al pecho y sintió un dolor agudo. Tenía un disparo en el corazón, que le quitaba la vida. Tenía una mirada de tristeza y de arrepentimiento. Era una víctima, una sobreviviente, una heroína.
Elena pensó en su bebé, que estaba en la cuna, llorando y asustado. Pensó en su madre, que estaba en el baño, rezando y esperando. Pensó en su hermano, que estaba a su lado, sufriendo y amando.
Elena pensó en Carlos y le dijo:
-Lo siento, Carlos. Te quiero.
Carlos se llevó la mano al abdomen y sintió un dolor intenso. Tenía un disparo en el hígado, que le provocaba una hemorragia. Tenía una mirada de rabia y de perdón. Era un médico, un policía, un héroe.
Carlos pensó en Elena, que estaba frente a él, muriendo y sonriendo. Pensó en su padre, que estaba en México, ignorando y lamentando. Pensó en Alejandro, que estaba al otro lado, odiando y queriendo.
Carlos pensó en Alejandro y le dijo:
-Maldito seas, Alejandro. Te odio.
Alejandro se llevó la mano a la cabeza y sintió un dolor insoportable. Tenía un disparo en la sien, que le destrozaba el cerebro. Tenía una mirada de locura y de pasión. Era un mafioso, un villano, un demonio.
Alejandro pensó en Carlos, que era su hermano, su rival, su vencedor. Pensó en su padre, que era su mentor, su traidor, su creador. Pensó en Elena, que era su reina, su mujer, su vida.
Alejandro pensó en Elena y le dijo:
-Te amo, Elena. Te amo.
Los tres cerraron los ojos y dejaron de respirar. Los tres se quedaron quietos e inmóviles. Los tres se fueron de este mundo y entraron en otro.
Los tres murieron por amor...
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La fuga de la reina
RomansaElena es una joven mesera que sueña con una vida mejor. Su sueño se convierte en una pesadilla cuando es secuestrada por Alejandro Rossi, el jefe de la mafia italiana, que se ha enamorado de ella. Alejandro la fuerza a casarse con él, sin importarle...