CAPITULO 11 - "SODOM."

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Emma.

Estoy demasiado confundida para entender lo que pasa, mis sentidos no responden como deberían y la fiereza de Vladimir me hace retroceder a las malas con un beso que me maltrata la boca. Ni siquiera se fija en su padre que se marcha en tanto yo batallo porque me suelte.

-Quieta -se impone.

-¡Para! - exijo, pero se niega llevándome de nuevo al escritorio permitiendo que Zulima se ubique entre mis piernas.

Batallo y pataleo en vano ya que él me pone un arma en la cabeza aquietándome en segundos.

-Tranquilízate o te dolerá -indica la sumisa.

-¿Por qué crees que todo se soluciona con violencia? -inquiero buscando su mirada leonada- ¡Date cuenta de que no te hace más hombre!

Calla uniendo su frente con la mía, dejando que el aparato entre en mi canal mientras yo aprieto la manga de la camisa.

-Solo hago feliz a tu amo -explica Zulima-. Y a ti.

Un leve ardor me pellizca antes de que Zulima saque el artefacto que me deja más nerviosa de lo que estaba.

-Ahora estarás dispuesta y obediente cada que yo lo requiera -me susurra Vladimir.

Vislumbro el pequeño control que tiene en la mano cuando se aleja. Mis pies tocan el suelo y estos me llevan a la alfombra con la descarga repentina que provoca espasmos en todo mi ser. Espasmos lleno de placer los cuales no sé cómo controlar y hacen que la humedad unten mis muslos acalorándome en segundos.

-¿Qué es? -pregunto desesperada- ¡¿Qué diablos me pusiste?!

Respiro con los dientes apretados. La descarga es tanta que no me deja mover las piernas.

-¿Te gusta? -aumenta el nivel y arqueo el cuerpo- Solo así rindes obediencia...

Tengo una nube de niebla negra en vez de cerebro en lo que sudo tratando de respirar por la boca queriendo controlar los espasmos, pero las descargas se tornan tan fuertes que me me quitan la fuerza.

Mi cabeza cae y él Underboss me aparta el cabello de la cara en tanto yo siento que pierdo la conciencia poco a poco.

-Descansa que el juego será divertido -es lo último que escucho antes de que la mente me quedara en blanco.

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El olor a vegetación entra en mi olfato, mis párpados se abren y no veo más que las copas de los árboles que se ciernen sobre mí. La nieve me quema y lo primero que hago es rodar sobre mi espalda tratando de identificar dónde estoy.

«¿Pinos?» ¿Me han dejado libre? Tengo una tunica beige la cual se ajusta con una cuerda a mi cintura, una larga trenza cae sobre mi espalda y, en vez de zapatos cerrados, tengo sandalias planas como una esclava espartana. El tronar de las balas me pone alerta, alguien viene corriendo. No tengo idea de a donde correr, así que me quedo quieta viendo al sujeto de negro que sale de los pinos.

«Es uno de los verdugos de la fortaleza».

-Lo que pasa en el bosque se queda en el bosque, pastelito -espeta viniéndose contra mí-. Amo este juego. Emprendo la huida, pero, me alcanza, caigo y me arrastra de los tobillos mientras me giro pataleando cuando rasga el cuello de la túnica refregándose en mi pelvis.

-Me voy a deleitar pastelito -se alza sobre mí y alguien lo aborda por detrás torciéndole el cuello en un dos por tres. Algo cruje y el cuerpo cae como si fuera un mero monigote dejándome ver al hombre que se cierne atrás.

«El ruso» Ilenko Romanov blande la daga que me hace cerrar los ojos a la espera de mi muerte, pero esta termina clavada en la nieve a centímetros de mi cara. Siento su aliento acariciando mis labios, sus manos enguantadas en cuero sujetando mis muñecas y algo muy duro sobre mi vientre.

BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora