Capítulo 7

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La hippy

Tal y como Alfonso había dicho, no lo vio en el resto de la tarde, ni siquiera cuando fue a recoger sus cosas a conserjería. Anahí se marchó desilusionada y pensativa. Pasar más tiempo junto a Alfonso había hecho que conociera un lado dulce, incluso tierno, del teniente, que él parecía querer disimular. Se negó a analizar por qué su pensamiento volvía una y otra vez a las sensaciones que experimentaba y no podía alejarlo de su mente. Llegó a casa cansada, no por el trabajo que había realizado en la base, sino por el agotamiento psicológico que suponía cualquier conversación con Alfonso. Se puso una camiseta cómoda y se preparó un bocadillo, subió a su habitación dispuesta a ver alguna película en la cama y dejar de pensar en él, se acostó y al poco tiempo se quedó dormida. Sin embargo, ni en sueños pudo deshacerse de su presencia y soñó con él, uniformado, entrando en casa de su padre y llevándosela en brazos. El despertador interrumpió su romántica huida y abrió los ojos con el corazón latiendo furioso en su pecho, maldiciendo haber elegido Oficial y caballero la noche anterior como entretenimiento. Tendría que haber optado por otra temática. Se duchó y se vistió con otro de sus ligeros vestidos de color blanco y dos volantes en el bajo. Se miró en el espejo y sonrió al pensar que Alfonso lo desaprobaría, no porque fuera demasiado corto, porque no lo era, ni demasiado escotado, que tampoco, sino porque se amoldaba perfectamente a su cuerpo y marcaba sus curvas hasta las caderas donde se ensanchaba y tenía el vuelo. Media hora después entraba de nuevo en la recepción y se encontraba a Alfonso de brazos cruzados, esperándola. Botas, pantalón militar y camiseta blanca, lástima que llevara gafas de sol de aviador y no pudiera ver la reacción ante su vestido.

—Hoy volverá a su rutina.

—Buenos días, señorita. Espero que haya descansado usted bien. Buenos días, teniente, igualmente —contestó irónica.

Alfonso siguió mirándola en silencio, molesto. No por la contestación de Anahí. Estaba mucho más enfadado consigo mismo por no haber podido alejarla de sus pensamientos ni un solo momento que por sus insolencias, que dicho sean de paso, le encantaban.

—Bueno, pues ya está todo dicho. Deje sus objetos personales y andando.

A toda prisa guardó su bolso en una de las taquillas de la entrada y siguió a Alfonso por las calles del cuartel, en silencio, un día más.

—Nos veremos a la hora de comer —se despidió de Anahí a la puerta de las oficinas.

—De acuerdo... —contestó indecisa. ¿Qué había sido del hombre que había conocido ayer? Hoy parecía el mismo que vio en el juicio, frío y distante. Alfonso se disponía a darse la vuelta cuando Anahí lo detuvo— ¿Ocurre algo, teniente? Hoy está muy serio, quiero decir más serio que ayer...

Alfonso se limitó a mirarla detrás de las gafas de sol.

—No tengo tiempo para estar de cháchara, señorita. Tengo cosas más importantes que hacer. Si se siente sola...

—Perdone —lo interrumpió, resentida, y antes de que dijera algo que volviera a herirla— se me olvidaba que ya me ha dejado claro muchas veces que estar conmigo es una pérdida de tiempo. No le entretengo más, buenos días.

Subió a toda prisa los escalones y entró en la oficina para organizar el correo, dejando a un Alfonso confuso mirando la puerta por donde había desaparecido. Sentía haberla tratado así, pero era lo mejor. Era algo que había estado meditando durante las noches de vigilia que llevaba sin dejar de pensar en ella. Si tenía que estar todo un mes haciéndose cargo de Anahí, cuanto más frío fuera su trato, mejor. Cuantas menos situaciones íntimas se propiciarán entre ellos, mejor. Cuantas menos cosas supieran el uno del otro, cuanto menos roce, miradas, conversaciones... Cuanto menos cerca la tuviera, menos peligro correrían los dos. Alfonso no estaba ciego y sentía, igual que lo hacía ella, que entre ellos saltaban chispas y lo mejor para evitar arder era mantenerse alejados el uno del otro. Muy a su pesar. La mañana para Anahí pasó lenta y tediosa, el acto mecánico de clasificar el correo no le impedía recordar una y otra vez lo sucedido con Alfonso a la llegada a la base. Había sido una ingenua al pensar que después del día anterior su relación sería más cordial. Estaba claro que el teniente tenía algún problema de bipolaridad. O eso, o es que ella no le gustaba. Aunque hubiera apostado a que sí... La tensión entre ellos era palpable cada vez que estaban juntos, no era posible que se lo hubiera imaginado... No obstante, si así iban a ser las cosas, lo asumiría, no volvería a ponerse en ridículo reclamando su atención y mendigando sus sonrisas. Hasta aquí.

El Teniente y La chica "Hippy"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora