Capítulo 30

98 11 0
                                    

El adiós

Alfonso ayudaba a su madre en la cocina con cierto aire impaciente y sin poder evitar miradas recelosas hacia la puerta del salón. Seguía pensando que no había sido buena idea dejar a Anahí a solas con su padre. Lo conocía bien y sabía hasta dónde podía llegar.

—Hijo, pásame esos tomates —la voz de su madre consiguió distraerlo un momento. Lina señaló con la cabeza la encimera de la cocina mientras tenía las manos bajo el grifo y limpiaba las hojas de la lechuga. En un acto mecánico, Alfonso obedeció. Se apresuró a preparar en una bandeja los cubiertos, servilletas y vasos para poder salir, con la excusa de preparar la mesa, a la terraza y comprobar con sus propios ojos cómo estaban yendo las cosas.

—Déjales un momento a solas.

Lina apenas había cambiado de posición, observaba los movimientos de su hijo de reojo intentando, sin éxito, esconder la sonrisa que afloraba de sus labios.

—¿Crees que ha sido buena idea dejarlos solos? —Alfonso apoyó la cadera en el banco al lado de su madre y se cruzó de brazos.

—Ahora mismo tu padre estará intentando averiguar algo más de Anahí. Supongo que es algo que los hombres de esta familia necesitáis, tenerlo todo bajo control. Pero no tienes nada que temer.

—No sé hasta qué punto entiende lo importante que es ella para mí.

—Cualquiera que haya sentido lo que tú sientes lo sabe. ¿Crees que no se te nota? —se secó las manos en un paño de cocina, se volvió hacia su hijo y acarició sus musculosos brazos de arriba a abajo en un movimiento cadencioso —¿Cuánto tiempo llevabas esperando verla?

—Tres años —confesó con sinceridad.

—¡Vaya! Tres años... Habéis perdido mucho tiempo. ¿Y ahora?

—Ahora se marcha a Viena. No sé cuándo podremos volver a estar juntos.

—¿Quieres estar con ella?

—No puedo estar sin ella —Alfonso enfatizó la frase.

—Ella quiere estar contigo —Lina sonrió. No era una pregunta, era una afirmación.

—¿Cómo puedes estar tan segura?—Olvidas que esa chica está ahí fuera, sola con tu padre, después de lo que pasó. Si no te quisiera no habría accedido a venir contigo. ¿No crees?

Alfonso abrazó con fuerza a su madre y la besó en la mejilla.

—De todas maneras, creo que deberíamos salir. No quiero tentar a la suerte.

—Si no se ha marchado aún es porque ya debe tener al general en el bolsillo. Espera solo un minuto, enseguida salimos —la mirada de Lina se entristeció—. ¿Qué sabes de Ana?

Alfonso sintió pena por su madre. Acarició su espalda y la encerró en un abrazo cariñoso.

—Sé que está bien y que os echa de menos —dijo suavemente.

—¿Pero es feliz? —Sí, lo es. El trabajo le va muy bien y está muy contenta con su pareja.

Lina suspiró y se separó de su hijo. Enlazó un brazo en su cintura y se encaminaron hacia la terraza.

—Algún día nos reuniremos todos juntos, podré volver a abrazar a mi hija y jugaré con mis nietos en el jardín. Algún día...

Alfonso cargaba con la bandeja cuando salieron al jardín, todavía con las palabras de su madre resonando en sus oídos. «Nietos» hijos de Anahí y suyo... sonrió embobado y buscó ansioso la mirada de Anahí. Necesitaba comprobar cómo se encontraba. Estaba preparado para verla triste, enfadada y algo desilusionada, sin embargo, no estaba en absoluto listo para la estampa que se encontró. El general charlaba distendidamente con una dicharachera Anahí que no cesaba de gesticular y sonreír provocando las carcajadas de su padre.

El Teniente y La chica "Hippy"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora