Capítulo 20

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Que quede claro

—Shhh... quieta. Tranquila, soy yo, soy yo...

Anahí se dio la vuelta en sus brazos, sujetó con sus puños la camiseta de Alfonso y se convulsionó por el llanto.

—Lo siento, no quería asustarte. ¿Estás bien? — confuso, acarició con una mano su espalda y con la otra le levantó el rostro para ver la expresión de sus ojos. Anahí asintió incapaz de dejar de llorar. Con las lágrimas resbalando por sus mejillas se abalanzó sobre él. Le rodeó el cuello con los brazos y lo besó bajo el lóbulo de la oreja.

—Quédate conmigo... —susurró.

—Todo lo que pueda. Estás más delgada... —observó— ¿Ha pasado algo? Anahí, mírame.

—Ahora solo quiero que me abraces. Apriétame fuerte, por favor.

—No hay nada que me apetezca más. Alfonso la cogió en brazos, entró al despacho con Anahí acurrucada y pegada a su cuerpo y cerró la puerta tras de sí. Se sentó en el sofá con ella en su regazo y esperó a que se tranquilizara. Absorbió con tiernos besos sus lágrimas y apretó su cintura. Sólo cuando Anahí sintió que su respiración comenzaba a regularizarse se incorporó y vio la preocupación en los ojos de Alfonso.

—Cuéntamelo, Anahí. ¿Qué ha pasado?

—De todo —suspiró—. Ha pasado la cabo Frías, un problema —se interrumpió— que no viene a cuento, tu ausencia, el silencio y sobre todo, dudas, muchas dudas...

—A ver, a ver, por partes. ¿La cabo Frías?

Anahí se levantó y se alejó de él.

—¿Cuándo pensabas decirme que os estabais tomando un tiempo? ¿Qué erais pareja? Si querías un poco de diversión, un revolcón ocasional, por mí no había ningún problema. Siempre que yo también estuviera al corriente de tus intenciones. Alfonso se levantó y acortó la distancia que ella le había impuesto, malhumorado.

—Lo de la cabo Frías viene de lejos, Anahí. Pero puedes estar segura de que no te he mentido. Entre ella y yo no hay nada. Hubo, es cierto. Pero hace tiempo y comprendí que lo nuestro no iba a ningún lado.

—Claro, y ahora me dirás que ella no lo acepta y que por eso se ha comportado así conmigo.

—Eso es exactamente lo que ha pasado.

—Su versión es muy diferente.

—Dime, ¿de verdad crees que entre ella y yo hay algo? ¿Crees que si fuera así me la habría jugado por ti? Rectifico, me la estoy jugando por ti, Anahí. Dentro de una hora entraré en el calabozo por pegarle a un civil que insinuó que iba a meterse en tu cama en cuanto abandonaras la base y que yo no significo nada para ti. Pero no lo creí, y en contra de todo lo que represento y mi puesto de trabajo, le golpeé por ofenderte. ¿Qué más pruebas necesitas? ¿Qué quieres oír?

—La verdad, simplemente.

—¿La verdad? Pues espero que estés dispuesta a asumirla porque no voy a omitir ningún detalle. Anahí se preparó para la herida que, estaba segura, recibiría de labios de Alfonso. Tomó aire y esperó.

—Adelante —le instó.

—Pues ahí va. Me he pasado horas pensando en tus manos, tus labios, tus ojos y anhelando tu cuerpo. No he dejado de pensar en ti ni un solo momento y lo malo es que esto que me sucede no viene de ahora, no. Desde que te bajé de ese bendito poste has ocupado mi mente. He estado dando vueltas a todo lo que me haces sentir y por temor a que pudieras pensar que estoy loco, no me he atrevido a confesártelo. ¿Cómo iba a culparte de pensar así de mí si hasta yo mismo me asusto de lo que me haces sentir?, ¿cómo he podido enamorarme de ti en apenas tres semanas? —hizo una pausa para observar la reacción de Anahí que se mantenía inmóvil y con los ojos como platos—. Pero lo cierto es que lo estoy, irremediablemente loco por ti. Y ahora mismo siento que voy sin frenos y cuesta abajo... Y tú estás ahí, quieta, mirándome asustada. Incapaz de interrumpirme, de hablar conmigo y preparada para salir huyendo en cualquier momento...

El Teniente y La chica "Hippy"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora