Capítulo 28

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La familia

Anahí permanecía exhausta entre los brazos de Alfonso, sentía las caricias de sus manos recorriendo su espalda, dibujando con sus dedos espirales que ascendían y descendían hasta sus nalgas provocándole pequeños escalofríos de placer. Alfonso la abrazó con más fuerza al notar como tiritaba entre sus brazos.

—¿Tienes frío?

Negó con la cabeza y restregó su nariz por la curva de su cuello. Aspiró su aroma a madera, sexo y masculinidad y se empapó de él. Lo grabó a fuego en su mente.

—¿Qué te parece si te preparo un baño y, mientras te relajas, hago la cena? Debes estar muy cansada.

A Anahí le parecía una idea estupenda, solo que para eso, tendría que separarse de Alfonso y estaba tan a gusto en sus brazos...Al final asintió y besó el lugar exacto donde palpitaba su pulso.

—Cariño, ¿te has quedado muda? Sé que soy irresistible que te ha dejado sin palabras, pero empieza a preocuparme tu silencio. ¿Estás bien?

—Estoy contigo. Estoy perfectamente... —el tono bajo y ronco de su voz alertó a Alfonso.

Colocó el dedo índice bajo la barbilla de ella y levantó el rostro sonrojado de Anahí para poder ver la expresión de su cara. Estudió el brillo de sus ojos azules, la emoción y el ligero temblor de su labio inferior. Estaba a punto de echarse a llorar. Entendió que había sufrido demasiadas emociones en pocos días... Acarició con los pulgares sus mejillas y la besó suavemente, rozó sus labios con los de ella calmando los tiernos pucheros que escapaban de ellos. Besó y bebió cada una de las lágrimas que resbalaban por su precioso rostro y susurró tiernas palabras de amor junto a su oído hasta que logró calmarla.

—Deja que te prepare ese baño. Necesitas descansar.

—Solo si tú entras conmigo.

—Si entro contigo no estoy seguro de mantener las manos quietas. Mentira, lo sé, no lo voy a hacer.

—Y... ¿No has pensado que quizá necesite un masaje? —Anahí notó la excitación de Alfonso contra su estómago y sonrió pícara —. Aunque quizá no sea la única y tú también necesites que te relaje...

—Cariño, yo voy a necesitar que me relajes cada vez que estés cerca de mí. Ha sido así desde que te conocí.

—¿A sí? ¿Incluso mientras me bajabas del poste?

Alfonso levantó una ceja y sonrió de medio lado.

—¿Por qué crees que te bajé tan rápido?

Anahí soltó una carcajada y subió una pierna para enroscarla en la cadera de Alfonso y rozar su erección. Él negó con la cabeza. —Eres mala... —Rodó por la cama hasta ponerla a horcajadas sobre él—. Además de preciosa e irresistible.

Subió sus manos hasta abarcar los generosos pechos de Anahí y pellizcar suavemente los pezones. Como respuesta, ella se balanceó sobre su excitado miembro. Alfonso se incorporó, la sujetó por la cintura y se sentó al borde la de la cama.

—Sujétate fuerte —se levantó con ella colgada de su cuello y caminó agarrándola por las nalgas hasta el baño.

La sentó sobre la fría encimera de mármol provocando que Anahí saltara y se pegara más a su cuerpo al notar el brusco contraste de temperatura. Alfonso besó su cuello y fue descendiendo hasta succionar el pezón derecho, deslizó su boca más abajo y lamió su estómago hasta llegar al tatuaje. Lo besó y repasó con la lengua, quedándose prácticamente arrodillado en el suelo. Anahí echó la cabeza hacia atrás, se cogió al banco con ambas manos y se abrió a él.

El Teniente y La chica "Hippy"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora