Capítulo 10

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El tatoo

La camiseta de Alfonso voló por los aires y en silencio, solo con su mirada pidió permiso a Anahí para continuar, haciendo verdaderos esfuerzos por no abalanzarse sobre ella y tomarla lo más rápido posible. La necesidad de sentir el abrazo y las contracciones de sus músculos cuando por fin pudiera adentrase en ella lo estaban volviendo loco. No recordaba haber deseado a otra mujer como la deseaba a ella. Anahí sonrió y asintió, anticipándose a lo que estaba a punto de suceder. El fuego que veía en sus ojos encendía más, si cabe, la pasión que los envolvía. Alfonso suspiró aliviado y se dejó caer de rodillas. Empezó a descender por el cuerpo de Anahí prodigándole besos húmedos hasta llegar al minúsculo triángulo de ropa interior que impedía su acceso. Enganchó sus pulgares en el elástico y lo bajó lentamente por sus esculturales piernas sin despegar sus ojos de los de ella. No quería perderse ni por un momento cualquiera de sus gestos y jadeos, grabarlos en su memoria, disfrutarlos y revivirlos en la intimidad las veces que quisiera. Cuando por fin hizo a un lado la ridícula prenda, soltó una carcajada y rozó con el dedo el dibujo de su pubis completamente depilado.

—¿El símbolo de la paz? ¿De verdad?

Sonrió tímida y asintió. Alfonso sustituyó el dedo por la lengua y repasó el tatuaje entre los sensuales suspiros que escapaban de los labios de Anahí. Colocó la mano entre sus piernas y fue subiendo despacio, provocando escalofríos en su piel y agitando su respiración.

—Alfonso...-La gravedad del tono de su voz lo animó a seguir torturándola un poco más. —¡Oh Dios! —colocó las manos en su cabeza y tiró un poco del corto cabello del soldado— Para por favor, creo...-Las atenciones del teniente cesaron en el acto.

—¿Qué?

—Estoy un poco mareada, creo que... -Se levantó y la sujetó por los hombros.

—No me hagas esto.

—...creo que voy a...

—Joder.

Anahí se convulsionó por las arcadas mientras doblaba su cuerpo y expulsaba el Malibú, la piña y la espuma de coco a los pies de Alfonso. Cuando pudo controlar su desnudo cuerpo, sin levantar la cabeza, usó los pies para enterrar en la arena el producto de sus náuseas.

—Bueno, no sabía que lo hiciera tan mal —bromeó Alfonso rebajando la tensión del momento.

—Debes pensar que soy una niñata, hippy, pija y estúpida.

—No, inoportuna quizá —dijo sonriendo, pensando en la contradicción de su descripción— Creo que eres una mujer sumamente atractiva, capaz de volverme loco en todos los sentidos, pero que no aguanta más de dos copas. Anahí sonrió con timidez, aún avergonzada por el numerito que acababa de montar. —Será mejor que te lleve a casa —Alfonso acarició con dulzura la mejilla sonrosada de la joven.

—Sí, será lo mejor —sorprendida por el tierno gesto dio un paso atrás—. Pero antes dame unos minutos. Se dirigió hacia el mar mientras Alfonso observaba su silueta recortada entre la espuma de las olas.

—Ni se te ocurra meterte en el agua.

—¿Me volvería a rescatar, teniente?

—Anahí... —desoyendo sus advertencias desapareció en las oscuras aguas del Mediterráneo— Una y mil veces.

Los segundos transcurrieron eternos, tanto que Alfonso ya estaba dispuesto a entrar a por ella cuando la vio emerger de las aguas, preciosa como si de una Diosa se tratara. Visiblemente excitado a pesar del anticlímax, se vistió con rapidez sin perderla de vista ni un segundo. El cuerpo mojado de Anahí brillaba bajo la luz de la luna mientras se acercaba hacia él.

El Teniente y La chica "Hippy"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora