Nuevos conceptos

609 84 2
                                    


Regina creía que nunca más soñaría con algo tan placentero. Aún le era difícil asimilar que Emma se le había aparecido en una hermosa ilusión de su cabeza y además que le había gustado lo sucedido. El "mojado" encuentro fue demasiado increíble como para ser comprendido de una sola vez. Tuvo que revivirlo de muchas formas, muchas veces, como escenas de una película. Los cabellos dorados y hermosos de Emma, sueltos, libres. El calor del cuerpo de Emma en el suyo. Aquel inexplicable beso. Todo su cuerpo reverbera en un placer inigualable. Su lengua encontrándose con la suya. Había una sonrisa en Regina que estaba acostumbrada a esconder: un deseo incontrolable de morderse el labio inferior y saltar por la casa haciendo piruetas. Incluso solo con la presencia de Emma cerca de ella, aunque no dijera nada, le daba ganas de salir corriendo, y hacer piruetas, si no fuera por la silla de ruedas y sus piernas sin fuerza. Se estaba dando cuenta de ese detalle de sí misma. Tenía que ser muy cautelosa para no dejar que lo descubrieran, aunque pensaba que Cora ya había notado sus expresiones cuando Emma estaba cerca.

Al final, ¿qué significaba tanta alegría solo por ver a Emma y haber soñado algo tan íntimo con ella? Era innegable que la enfermera tenía un papel importante, además de cuidar de su estado. Pero, ¿cómo sería después de que estuviera bien y pudiera andar de nuevo? La gratitud no parecía bastante, era lo esencial. Regina observaba a Emma en la distancia, días tras día, queriendo esa respuesta. ¿Qué vendría después? De verdad quería conocer el futuro. No quería perder por nada el cariño con el que Emma la trataba. Pues sentía algo más, aunque el cariño de cuidadora de aquella muchacha fuera su característica más natural. Mills quería para ella todo aquel amor y dedicación, y quizás para tenerlos, tuviera que esconder sus reales intenciones.

Emma estaba cuidándola esa mañana de jueves, comprobando si la rojez de la piel de la zona lumbar se había atenuado. Su esfuerzo había valido la pena, pues la rojez de antes había prácticamente desaparecido. Regina se quedó quieta, sintiendo sus dedos pasar una última capa de crema hidratante. Cuando Emma abotonó la camisa, Regina se lo agradeció, pero no la miró a los ojos como siempre hacía. Si había algo característico en Regina era aquella mirada que penetraba en el alma de cualquiera que se cruzase en su camino. Y, bueno, ella siempre agradecía algún servicio de la misma forma, solo que ese día fue diferente. Por cierto, ese día todo estaba siendo extraño.

A la hora del desayuno, Regina invitó a la enfermera a sentarse en la mesa que había sido instalada en el cuarto. Se pasó todo el tiempo mirando hacia el jardín a través de la ventana, aunque la conversación entre ellas estaba siendo interesante. Regina estaba tan avergonzada que mal podía esconderlo. Le preguntó a Emma cosas bastante peculiares, un interrogatorio sobre su vida en el hospital. Tenía preguntas bien extrañas y respuestas incómodas cuando Mills quiso saber cuál había sido lo más impresionante que Emma había visto en su época de estudiante de enfermería. Emma le dijo que recordaba ver un feto de cinco meses dentro de un bote de vidrio, pero que eso no fue solo lo que presenció en sus clases de Materno infantil.

En el único momento en que Regina volvió a mirarla, aunque de forma rápida, preguntó, curiosa como era, sobre las cosas que Emma dejó de citar. Admitía que se divertía imaginando a una Swan más joven aprendiendo a lidiar con personas y bebés, conociendo el cuerpo de las personas y estudiando enfermedades. Era una mujer guiada todo el tiempo por su vocación.

‒ ¿Qué cree que sería si no hubiese escogido esta profesión?‒ Mills se limpia la boca con una servilleta de tela en cuanto termina de desayunar.

‒ Pues no lo sé‒ Emma para y reflexiona ‒ Es difícil imaginarme haciendo otra cosa. Todo comenzó muy pronto, con mis padres incentivándome a jugar con bebés de juguete. Nunca quise jugar con Barbies, tener la mochila de moda o los calderitos de Grace & Candies. A las muñecas que yo tenía siempre les pasaba algo, normalmente un accidente, y siempre estaban en la cama, para poder cuidarlas. Una vez mi madre me vio vendando la pierna de una muñeca Suzie y lo encontró tan gracioso que lo fotografió. Aun tengo la foto.

BuryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora