Saltando etapas

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El corazón de Emma estaba a mil cuando cerró la puerta del apartamento y se encontró tras esta. Había acabado de vivir la cosa más impresionante. Un acontecimiento. Una sensación única que resonará durante días en su mente, como quien quiere vivir la misma noche de nuevo y de nuevo hasta cansarse. Era Regina. La mesa. La música. Su aroma. La forma en que le dijo aquellas cosas. Por primera vez en meses Emma estaba abierta a un bello sentimiento romántico. Iba a soñar con Regina, con total certeza. Con su olor y en cómo un sencillo beso le hacía querer abrazar el mundo. ¿Dónde había estado ella todo este tiempo? ¿Por qué tardó tanto? ¿Por qué estaba eligiendo a Emma? No tenía respuestas obvias, pero lo que sí era obvio era que al lado de ella todo parecía mágico.

Revive los mejores momentos de la noche, tan rica y maravillosa, como si fuera una película sobre su vida reflejada en la televisión de la sala. Regina abrazando su cuerpo y sus manos en sus hombros mientras la música les daba unas ganas locas de besarse solo para tener repetida la sensación de la primera vez. Regina deslizando sus manos por ella, encontrando un lugar cómodo en su cintura no tan acentuada como la de ella. La piel de su rostro era tan suave como la de un bebé, con aquellas cicatrices minúsculas que parecían líneas al lado de su ojo. Regina era tan bonita que Emma tenía la mosca tras la oreja. O la suerte finalmente brillaba para ella o el destino ha sido más que generoso al atender su petición de felicidad. Emma tenía una sonrisa en su rostro, se mordía el labio inferior y gemía por contener la risa. Sencillamente no conseguía parar de pensar en Mills y en su adorable idea de invitarla a cenar al borde de la piscina. Habían hablado sobre lo que sería de ellas ahora que la mujer ya no necesitaba de sus servicios, y coincidía que también era su último día de vacaciones en el Amber City Hospital. Emma tuvo que admitir que volvería a su trabajo como enfermera y Regina también se veía en la obligación de retomar las actividades en la Mills & Colter. Por esa razón, acordaron volver a sus funciones, aunque eso interfiriera en las veces que se verían. La señora Mills se las ingeniaría para ver a Emma, así como la joven enfermera llamaría para preguntar si estaba todo bien y consecuentemente marcarían una cita en algún lugar romántico o incluso en su apartamento si a Regina no le importaba. Swan tenía la impresión de que todo lo que Regina necesitaba era aquella relación entre ellas. Que de ahí en adelante de verdad estaban enamorando, con derecho a juramentos de amor y besos calientes hasta llegar al sexo. Emma pensó en el sexo, pues hacía mucho tiempo que no se acostaba con nadie y masturbarse en el baño no la satisfacía. Se fue quitando la ropa, librándose de la parte de arriba, la de abajo hasta quedar desnuda delante del espejo del cuarto. Se miró, se tocó a la altura de los pechos y los encontró mayores. Bueno, no estaba en el período premenstrual, así que, ¿sería un efecto de estar pensando en la señora Mills? Después de sentir sus manos a su alrededor, su gran tensión y aquella boca. A Emma comenzó a gustarle la idea, pero respetaría el tiempo de Regina si ella aún no estaba lista. No podía parecerse a un hombre que solo quieren tener una relación para tener sexo. Recuerda solicitar en una de esas noches a alguien que la amase desde el principio y no estuviera con ella solo para ir directo a entre las piernas. Era eso lo que hacía que Emma sonriera mordiéndose los labios de nuevo, pensar en Regina demostrando un sentimiento con derecho a todo, porque era eso lo que parecía. El inicio de una relación donde podrían abrir plenamente y contarse sus miedos, sus deseos sin ningún problema.

Emma se puso el pijama antes de que se hiciera demasiado tarde. Tiene que ir al hospital por la mañana y no quiere dejarse dormir, aunque sabía que sería difícil conciliar el sueño. Su cabeza estaba algo pesada a causa del vino. Compartió con Regina media botella y ni sabé cómo condujo hasta su casa. Apagó todo, se cubrió con el edredón y esperó bastante, hasta que su cabeza se encontrara tranquila, absorbiendo todas las sensaciones que había vivido dos horas atrás. Podría haberle dicho a Regina que tenía planes maravillosos para las dos, pero ante todo lo ofrecido por la mujer, ¿qué serían sus ofertas cerca de las de ella? Emma se reía de sí misma y de su simplicidad, que en el fondo era lo que atraía a Regina. Le vino una pregunta: ¿Hasta cuándo estaría ella interesada? Si había amor y pasión unidos, Regina jamás pondría atención a la simplicidad. Un día le dijeron que ella era soberbia, pero ahora no era así. Emma no veía soberbia en Mills. Así que Emma pensó que había ganado en la lotería del amor. Una de las mujeres más ricas del país, enamorada de ella, con la personalidad moldeada de una manera totalmente diferente a lo que siempre fue.

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