Practicar deporte nunca fue el fuerte de Regina. Pero tenía la impresión de que volver a aprender a caminar era más duro. La recuperación exige esfuerzo. Ingrid sentía placer al exigirles esfuerzo a sus pacientes, se veía en su rostro de satisfacción cuando Mills conseguía contraer los músculos de la pierna y de los pies. Había demostrado un gran avance en la última semana, lo que para Ingrid era un milagro dado el estado en el que la había encontrado. En pocas sesiones podría usar el andador y parecía tan animada con la posibilidad que ya había negociado con la fisio un sueldo regular. Ingrid la incentivaba con tanta energía que cada vez que estiraba la pierna, aunque le costara mucho, balanceaba la cabeza afirmativamente y le decía una frase de efecto: "¡Excelente, Regina!, "Muy bien" "¡Has ganado este paso!"
Solo habían pasado unas semanas desde que le habían dado el alta. No era un ser humano excepcional, pero había una motivación detrás de esa fuerza de voluntad. Se imaginaba caminando sola por la casa, o yendo a conversar con el ama de llaves en alguna estancia. Regina se veía subiendo las escaleras en pocas semanas. Y se encontraría a Emma preparando su baño y su cama. Pero claro, Emma se marcharía cuando ella estuviera en pie, ya no haría todas aquellas cosas. Entonces, Regina comenzó a preocuparse. ¿Qué le diría a Emma cuando se levantara de la silla de ruedas y ya no fuera necesaria? No lo había pensado.
Ingrid se dio cuenta del cambio y de su falta de voluntad al comenzar la última sesión de ejercicios. Conocía a la mujer desde hacía poco tiempo, sin embargo, tiempo suficiente para que le extrañara aquella repentina apatía. Ella paró, miró a Regina con cuidado, buscando el motivo para que ese día hubiesen acabado antes la sesión. Regina tenía el rostro sudado. Buscaba la toalla para limpiarse, y cuando se secó el rostro con ella, se encontró a Ingrid esperando una explicación.
‒ ¿Está cansada, señora Mills?
‒ Un poco. Disculpe, ¿podemos acabar por hoy?‒ Regina pidió, no queriendo pensar en lo que estaba pensando.
Ingrid miró el reloj de muñeca por debajo del chaleco y se dio cuenta de que faltaba poco para acabar.
‒ Bueno, nos quedaban diez minutos para acabar. No hay problema. Está yendo bien, ha hecho significativos progresos. Voy a hablar con su cuidadora‒ dijo Ingrid, mientras recogía las cosas.
‒ ¿Qué va a hablar con ella?‒ preguntó Regina de inmediato, asustada.
‒ Voy a recomendar unos ejercicios para que haga con usted. Creo que volverá a caminar si comienza con estímulos cuanto antes.
‒ Eso estaría muy bien...A no ser por un motivo‒ habló Regina, casi entre dientes.
‒ ¿Qué motivo?‒ preguntó Ingrid, ingenua
‒ Nada. Una tontería. No cabe duda de que sería bueno volver a caminar de una manera u otra. Gracias, Ingrid. Nos vemos la semana que viene. ¿Puede llamar, por favor, a Emma?
‒ Sin problema‒ recogió sus cosas. Cerró la camilla y obedeció el pedido de Regina.
Cinco minutos más tarde, metida en la bañera, Regina vio a Emma entrar en el baño y entre cerrar la puerta para que nadie la molestara en su relajante baño. La enfermera frunció el ceño cuando vio el humo que salía de entre la espuma y miró a Regina como si ella hubiera hecho aquello. No había llenado la bañera con agua tan caliente antes de irla a buscar al cuarto. A la señora Mills le gustaba la temperatura templada. Pero, ¿y si estaba descubriendo que prefería una piscina escaldada? Estaba recuperando la memoria y adquiriendo otras preferencias desde el accidente. Todos los días Emma corría el riesgo de encontrar una nueva versión de Regina.
‒ ¿Puso usted el agua caliente?‒ cuestionó la enfermera, apretando la esponja con el jabón líquido.
‒ Sí, fui yo‒ dijo Regina, con agua y espuma hasta el cuello, relajadamente.
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Bury
Fiksi PenggemarCuando Regina Mills sufre un trágico accidente, su marido y sus hijos mueren, y ella pierde su memoria. Al despertar del coma, dos meses más tarde, la empresaria intenta recuperarse poco a poco del trauma, dándose cuenta de que incluso antes del fat...