Sencillo y romántico

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Parecía que el corazón de Emma bailaba, de tal manera que sentía cómo la música calentaba su cuerpo entero, de arriba abajo. Regina sentía aquel dolor bueno, inexplicable, pero rotundamente agradable como para querer soltarlo. Besó a Emma o fue Emma quien lo hizo una vez más y tan intensamente como la primera vez. También estaba caliente, casi sudando debajo de los cabellos de la nuca mientras iban deteniéndose y notando que la respiración les fallaba. Emma acarició los labios de Regina, sin saber si estaba mareada a causa de la falta de aliento o porque el perfume de la señora Mills flotaba entre ellas. Le iba a decir una cosa más, que su boca era una delicia y que jamás había besado de aquella manera. Era verdad. Ni en aquellas noches tórridas con Isabelle fue posible. Frente a ella, Regina tenía la sensación de haber entrado en un sueño de aquellos que había tenido con Emma. El beso era tan placentero como en esos sueños y era la rubia la que estaba delante de ella, solo bastaba haberse desnudado para que fuera una reproducción perfecta. Regina se sentía a gusto para estar desnuda delante de Emma, y solo aquel par de ojos verde oscuro ya la dejaban ardiendo por dentro. El beso debe haberla mojado, pues tenía la sensación de que su vientre sufría de ansiedad, pues hormigueaba y la sensación descendía hacia el interior de sus muslos.

Como hormigas tras el azúcar, ellas se pegaron y se produjo un tercer beso. La idea las había excitado a las dos, como fuego en la paja y si nadie apareciera a tiempo para separarlas, Regina se lanzaría con Emma una mañana entera, una tarde, todo un día en esa posición insana de adorarse. Diferente de con Daniel, diferente de con cualquier hombre que hubiera conocido o por quien ya se hubiera sentido atraída. Estaba acercándose al agua con mucha sed. Mills se dio cuenta de que quizás deberían tomarse un momento para respirar correctamente y conversar sobre lo que había acabado de suceder entre ellas. Si estaba bien para las dos, si valía la pena continuar. Mills apartó los labios de la piel de Emma y la miró a los ojos, colocando sus cabellos hacia atrás.

‒ Hace algunas semanas tuve un sueño contigo. Estábamos en la sala, yo salía desnuda del baño y te encontraba allí. Tú me besabas y me agarrabas con tanta fuerza. Yo sabía que no estaba equivocada sobre la sensación que es besarte‒ revela Mills, jadeante.

‒ No me contaste eso‒ Emma limpia las comisuras de sus labios donde el lápiz de labios se había corrido.

‒ Tuve miedo de pensar mal de mí misma. Creo que te amé desde que abrí mis ojos tras dos meses en el hospital

‒ No puedo negar que creo que sentí lo mismo cuando te vi. No supe interpretarlo, no quise permitirme sentir amor de nuevo a causa de lo que pasó.

‒ Emma, quiero que sepas que nunca sería capaz de hacerte algo como lo que te hicieron. Jamás traicionaría tu confianza, jamás te mentiría para conseguir algo a cambio‒ juntan sus manos, se acarician, se disfrutan.

‒ Sé que no harías eso. El problema siempre estuvo en mí, no sé perder. Siempre fui una pésima perdedora, una persona demasiado frustrada para entender algo que era tan evidente. Perdóname por no darme cuenta.

‒ Ya pasó. Vas a superar eso, te lo prometo. Yo te ayudo.

Emma le sonrió y Regina supo que se había ganado su confianza de una vez por todas.

Cora llama a la puerta y llama a Regina, interrumpiendo los planes que la señora Mills tenía para las dos. Está de pie, apoyada en Swan, con su brazo enroscado en el de ella para poder mantenerse en pie a su lado cuando el ama de llaves entra para decirle algo.

‒ Regina‒ ve a las dos juntas. Lado a lado. Sonríe como quien sabe exactamente lo que había ocurrido segundos atrás, pero ahora no puede perder tiempo ‒ Ingrid ya llegó

BuryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora