XII visitantes 1ra parte

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El coche avanzaba, a un ritmo lento pero constante. Los ojos de Beowulf fijos en el camino, y sus manos, agarrotadas en el volante. La carretera estaba despejada. El cielo azul y radiante así como la fresca briza entrando por la ventana semi-abierta prometían un viaje tranquilo y relajante. Sin embargo, los pensamientos en su cabeza estaban lejos de darle tranquilidad. Pocas veces había ido en contra de su corazón, y por desgracia esa era una de ellas.

Desvió ligeramente su vista al asiento del copiloto, encontrándose con una mirada ligeramente preocupada. Sonrió en respuesta mientras las palabras "está todo bien" brotaban de su boca con un tono algo apagado. Nada estaba bien, y la mujer a su lado lo sabía perfectamente.

Sin embargo, no hizo ningún comentario al respecto. A veces, el silencio era la mejor respuesta.

Entendía cuán difícil era todo aquello. Irse de casa nunca era fácil. Emprender ese viaje sin retorno, comenzar desde cero y triunfar ante lo desconocido... nunca sería una tarea fácil, ni para él, ni para ella, ni para nadie con la necesidad de tener que hacerlo. Aun así, era un riesgo que tenía pensado correr. No estaba sola después de todo. Pese a los desafíos que pudieran presentarse, sabía que podrían afrontarlos, juntos.

El reino Canopy no era lo mismo, al menos no desde el momento en el cual todos decidieron ponerse de acuerdo para perder la cabeza. Las autoridades no eran de fiar y los ciudadanos mucho menos. Las calles se hicieron más peligrosas que nunca; protestas a la vuelta de la esquina y masacres a un par de cuadras... ya no se trataba solo de pandillas y mafiosos peleando por el poder y la supremacía, era mucho más que eso.

Todo iba de mal en peor y parecía no haber nadie capaz de frenar el asunto. Familias importantes estaban desapareciendo, una tras otra. Era aterrador y le hacía pensar en por que ocurría eso ¿podrían ser ellos de alguna manera los siguientes? No lo sabía y eso la aterraba. Tenía miedo, miedo a perder todo lo que con tanto esfuerzo había logrado conseguir. Miedo a perder lo único que le daba sentido a su vida, el terror de perder a la persona que nunca busco y siempre necesitó... los nervios, la incertidumbre. Era poco de lo mucho que guardaba en su corazón y no le deseaba a nadie.

Debían irse. Así como quienes aún conservaban un poco de cordura hicieron. Personas listas, Decidiendo tomar sus maletas y largarse mientras aun podían, incluyendo a los empresarios que invertían en el reino y movían la economía de una u otra manera. El reino Canopy jamás fue un sitio atractivo para el comercio ni el turismo, después de todo. Poca producción propia, el crimen y la inminente amenaza de la skullgirl, siendo lo último el principal motivo de ello. Sin embargo, la Teonita era un recurso extremadamente raro y único de esas tierras y el único atractivo que Canopy podía ofrecer. El recurso que llevo a la nación a prosperar todos aquellos años pese a sufrir de una gestión de recursos nefasta. Corrupción, crimen y gobernantes ineficientes. Resultaba increíble cuanto tiempo permaneció aquella bomba sin estallar.

Pero el momento había llegado, tantos años dieron forma a la bomba que sacudió toda la nación hasta los cimientos.

La Teonita había dejado de ser la fuente de ingresos de la nación de una manera tan repentina que nada ni nadie pudo haberlo previsto, y mucho menos prepararse. En el preciso instante en el que la casa de Alice estallaba en mil pedazos con ella aun adentro, la cuenta regresiva había comenzado. La devaluación de una moneda anclada a un rublo que no les pertenecía y en ese momento imposible de comercializar no fue sorpresa de nadie y la crisis que cayó sobre la nación lo fue mucho menos. Con los precios elevándose a las nubes y los productos escaseando cada vez más, las personas comenzaron a entrar en pánico, un pánico cada vez más visible a medida que las existencias se agotaban por completo. La poca producción que pudo haber se detuvo, y el comercio con el exterior fue cortado de raíz. Nadie pensaba invertir en algo sin aparente futuro, absolutamente nadie.

Un capitán debía hundirse con su barco ¿pero acaso los tripulantes estaban en la misma obligación? El éxodo masivo respondía la pregunta. Un par de meses fueron suficientes para darle un giro total a la vida de todos, era un problema que se acrecentaría con el tiempo. Todos lo sabían, pese a no atreverse nadie a decirlo en voz alta. El patriotismo había muerto, y en cuanto la realidad los abofeteo en la cara, bajaron la cabeza en sumisión.

Bajo ese panorama, no le parecía tan malo irse...

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- ¡Recórcholis Sagan, nos estafaron! Esto es de la más baja calidad...

Un suspiro resignado escapo de su boca mientras caía en el sofá, derrotada. Estaba agotada, mucho más de lo que había estado en años. De un momento a otro comprar algo de comida se había convertido en una total odisea. Aquellos días de llegar al mercado, tomar lo que necesitaba, pagar y marcharse, habían quedado atrás. Compras hechas en minutos requerían en ese momento horas y horas de espera en filas que no solo no avanzaban, sino que parecían alargarse más y más justo frente a sus narices. Harina, pan, arroz. Cosas básicas que acabaron costándole el único ojo que le quedaba en la cara. La proteína era otro asunto, otra fila, otro gasto descomunal.

No sabía cuánto tiempo soportarían sus ahorros, aunque no le preocupaba demasiado.

Tal parecía que no disfrutaría por mucho tiempo de su jubilación.

Aunque no era tiempo de lamentos, ni de pensar demasiado las cosas. Había decidido comenzar a vivir una vez más, dejar atrás todo aquello en lo que se había metido sin pensar un momento en las consecuencias que todo eso pudiera ocasional. Sería un último acto de egoísmo, el lavarse las manos de esa manera y desentenderse de todo. Podía permitírselo sin comprometer su consciencia ni someterse a la pesada carga de la culpabilidad.

Ella solo cargo el arma, fueron otros quienes jalaron el gatillo.

Debía aceptarlo, prefería su nuevo estilo de vida. Vivir de forma más relajada, siempre a su propio ritmo. Solo eran ella y Sagan. Nada de mafias, nada de Skullgirls y nada de Umbrella o cualquier cosa relacionada con ella. Basar su existencia en un mal que siempre regresaba había sido el peor error de su vida, y no disfrutar con plenitud de la juventud eterna que su madre le ofreció una total estupidez, casi al grado de escupir sobre su tumba y el sacrificio que había hecho por ella.

Se había rendido, de todo corazón aceptaba el hecho de jamás lograr cambiar a un mundo podrido hasta los cimientos. No tenía la capacidad, ni el poder para hacerlo... y entendía que eso no era tan malo como su mente le hizo ver. Lo había intentado, dando lo mejor de sí por años y años. No había funcionado, lo cual era una pena...pero era momento de pasar la página. Bajar del escenario y volverse espectadora, era ese el rol que quería tomar a partir de ese momento.

El reino Canopy se hundiría bajo el peso de sus propios errores y los pecados del pasado, era algo inevitable llegado a ese punto... una pena, pese a todo, sentía cierto apego por el reino y su gente.

Toda aquella tarde se mantuvo en la cocina junto a Sagan. Pese a ninguno tener la mínima idea de lo que hacían, fue divertido y por suerte todo había salido bien. La cena estaba servida: carne desmechada con arroz blanco, ensalada y un trozo de roca con apariencia de pan francés. Era bueno para variar, teniendo en cuenta que incluso Sagan estaba cansándose de tanta comida pre calentada.

Esa noche ambos durmieron bastante temprano, tener la barriga llena y el corazón en calma les aseguro un sueño tranquilo y placentero. Sin embargo, no duraría demasiado, pues una inesperada visita llegaría a las puertas de su casa

Endless Despair (Skullgirls)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora