Evadir la tentación

16 3 7
                                    

Anotaciones de Dolores Martínez, febrero de 1927

Quince hechizos se han practicado en esta casa en los últimos cinco meses. Cuatro no han funcionado como deberían y tres han prendido fuego parte de mi delantal y la manga remendada de mi vestido. Los ocho restantes se han cobrado ocho noches de sueño. El descanso me esquiva y, si no me equivoco, hay una nueva mancha en la esquina de la cocina. Un manchón negro tizón. Quizás lo imagine. Pero no. No, lo he rozado con mis dedos una de estas madrugadas. No recuerdo si la sexta o la séptima en la que no he podido dormir. Está allí. Es innegable. Rezuma su negrura y la temperatura a su alrededor no es la misma que en el resto de la sala. José no parece darse cuenta. Pero José no parece darse cuenta de absolutamente nada, ni siquiera de mí.

 Pero José no parece darse cuenta de absolutamente nada, ni siquiera de mí

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Anotaciones de Nina Martínez, octubre de 1958

José tampoco vio el espíritu que salió del portal que había abierto mi señora madre. Dolores Martínez, que Dios la tenga en la gloria, consiguió traer del Purgatorio a una de las almas sentadas en la sala de espera. Un alma que no estaba muy contenta al respecto, y a la que todavía veo de tanto en tanto por el rabillo del ojo. Y esa variación en la temperatura de la cocina no se ha ido con el correr de los años, por muchas limpiezas y purificaciones que se hayan hecho.

Según Mabel, las marcas negruzcas deberían irse con unas gotitas de agua de azahar aplicadas durante una noche de luna menguante. Pero mi hermana es dada a los inventos poco prácticos y con resultados inequívocamente mediocres. La magia suya es tan efectiva como la del resto de las Martínez... Lo cual no es mucho decir. Eso sí, al menos sus trucos no invocan a entidades de otros planos, por lo que debo estar agradecida por haber compartido gran parte de mi vida con una bruja tan poco peligrosa.

No podría decirse lo mismo de nuestra madre, que intentaba encontrarle la vuelta a todo este asunto. No sé qué la habría convencido de que sería ella la que cambiaría la dirección de una línea completa de desgracias. El poder que se nos otorgó a las Martínez (y nos seguiré llamando así, aunque cambiemos nuestros apellidos por casorios u otras uniones todavía más cuestionables) es un arma de doble filo, y ambos filos nos cortan a nosotras. Incluso las pócimas más simples son capaces de generar complicaciones.

Hay algo que debes entender, futura hija mía... En nuestras manos, hasta los yuyos que crecen a la vera de la ruta son un peligro. El mejor consejo que puedo transmitirte es evitar jugar con las fuerzas que no conoces, y atar a aquellas que sí para que no hagan líos que no puedas controlar. Porque todo, y cree cuando digo todo, puede salir mal. Y cuando tiene que salir mal, saldrá peor.

Pero tampoco sería justo prohibirte conocer el lado que nos hace especiales, ¿verdad? Por lo pronto, solo puedo decirte lo siguiente:

1. Bajo ninguna circunstancia mezcles romero con lavanda los días treinta y uno.

2. Los hechizos para mejorar la piel generalmente terminan en un brote de ronchas que no desaparecen hasta consumir un brebaje de tiras de bacalao seco con orégano.

3. Las noches de luna llena la magia es más poderosa y, por consiguiente, el daño que genere es el doble de intenso.

4. Pelos, uñas y cualquier humor corporal ajeno jamás de los jamases deben formar parte de una de tus pócimas.

5. El agua de azahar es mejor reservarla para un pan dulce.

A saber cuándo podrás leer esto. El momento llegará, eso es seguro. Y espero que para ese entonces estés mejor preparada que todas las que vinimos antes de ti.

 Y espero que para ese entonces estés mejor preparada que todas las que vinimos antes de ti

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Anotaciones de Diana Martínez, mayo de 1982

Para sorpresa de absolutamente nadie, no estuve mejor preparada. La magia me sorprendió a los cuatro años, cuando mezclé las hierbas equivocadas en mis tortitas de barro. No volví a jugar en el jardín hasta cumplir los seis y no corté ni una florecilla sin supervisión adulta hasta mucho después.

No voy a negar que a día de hoy miro las hierbas con cierto resquemor al cocinar. Quién sabe en qué pueda derivar una salsa si no se le presta la suficiente atención... Bueno. Esas ya son exageraciones mías. Lo que sí, ¿el manchón de la cocina? Nunca desapareció del todo. Y al mentado espíritu que salió de ahí decidí llamarlo Antonio.

Antonio detesta las hortensias y el aroma a cáscaras de naranjas quemadas. No dimos con otro portal que lo mande de vuelta para completar su charla con San Pedro, pero de esta forma lo mantenemos alejado. ¡De nada! 

Guía para la bruja moderna en apuros [Hexes #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora