Anotaciones de Dolores Martínez, diciembre de 1934
La última luna llena del año se aproxima y, luego de lo que parece una vida, por fin me sentaré bajo su luz a completar mi ritual personal. Será un momento entre ella y yo, ahora que la casa está vacía. José se llevó con él a Nina y a Mabel, por unos pocos días. Y sus ausencias se sienten. Acepté la de él hace rato, pero las de ellas... Ellas son mis niñas preciosas, la alegría de mi corazón. Son unas Martínez en toda ley y en cualquier instante dejarán que su magia asome. Sin quererlo. Sin buscarlo. A todas nosotras nos ha pasado y seguirá siendo así. Y cuando su padre lo vea...
Traté de cubrir mis huellas, de mantener esa parte de mi vida oculta. No quería que él lo descubriera, igual que evito que otros desentrañen lo que las Martínez guardamos. En estos años dejé de lado los ritos y las pociones. Puse en pausa lo que refiriese a mi identidad de bruja. ¿Y para qué? Es una pregunta que me hago casi a diario. Para qué tantos esfuerzos, para qué tanto secretismo, para qué este poder retorcido que ahoga cada relación. Un poder que se alimenta de nuestra propia pena y nos devuelve dolor.
Un poder del que no puedo renegar. Por la razón que sea que nuestro linaje lo haya obtenido, es lo que nos hace nosotras. Esas habilidades son parte de mí. No hay un yo sin ellas. No hay un yo sin magia. No hay un yo a medias.
Limpieza del hogar y apertura para los días futuros
Con el toque de la medianoche, encendí en el jardín una pira hecha con palo santo y ruda, rodeada de un círculo de sal purificada. En ella tiré mis tres deseos y observé mientras se prendían fuego, repitiéndolos en mi mente mientras las llamas lamían las finas hojas de papel. Dentro de casa, encendí cinco velas blancas en la mesa del comedor, dispuestas en las puntas de un pentagrama dibujado con carboncillo. Acumulé sal de albahaca en un montoncito en el centro y, a su alrededor, puse mis cuarzos y amatistas.
Bajo la Luna que ilumina el anochecer
Han de partir mis pesares
Aleja los temores, enciende mi luz
Devuelve la fe perdida al amanecer
Que tome el viento mis malestares
Limpia este hogar, apacigua estos huesos
Trae la tranquilidad ida
Y barre con todos los males
Que arda este fuego vivo
Llévate contigo los horrores de la oscuridad
Alimenta la fuerza exigua
Y sume la angustia en el olvido
En el silencio permanecí, con el fulgor de las chispas brillando sobre mi rostro y la última frase encendida en mi corazón.
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Guía para la bruja moderna en apuros [Hexes #1.5]
Short Story«La magia no es la solución... Casi siempre es el problema». Si de algo saben las mujeres de la familia es de desgracias. Desde tiempos inmemoriales, el don que les fue concedido a todas las de su linaje les trajo más conflictos que buenaventura. Es...