El no tan fino velo del más allá

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Anotaciones de Dolores Martínez, abril de 1930

He intentado ahuyentar al espectro de todas las maneras posibles, pero se resiste a irse. En cuanto asumo que ha desaparecido, vuelven a faltarme cosas en las alacenas y a cerrarse puertas y ventanas a golpazos. Es un incordio que yo misma he traído aquí, he de asumir eso. Y debo conformarme con que no sea violento ni parezca tener intenciones dañinas para con cualquiera de los habitantes de esta casa o quienes la visitan. De todos modos, sigo molesta con la figura de cerámica que rompió esta semana. Era herencia de la abuela.

Dejaré un listado de aquello que ya he probado para mandar a este desconocido de vuelta al otro lado. La mayoría no tuvo efecto o, si los tuvo, no fueron duraderos ni los esperados. Por lo pronto, no pienso intentar abrir otro portal hacia el siguiente plano. Las posibilidades de que este espíritu se vaya parecen ser muy bajas, pero las de que otro sea arrastrado a esta realidad son casi una certeza más que una simple chance.

1. Limpieza con incienso. Quemarlo en cada cuarto en donde se haya dado la presencia sobrenatural no obtiene resultado alguno.

2. Trazar cruces en hojas de salvia y colgarlas en las entradas de cada habitación. Aparecen los montoncitos de hojas desperdigados por el piso al siguiente día.

3. Usar cristales (cuarzo y amatista). Pueden ayudar a eliminar las malas energías, pero no a este espectro.

4. Agua bendita. Supongo que la pérdida de fe puede llegar a tener una relación con el hecho de que apenas funcione. Mantiene la casa tranquila durante uno o dos días.

5. Círculos de sal. Sirven para llevar a cabo rituales de purificación. No sirven para espantar fantasmas, aunque sí los mantiene a raya. El problema es que no puedo colocar círculos por todas partes.

Tendré que experimentar con ceremonias y combinaciones de elementos más complejas.

Anotaciones de Nina Martínez, agosto de 1961

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Anotaciones de Nina Martínez, agosto de 1961

Madre nunca logró encontrar una respuesta ni algo que funcionara para eliminar a nuestro invitado. Y yo tampoco, manteniendo la tradición. Para aportar como una solución a medio camino, los ramilletes de salvia, palo santo y romero probaron ser útiles para tranquilizarlo un poco. A veces. Depende de la época en la que recurra a ese truco.

He de admitir que me genera curiosidad saber quién fue en vida y por qué se resiste a volver, sea de donde sea que haya venido. Pero cualquier intento de contactarme con él termina en objetos rodando por los suelos y dolores de cabeza. No hay sistema de golpes que le convenga ni conexión mental o espiritual o lo que sea... No hay forma de comunicarse. En resumidas cuentas, su placer se concentra en ser una molestia para cada una de nosotras y quien se nos acerque.

 En resumidas cuentas, su placer se concentra en ser una molestia para cada una de nosotras y quien se nos acerque

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Anotaciones de Diana Martínez, marzo de 1987

En cuarenta y siete años, Antonio consiguió lo impensado: no cambió en lo absoluto. Su odio por las hortensias se mantiene, las cáscaras de naranja chamuscadas lo siguen disgustando y, salvo por dar portazos, cambiar las cosas de lugar y tirarlas cual gato caprichoso, se mantiene en silencio. Hay gente que dice oír voces, escuchar quejidos e incluso ver a las apariciones a través de reflejos. Antonio no dice ni mú y jamás se dejó ver.

Ahora, ¿qué pasaría si yo dejara esta casa y me mudaraa otra propiedad? ¿Se quedaría entre estas paredes o iría tras mis pasos?

Guía para la bruja moderna en apuros [Hexes #1.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora