22 - FINAL

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El motel de La Neblina era un lugar frío con solo dos estrellas, empeorando mi momento

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El motel de La Neblina era un lugar frío con solo dos estrellas, empeorando mi momento.

Mis ojos estaban rojos, al igual que mi nariz, mientras observaba mi mueca de llanto después del baño de agua caliente en el espejo empañado.

Todo había terminado, eso era bueno, pero ser consciente de que vi a alguien morir frente a mis ojos aún me dejaba asombrada de mí misma y al mismo tiempo en estado de shock como un pájaro asustado.

No podía quitarme de la cabeza la imagen de aquella escena. Cada vez que cerraba los ojos, volvía a ver el rostro contorsionado por el dolor y el enojo de Rosaline. Me sentía culpable, como si hubiera tenido alguna responsabilidad en lo que sucedió.

Salí del baño y me sequé el rostro con una toalla, tratando de recomponerme. Miré por la ventana y vi cómo la neblina seguía cubriendo todo el paisaje, como si estuviera tratando de borrar las huellas de lo que había ocurrido.

—¿Aún sigues llorando?

Volteé a Gergon, quien me observaba desde un sillón blanco en la esquina del cuarto, aún con la ropa llena de barro y el pelo húmedo por la lluvia pegado a su cara.

Su tono era suave, casi comprensivo, lo que me tomó por sorpresa. Gergon y yo no éramos exactamente cercanos, pero habíamos compartido esta experiencia aterradora juntos. Había sido él quien me había detenido cuando intenté acercarme a Rosaline en su momento final de agonía, cuando todo estaba fuera de control.

Asentí, incapaz de encontrar palabras para expresar lo que sentía. Me acerqué al borde de la cama y me senté, sintiendo cómo el colchón cedía ligeramente bajo mi peso.

Gergon se levantó del sillón y se acercó a mí con pasos lentos. Se sentó a mi lado y suspiró, mirando hacia la ventana empañada por la neblina.

—Ella era mi amiga de mi padre hace años, ¿sabes? —confesó Gergon, su voz cargada de tristeza—. No puedo creer que todo haya terminado así.

Yo asentí de nuevo, esta vez sintiendo que la empatía crecía entre nosotros. Aunque nunca habíamos compartido mucho más allá de conversaciones casuales, ambos habíamos vivido algo que nos había afectado profundamente.

Gergon dejó caer su mirada hacia el suelo antes de volver a hablar.

—En un momento, también pensé que tenía la culpa de lo que pasó. Pero, sinceramente, no creo que nadie pudiera haber hecho algo diferente. 

Sus palabras me dieron algo de consuelo, como si alguien finalmente me hubiera liberado de parte de la culpa que había estado cargando.

La puerta se abre detrás de nosotros, y Astra y Deimos parecen más tranquilas, con una expresión como la que tenían ayer y el resto de los días, pero no las culpo, supongo que ambas (sobre todo Deimos) no podían llegar a sentir empatía por Rosaline.

Tres Enredos Mágicos (PRONTO CORRECIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora