8 - Nos Ponemos Serios

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Río en carcajadas mientras Nawel le da un mordisco a su hamburguesa

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Río en carcajadas mientras Nawel le da un mordisco a su hamburguesa.

Era un poco tarde, alrededor de la 1 y media de la mañana, pero no pude evitar divertirme tanto con Nawel. Estaba tan cansada del día de la fiesta que supuse que sería una buena idea salir con Nawel a una gasolinera con cafetería incluida, que duraba las 24 horas.

Ambos estábamos tan hambrientos que parecíamos un par de tiburones en un frenesí de comida rápida.

Nos sentamos en una mesa al lado de la ventana, observando cómo los conductores nocturnos hacían sus paradas de emergencia para recargar sus tanques de combustible y, de paso, reponer sus niveles de cafeína. No podíamos evitar imaginarnos sus vidas llenas de anécdotas y desventuras mientras se adentraban en la noche.

—Ese señor de ahí seguro que tiene una doble vida, mírale los dos anillos en su dedo. Seguro que es un espía internacional —exclamé, soltando una risa contagiosa.

Nawel levantó una ceja, con una expresión de complicidad. Tomó un sorbo de su café y agregó con tono conspiratorio:

—¿Y qué tal si es un maestro de yoga por las mañanas y un luchador de sumo por las noches? Eso explicaría su doble anillo, uno para cada identidad.

Ambos estallamos en risas, imaginando al misterioso hombre dando clases de yoga en una elegante sala de estar, solo para terminar el día sudando y empujando a otros luchadores con un traje de sumo ajustado. Los clientes de la gasolinera nos miraban como si estuviéramos locos, pero eso solo nos hacía reír aún más.

Por un momento, un punzón en la muñeca me hace soltar un quejido, el cual Nawel velozmente nota.

—¿Qué sucede? —pregunta Nawel, preocupado, mientras deja su hamburguesa a un lado y se acerca a examinar mi muñeca.

Me froto la muñeca con una expresión de dolor sintiendo una sensación incomoda.

—Creo que me lastimé con las costuras del buzo. Espera aquí.

Nawel asiente con preocupación mientras me levanto de la mesa y camino hacia el baño de la gasolinera chocando con algunas personas. Apenas entro y cierro la puerta detrás de mí apoyándome en esta, el dolor se hace más fuerte y ahogo un gemido de dolor.

Levanto la manga para verlo y me quedo fría.

Había un símbolo en mi muñeca, un símbolo que sangraba lentamente y emitía un resplandor tenue. Era un diseño intrincado, como si estuviera grabado con precisión en mi piel. El símbolo parecía una combinación de formas geométricas entrelazadas, con líneas que se entrecruzaban y formaban patrones enigmáticos.

Arrugo mis cejas y me quedo sin saber qué decir o qué hacer.

El sonido de una cisterna llega a mis oídos y una chica sale del cubículo, mirándome fijamente con una mirada curiosa  y traquilizadora.

—¿Quieres un pañuelo, querida? —pregunta. Era una mujer joven y hermosa, con la piel pálida, el cabello de un rubio dorado precioso y unos ojos rojos como rubíes.

Tres Enredos Mágicos (PRONTO CORRECIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora