11 - Traición

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Miro por la ventana; siento que si no como algo dulce, me dará un ataque de ansiedad en medio del auto

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Miro por la ventana; siento que si no como algo dulce, me dará un ataque de ansiedad en medio del auto.

La calle estelar no parecía un lugar donde viviría alguien como Rosaline Pavloka. La calle era un hermoso barrio privado de ricos, con un arbusto en forma de pez en medio de todas las casas y que brillaba con luces blancas.

Solo a Astra y a mí se nos ocurre la brillante idea de buscar a Rosaline en plena noche.

—¿Puedes reconocer la casa? —pregunta Astra mientras conduce. Deimos concentra su mirada para señalar una casa de dos pisos en el extremo izquierdo de la calle. La vivienda se destacaba entre las demás por su fachada de tonos claros y ventanas adornadas con cortinas de encaje blanco. La curiosidad me invadía mientras imaginaba qué secretos y misterios albergaría aquel hogar aparentemente fuera de lugar.

Astra estacionó el auto frente a la casa de Rosaline y apagó el motor. El silencio de la noche se hizo más evidente, solo interrumpido por el suave murmullo de las hojas de los árboles. La tensión era palpable en el aire mientras los tres nos mirábamos con determinación.

—¿Están listos? —pregunté, tratando de ocultar mi nerviosismo.

Ambas asintieron con determinación, y juntos salimos del auto para acercarnos a la entrada de la misteriosa morada. El camino hasta la puerta principal estaba flanqueado por macetas con flores exóticas y un sendero de piedras blancas. Cada paso que dábamos resonaba en el silencio de la noche, como si la casa estuviera esperando nuestra llegada.

Astra alargó la mano y tocó el timbre con cautela. Un momento de incertidumbre nos invadió mientras esperábamos una respuesta. Sin embargo, para nuestra sorpresa, la puerta se abrió sin hacer el menor ruido. Una chica, a quien supongo que tiene unos 15 años, con la piel verde, orejas muy largas y el cabello negro recogido en un mal moño, e ojos oscuros como cuando Deimos se transforma en el terror de la casa, nos miró desde el umbral.

Quedamos sin palabras ante la aparición de esta chica de apariencia inusual. Sus ojos se posaron en nosotros con curiosidad y algo de cautela. Parecía sorprendida de vernos allí, como si no esperara visitas a estas horas de la noche.

—Hola —logré articular, rompiendo el incómodo silencio—. Buscamos a Rosaline Pavloka. ¿Está ella en casa?

La chica nos miró detenidamente, evaluando nuestras palabras e intenciones.

—No sé de quién hablan. Mi abuela y yo nos mudamos recientemente.

Sus palabras nos dejaron perplejos. ¿Cómo era posible que Rosaline no estuviera allí? Habíamos seguido todas las pistas y referencias que nos habían llevado hasta esa dirección. La chica parecía genuinamente confundida, pero algo en su mirada me hizo sospechar que no estaba siendo completamente sincera.

—Lo siento, pero estamos seguros de que esta es la dirección correcta. ¿Podemos hablar con tu abuela? Tal vez ella conozca a Rosaline —insistí, tratando de obtener más información.

Tres Enredos Mágicos (PRONTO CORRECIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora