17. DEMONIO

9 1 0
                                    


Sue hablaba entusiasmada con su mejor amiga. Tenían la tradición de contarse sus sueños cada mañana y jugar a interpretarlos. Aunque algunos, como éste, no necesitaban de mucha capacidad deductiva. Alrededor de aquella mesa presidida por sus desayunos, la chica de ojos claros seguía encantada los aspavientos de su amiga animándola a seguir.

El relato continuó sin ningún pudor, mientras metía la pasta en su boca para tener las manos libres de nuevo.

«En serio, no había visto algo así en mucho tiempo. Era así de grande. Bueno, tú de esas no habrás visto muchas, pero te aseguro que está muy por encima de la media. Y lo mejor de todo ese tono rojo brillante, le daba un aspecto único. Ahora entiendo a la de Embrujadas, los demonios están para comérselos enteritos.

El caso es que estábamos allí en mi habitación. Pero no era exactamente mi habitación, era como si la hubiesen transportado a otra dimensión donde todo era posible. Y, amiga, si eso es el infierno, que me muera ya mismo. El diablillo en cuestión me sacaba una cabeza y manejaba con una soltura envidiable el látigo corto que tenía en la mano.

Me decía que había sido elegida por mis actos impuros. Condenada a esa vida de perversión a su servicio. Y, ¿sabes qué? Que yo estaba encantada de la vida. Es más, me siguen entrando los calores de recordarlo. No necesitaba ni atarme, estaba allí desnuda ante él y veía cómo su cuerpo se metamorfoseaba ante mis ojos. Como no tenía un sexo como el nuestro, podía adaptar su cuerpo a las fantasías que veía en mi cabeza.

Y ¿recuerdas aquella chica preciosa con la que me lie en La Taska el otro sábado? Pues era clavadito, solo que con cuernos y cola... o colas, según se mire. Unas tetas firmes, que me cabían en la mano como hechas para mí y de las que bebí siguiendo sus órdenes. Unos brazos fuertes que me empotraron contra la cama cuando se empalmó de nuevo. Y esas manos de largas uñas que me hacían temblar de pies a cabeza.

Al despertar me he mirado a ver si las marcas eran reales, para que te hagas una idea de cómo era de vívido el sueño.»

La amiga siguió bebiendo de su taza, haciendo pequeños gestos con la cabeza ante el relato. En su cabeza, el demonio que le describía adoptaba cada vez una forma. No sabía si porque la descripción era particularmente mala o porque era un don de esa bestia de fantasía. El caso es que podía ver cómo el simple recuerdo volvía a excitar a su compañera y no podía evitar reírse.

«Verás, es que me descubrió un montón de formas de usar la cama para ese tipo de juegos. Cosas que no se me habían ocurrido. Si quitas el colchón, puedes usar el somier para mejorar la tortura y atar sin problema las cuerdas. La almohada sirve para elevar la cadera, sí, pero también para jugar con la asfixia (con cuidado, claro, pero créeme que el demonio este sabía lo que se hacía). ¿Te han atado alguna vez abrazando tu propia almohada? Resulta que si se hace bien deja libres y disponibles todos los orificios. Y como en los sueños no hay ni enfermedades, ni embarazos, ni al parecer desgarros... eso ha sido una maldita fiesta. En un momento dado juraría que ha usado el flogger o látigo corto por un extremo y su tremendo rabo por el otro.»

Los relatos caóticos de Sue siempre iban acompañados de sonrisas cómplices. Sabían que eran muy distintas, pero se querían así y se entendían. Eran las mejores amigas por algo, no había secretos entre ellas. Habían intentado salir cuando supieron que ambas sentían algo por las mujeres... pero no duró ni dos días, eran grandes amigas, pero una pareja nefasta. Igual es que ya se conocían demasiado bien como para intentar encender una magia que nunca había estado ahí. Sin embargo, estaba segura de que en parte por ese intento de relación era por el que podían contarse cualquier cosa de su vida sexual, sin ningún miedo. Y los sueños eróticos siempre habían estado incluidos en esa categoría, aunque no fueran encuentros "reales".

«Vale, intento contarte al menos una escena completa, pero es que me bailan las imágenes. Será que la sangre se me ha ido a otro sitio que no es la cabeza precisamente. Te diré que lo que más me ha sorprendido han sido los besos. El tío, o la máquina sexual esta, como quieras verlo, era capaz de hacer un giro con la lengua, que hacía que la mía rozase consigo misma y volviera a abrazarse a la suya. Sus labios pellizcaban los míos y me daban el oxígeno que yo no era capaz de coger en aquellos besos eternos. Pese a su fuerza y una piel como de acero, su boca era blanda y suave. Algo que te morías de ganas por probar y dejar que te devorara. Además, el no tener ni un pelo le daba puntos extra, nada que se interpusiera sin querer o que pinchara más de la cuenta. Y eso no lo digo solo por los labios de arriba...

Pasó de mi boca a mi vientre deteniéndose en cada punto exacto que anhelaba que besara. Aunque mi cuerpo hacía tiempo que era suyo y que yo había aceptado ese castigo de una eternidad en su cama... Aquellos besos me unían aún más a él. Me hacían desear verle disfrutar, ofrecerle tanto placer como pudiera querer. Y así lo hizo. Primero él, luego yo, luego en un clásico 69, nos comimos con ganas, gimiendo y tragando al mismo tiempo. Y mientras tanto, su cola ágil y revoltosa tenía dominados a mis pezones.

Aún con su sabor en los labios, me levantó para agarrarme por la espalda, tirando de mi coleta, y me colocó ante el espejo. En el reflejo vi cómo cambiaba de nuevo de forma, siendo ahora un chico normal, sin grandes músculos, pero con una cara terriblemente atractiva. Bajó una mano a mi entrepierna y me folló hasta que me fallaron las piernas. Luego me empujó contra la cama de espaldas y cabalgó sobre mi culo hasta correrse en mis nalgas.»

Hacía un rato que la mirada de Sue se había perdido en el infinito. Quizá preguntándose si algo de lo que había soñado sería posible con una persona real, pues estaba claro que quería repetir. La llamó para ver si el sueño terminaba ahí o quería contarle algo más. Por lo general, sería el momento en que divagaban sobre los significados, pero este estaba clarísimo. Hacía una semana que no veía a ninguno de sus vínculos y quería sexo pasional, carnal y poco convencional. Como si alguna vez lo hubiera tenido de otra manera.

Como veía que no reaccionaba, desbloqueó su número y abrió la aplicación de contactos. Podían verse en favoritos sus relaciones actuales. Así que se lo dejó en las manos y solamente añadió:

—Creo que al demonio no le tienes aún ahí, pero alguno de esos números seguro que está muy interesado en compartir tus sueños.

—Sí, claro, perdón por la chapa... Me emociono con los sueños eróticos, ya lo sabes. Como no suelo tener...

—Lo sé, lo sé, te habla la envidia. Ya me gustaría a mí que cuando sueño con el infierno fuera así, y no una rave infinita con la música a todo trapo y un montón de tareas sin hacer a las que no puedo llegar.

—Puede que esta noche. Y si no, mañana me cuentas. ¿Terminamos esto y vamos a la oficina?

—Depende, ¿te has relajado ya? Porque no querría subir así las temperaturas y tener que explicárselo yo a la nueva jefa.

—Eres como un demonio.

—Ya te gustaría.

(K)Ink-tober 2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora